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Observo por la sierra de Alcubierre los restos de trincheras de la guerra que han sido acondicionadas para su visita y me viene a la memoria un verso, “This is a quiet sector of a quiet front”. Quizá fuera una dulce mañana como ésta en la que cantan alondras y calandrias y la naturaleza se mostrase indiferente ante la tragedia que se desarrollaba a su alrededor, quizá fatigados, ese día habían callado los obuses y las ametralladoras y la muerte sesteaba. Era un tranquilo sector de un frente de guerra tranquilo, dice el poeta, aunque, quizá, solo expresase un cruel sarcasmo.
El verso es de John Cornford. John nació en el seno de una familia culta y acomodada inglesa y muy conocida en su país. Recibió una esmerada educación en Cambridge, de cuya universidad, su padre era profesor. En el verano de 1936 Conford, con veinte años, viajó a España para enrolarse en las Brigadas Internacionales. Dejó su país, su familia, su novia, su confortable vida para ir a un país extraño, participar en una bárbara guerra y cultivar unos ideales de justicia social en una tierra que carecía de las mínimas condiciones para ello.
Aquí precisamente, en Alcubierre, por las resecas tierras de esta áspera sierra descubrió el horror de la guerra, el miedo y la muerte:
Enterramos a Ruiz en un ataúd de pino nuevo,
Sin embargo, el sudario era demasiado pequeño y le sobresalían los pies.
Llegaba a través de las juntas de madera el hedor de su cadáver
Observo por la sierra de Alcubierre los restos de trincheras de la guerra que han sido acondicionadas para su visita y me viene a la memoria un verso, “This is a quiet sector of a quiet front”. Quizá fuera una dulce mañana como ésta en la que cantan alondras y calandrias y la naturaleza se mostrase indiferente ante la tragedia que se desarrollaba a su alrededor, quizá fatigados, ese día habían callado los obuses y las ametralladoras y la muerte sesteaba. Era un tranquilo sector de un frente de guerra tranquilo, dice el poeta, aunque, quizá, solo expresase un cruel sarcasmo.
El verso es de John Cornford. John nació en el seno de una familia culta y acomodada inglesa y muy conocida en su país. Recibió una esmerada educación en Cambridge, de cuya universidad, su padre era profesor. En el verano de 1936 Conford, con veinte años, viajó a España para enrolarse en las Brigadas Internacionales. Dejó su país, su familia, su novia, su confortable vida para ir a un país extraño, participar en una bárbara guerra y cultivar unos ideales de justicia social en una tierra que carecía de las mínimas condiciones para ello.
Aquí precisamente, en Alcubierre, por las resecas tierras de esta áspera sierra descubrió el horror de la guerra, el miedo y la muerte:
Enterramos a Ruiz en un ataúd de pino nuevo,
Sin embargo, el sudario era demasiado pequeño y le sobresalían los pies.
Llegaba a través de las juntas de madera el hedor de su cadáver
y algunos de los portadores envolvieron sus caras con pañuelos.
La muerte no fue digna.
Se cavó una irregular fosa en la tierra hostil
y se disparó una pobre descarga sobre su tumba.
Se puede decir, por nuestra indiferencia, que nadie lo echaría de menos. (1)
En esta “Carta desde Aragón”, que comienza con el verso: “Es un tranquilo sector de un frente tranquilo”, el poeta descubre que la guerra no tiene nada de sus sueños románticos, que los cadáveres hieden, que la muerte es indigna y se vuelve cotidiana, restándole cualquier atisbo de gloria y de grandeza.
El poema más popular suyo es el que dedicó a su novia, por el que sobrevuelan tristes barruntos de muerte
A Margot Heinemann
Alma del mundo desalmado,
alma mía, tu recuerdo
es el dolor que siento en mi costado,
la sombra que ensombrece cuanto veo.
La muerte no fue digna.
Se cavó una irregular fosa en la tierra hostil
y se disparó una pobre descarga sobre su tumba.
Se puede decir, por nuestra indiferencia, que nadie lo echaría de menos. (1)
En esta “Carta desde Aragón”, que comienza con el verso: “Es un tranquilo sector de un frente tranquilo”, el poeta descubre que la guerra no tiene nada de sus sueños románticos, que los cadáveres hieden, que la muerte es indigna y se vuelve cotidiana, restándole cualquier atisbo de gloria y de grandeza.
El poema más popular suyo es el que dedicó a su novia, por el que sobrevuelan tristes barruntos de muerte
A Margot Heinemann
Alma del mundo desalmado,
alma mía, tu recuerdo
es el dolor que siento en mi costado,
la sombra que ensombrece cuanto veo.
Al atardecer se alza el viento
a recordarnos que el otoño viene,
yo, yo tengo miedo a perderte,
y tengo miedo a mi miedo.
Camino de Huesca, en el último tramo,
última barrera para nuestro honor,
tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
como si tú estuvieras a mi lado
Y si la suerte acaba con mi vida
dentro de una fosa mal cavada,
acuérdate de toda nuestra dicha;
no olvides que yo te amaba.
a recordarnos que el otoño viene,
yo, yo tengo miedo a perderte,
y tengo miedo a mi miedo.
Camino de Huesca, en el último tramo,
última barrera para nuestro honor,
tan tiernamente pienso en ti, mi amor,
como si tú estuvieras a mi lado
Y si la suerte acaba con mi vida
dentro de una fosa mal cavada,
acuérdate de toda nuestra dicha;
no olvides que yo te amaba.
(Traducción de José Agustín Goytisolo)
Aunque el poema está escrito cerca de aquí, en la última milla de Huesca, cuando los republicanos fracasaron en su intento de recobrar esta ciudad, es premonitorio de su cercana muerte, ocurrida el 28 de diciembre de 1936 en la batalla de Lopera, debida a una ráfaga de ametralladora cuando intentaba ayudar a un compañero. Un día antes había cumplido los 21 años de edad.
En la santa paz de esta mañana me golpean los poemas de este poeta con su carga de belleza y tragedia.
Aunque el poema está escrito cerca de aquí, en la última milla de Huesca, cuando los republicanos fracasaron en su intento de recobrar esta ciudad, es premonitorio de su cercana muerte, ocurrida el 28 de diciembre de 1936 en la batalla de Lopera, debida a una ráfaga de ametralladora cuando intentaba ayudar a un compañero. Un día antes había cumplido los 21 años de edad.
En la santa paz de esta mañana me golpean los poemas de este poeta con su carga de belleza y tragedia.
Antonio Envid
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(1) We buried Ruiz in a new pine coffin,
But the shroud was too small and his washed feet stuck out.
The stink of his corpse came through the clean pine boards
And some of the bearers wrapped handkerchiefs round their faces.
Death was not dignified.
We hacked a ragged grave in the unfriendly earth
And fired a ragged volley over the grave.
You could tell from our listlessness, no one much missed him.
(2) Heart of the heartless world,
Dear heart, the thought of you
Is the pain at my side,
The shadow that chills my view.
The wind rises in the evening,
Reminds that autumn's near.I am afraid to lose you,
I am afraid of my fear.On the last mile to Huesca,
The last fence for our pride,
Think so kindly, dear, that I
Sense you at my side.
And if bad luck should lay my strength
Into the shallow grave,
Remember all the good you can;
Don't forget my love.
Reminds that autumn's near.I am afraid to lose you,
I am afraid of my fear.On the last mile to Huesca,
The last fence for our pride,
Think so kindly, dear, that I
Sense you at my side.
And if bad luck should lay my strength
Into the shallow grave,
Remember all the good you can;
Don't forget my love.
la foto es del interior de un cobertizo en una de las trincheras de la época que se conservan en la sierra de Alcubierre en lo que fue la posición de San Simón.
ResponderEliminarAntonio