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Los vi desfilar,
ordenadamente, sin gritos, sin violencia, con la serenidad de quienes están
convencidos de tener la fuerza de la razón. Este movimiento que surge un 15 de
mayo, la primavera de Madrid, que se organiza, se estabiliza, y que se extiende
como una mancha de aceite por toda Europa, que salta el Atlántico y se asienta
en EE. UU., es el mayor movimiento civil que se conoce.
A los partidos
políticos les molesta. El PP lo considera una amenaza al status actual y quiere
combatirlo. El PSOE actúa más sibilinamente, atacarlo de frente es de dudoso
éxito, es preferible aliarse con él, aprovecharse de su éxito y, en definitiva,
controlarlo desde dentro. ¿Quién pedía que se obligara a los bancos a aceptar
el piso en pago solutorio del préstamo? ¿Quién ha incorporado ésto a su
programa electoral?
Sus planteamientos son
simples y, en general, a mí me parecen utópicos. ¿Es utópico pedir una sanidad
universal de buena calidad, una buena enseñanza pública y gratuita, una
participación política abierta, castigar todos los casos de corrupción, un
acceso a la vivienda? Pues sí, a mí me lo parecen. ¡Cómo ha corrido el tiempo!
Cuando tenía veinte años se me antojaban justos y alcanzables. Lo importante
para mí, que he clamado más de una vez por una fuerte reacción de la sociedad
civil, es que esta sociedad no está muerta, no es la España sin pulso de la que
se lamentaba Costa ¡Hay esperanza!
Curiosamente muchos de
sus planteamientos coinciden con los manifestantes de El Cairo, Túnez, Yemen,
Marruecos. Los sátrapas musulmanes han llevado a sus pueblos a clamar
violentamente por una justicia social básica. Pero, resulta, que el capitalismo
salvaje de occidente está conduciendo a nuestra avanzada sociedad a reclamar
casi las mismas cosas. Entre el nepotismo practicado por los dictadores árabes
y la endogamia de las democracias occidentales, cada vez hay menos diferencias
en los resultados prácticos.
Las leyes económicas
son tozudas y terminan por imponerse. Por otra parte, estas leyes,
desgraciadamente, favorecen siempre a los ricos y abominan de los pobres. ¿Qué
logramos con imponer impuestos a los Bancos? Que luego hay que recapitalizarlos
con el dinero de todos. ¿Qué se consigue poniendo impuestos al capital? Que se
vaya del país y nos empobrezcamos todos. No pueden resolverse los problemas
complejos con soluciones simples. Esa es la utopía, no los objetivos que
persiguen los del movimiento que se inicia el 15-m. Pero si soñamos una
sociedad insolidaria, de grandes diferencias sociales, de poderosos y
miserables, es muy posible que lo consigamos. Soñemos, al menos, con una
sociedad justa y próspera. Eso corresponde a los jóvenes. En definitiva, tratan
de construir su mundo y tienen derecho, incluso el deber, de
ser ingenuos.
Armando Guerra
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