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SGS |
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Cinco vertical. Desconocido, no sabido. Ocho letras. Ignorado. Sé que es ignorado, pero no es
correcto. El crucigrama está mal
hecho.
Pasen, pasen y vean…
Cuando la
señorita Frieling entraba cada mañana en el estanco de Harper y, especialmente
los días lluviosos, encontraba en la tertulia del mostrador al señor maduro y
atractivo de cabello ceniciento que, luego, una hora después, en la
salchichería de Rooney, untaba tostadas en el café siguiendo el parte en el
viejo televisor, ni de lejos podría imaginar que aquel hombre fuera Alejandro
Stocovick.
Exceptuando
este encuentro matutino, casi cotidiano, la señorita Frieling, Diana Frieling,
tenía referencia de Stocovick por dos vías: la primera y más antigua porque ya
desde sus tiempos de universitaria era ferviente admiradora de sus trabajos
literarios; y la segunda, porque Stocovick era el padre de Trebor, con quien
mantenía una relación amorosa, adúltera y, por supuesto, clandestina.
Convendrá
recordar que Trebor –obsesionado con los estudios sobre endogamia en las
monarquías europeas- estaba casado con Norah y tenía una niña. También
convendrá puntualizar que Diana vivía sola y su única relación era ésta, así
como que Alejandro Stocovick firmaba todos sus trabajos literarios bajo el
seudónimo Stefan Gautier, por lo que sería más correcto afirmar que
cuando la señorita Frieling entraba cada mañana en el estanco de
Harper y, especialmente los días lluviosos, encontraba en la tertulia del
mostrador al señor maduro y atractivo de cabello ceniciento que, luego, una
hora después, untaba tostadas en el café de Rooney siguiendo el parte en el viejo televisor, ni
de lejos podría imaginar que aquel hombre fuera Stefan Gautier
o
cuando la señorita Frieling entraba cada mañana en el estanco de
Harper y, especialmente los días lluviosos, encontraba en la tertulia del
mostrador al señor maduro y atractivo de cabello ceniciento que, luego, una
hora después, untaba tostadas en el café de Rooney siguiendo el parte en el viejo televisor, ni
de lejos podría imaginar que aquel hombre fuera el
padre de Trebor
De hecho, la
señorita Frieling ignoraba siquiera la existencia de un tal Alejandro
Stocovick...
(...)
Amaba a
Trebor.
(...)
La señorita
Frieling, Diana, amaba a Trebor y fumaba negro nacional.
Puedo
verlo. Ahora todo lo veo.
Trebor no
fumaba ni negro ni rubio ni amaba a la señorita Frieling.
(O creía que no la amaba, o no
estaba seguro de amarla, o quería y no podía amarla…
Y todo porque el verdadero color
de pelo de Diana delatado en sus cejas, y no sólo en sus cejas, pervertía sus sentimientos
hacia ella –nunca su deseo- al aflorar aquellos prejuicios endogámicos que
tanto le atormentaban.
Prejuicios cuya ausencia, claro
está, había actuado en su día de imán hacia Norah sin que su magnetismo, el
magnetismo de lo exógámico, hubiera mermado en realidad con el paso del tiempo).
Los dos, la
señorita Frieling y Trebor, eran profesores de literatura moderna en el
instituto Edelstein de enseñanza secundaria.
Él estaba obsesionado con sus estudios sobre endogamia. Ella con él.
A Trebor le gustaban las juanolas y la señorita Frieling iba siempre con
un periódico entre los brazos cerrado no por la página principal sino por la de
los crucigramas y el obituario: vertical ocho letras... evitar...
s-o-s-l-a-y-a-r. Sí, soslayar, ok.
Servando Gotor
Entre las ruinas del cielo, 2011
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