MJM |
En Villamayor de Gállego, 25 de octubre de 2011
En esta trasnochada, una triste noticia
me retrotrae a algo que escribí hace algunos años. Mañana se celebrará el
funeral del piloto Marco Simoncelli, fallecido en un trágico accidente el
pasado domingo. Vaya esta carta, de mi libro Cuore Ingrato, como homenaje a los
que nos han dejado: la cercanía al día de Todos los Santos invita a tener un
recuerdo para ellos.
“Tras
conocer la trágica noticia de la muerte de Claudio, tu mejor amigo, te has
recluido en una casa de la Toscana. Quieres huir del dolor, pero el dolor está
dentro de ti. No tienes consuelo, los buenos recuerdos, los ratos vividos junto
a él se apoderan de ti en estos momentos y te duelen en lo más hondo de tu ser.
Cuando la muerte se lleva a un ser querido, una parte de nosotros muere
también. Tu amigo ha muerto, pero nosotros no sabemos cuánto vamos a vivir.
Piensa, que los héroes y los mitos murieron jóvenes.
Ha
muerto tu primer gran valedor, tu única compañía de la infancia. De niños, él
defendía tu fragilidad frente a la cruel tiranía a la que te sometían tus
compañeros, que te despreciaban porque eras delgaducho y pálido, porque sabían
que no podías volverte contra ellos. Malo es ser débil y mucho más parecerlo.
Eras inocente, te acusaban de no hablar, de no hacer travesuras y te llamaban
cobarde. Los inteligentes no son cobardes sino cautelosos, prudentes. Escapabas
de los gritos, de los enfrentamientos, vivías en tu mundo; ese mundo que la
imaginación nos reserva ya desde niños y nos aleja del real porque nos parece
minúsculo, insignificante. Ellos no podían comprenderte y tú, sin saberlo, eras
un privilegiado en tu universo.
No
maldigas la vida ni la muerte, para muchos es lo mismo. ¿Cuántos muertos hay
entre los vivos? ¿Cuántos después de muertos siguen todavía vivos? El paso del
tiempo, dicen, que lo borra todo; pero para los que amamos intensamente, no
habrá un día en el que no recordemos a aquellos que han formado parte de
nuestra existencia dejándonos su legado particular.
Si te
sirve de consuelo: dedica tiempo a tus muertos más queridos, coge sus
fotografías y habla con ellos en tus momentos más bajos. En mi dormitorio sobre
una vieja cómoda descansa una colección de fotos en sepia de mis antepasados, a
algunos ni los conocí; pero es tanto lo que sé de ellos a través de los relatos
de mis abuelos, que los quiero casi tanto como a ellos. Porque muchas veces no sólo quieres a los que
te quieren, sino también a los que ellos han querido. Todas las noches, antes
de apagar la luz, dedico la última mirada del día a esos retratos para pedirles
que protejan mis sueños.
Claudio
fue tu defensor, el que te alivio en tantas ocasiones de una pesada carga, tu
paño de lágrimas, el consuelo en tu desolación; seguirá estando a tu lado, no
lo dudes. Volverás a pedirle consejo y razonarás de la misma forma que lo haría
él, escucharás su voz.
El
tiempo borra lo malo, lo desagradable, lo que no es digno del recuerdo. Lo
bueno y los buenos siempre prevalecerán, Claudio estará siempre contigo.
Cuando
frecuentaba la biblioteca del Ateneo, me gustaba hacer un alto en el trabajo y bajar a la Cacharrería para fumar
un cigarrillo frente al retrato de Séneca, hablaba con él y me parecía sentirlo
a mi lado; me volvían al pensamiento las frases, consejos y ejemplos que tan
magistralmente supo plasmar en su obra. Si me sentía agobiada, me repetía a mí
misma su lema estoico: soporta y renuncia. Lee “La consolación a la madre
Helvia”, quizás veas las cosas de
otra manera, la resignación como consuelo puede ser una pobre solución al
sufrimiento, pero siempre hay un sitio para la esperanza. La vida sigue para
los vivos, debemos continuar el camino emprendido: solos o acompañados, tristes o felices.
Recuerda
a tu amigo cuando te llevaba esa cartera con la que tú no podías, piensa que él
te seguirá ayudando. A los buenos la vida siempre les reserva lo mejor y en la
muerte, forman parte de una reserva especial que nos protege. Tú mismo lo notarás, incluso puede que lo
sientas a tu lado.
Sé que
estás llorando, no quiero que llores. Que no te hieran los recuerdos, que tu
garganta no se ahogue por el dolor. Claudio, ese amigo que tuviste de niño, se
ha convertido en tu madurez en el amigo imaginario que te faltó en tu infancia.
Piénsalo así. No te aísles del mundo ni te encierres en ti mismo, no se puede
huir del dolor.”
María Jesús Mayoral Roche
me ha emocionado mucho la carta. Realmente bonita y triste a la vez.
ResponderEliminarFelicidad
La muerte es un adiós a la vida y es triste por fuerza; pero yo me mantengo en la fe de que los que se fueron siguen entre nosotros. Algunos pensarán que es una ilusión y yo digo: ¡Bendita ilusión!
ResponderEliminarGracias, Feli.
María Jesús
Muchas felicidades, María Jesús.
ResponderEliminarMuchas gracias, Servando.
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