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El hombre olvidó la novela en el coche. Y no tiene ganas de volver allá. El
aparcamiento está a tres manzanas de su casa. Pero el libro que tenía entre
manos le atrapa tanto que, si quiere seguir leyendo, tendrá que ser él quien
continúe la novela. Y en un acto insólito de emulación y atrevimiento, el hombre
coje papel y lápiz, cierra los ojos, se concentra, y se dispone a escribir. Ya
está sentado frente a la mesa del escritorio. Se mete dentro de la cabeza del
autor. Por un momento el hombre será su pluma, su imaginación y trama.
A quienes leyeren lo que a continuación este maletilla de letras se
inventa, les propone que descubran el título del libro que, sin querer, dejó en
el coche. Para este hombre, luego será un honor que le acusen de plagiar al
escritor, a quien no cita para alimentar más el suspense, y sobre todo, para
evitar comparaciones que no vienen a cuento:
Marien, aturdida y confusa por tener su
corazón entre dos hombres dividido, no aguanta estarse quieta. Si quiere
calmarse deberá ocuparse en algo: regar las flores del jardín, salir a dar una
vuelta, ordenar el sótano. El silencio de las cosas, la inercia de sus
movimientos, la tranquilidad del ambiente destapan con más furia su lucha
interior. Ella no quiere que las dudas acaben con su dignidad y entereza. Sus
nervios no la dejan hacer nada. Se sienta junto a la ventana del salón. El frío
de la mañana, -cuatro bajo cero- perfora sus pensamientos con persistencia y
furor. El ocio la inquieta aún más. Ahora, abandona el sillón. Enciende la
chimenea, saca el canasto de los hilos. Y al fin se decide por tejer el aushnka
que tiene a medio, sin saber si regalárselo luego, una vez terminado, a Marcial,
o tal vez ¿este gorro será para Virgilio?
La labor no le relaja. Su cabeza sigue dando vueltas como una montaña
rusa. Tiene la sensación de ser un monstruo con dos corazones, como la mujer de
las dos cabezas del circo al que su padre la llevó de pequeña. ¿De cuál de las
dos cabezas emanaría el aleteo de los párpados, el ajetreo de las manos, el
pulso de las venas, el estiramiento de los músculos, la sed, el sueño, los
amores de aquel híbrido de la naturaleza? La femme à deux tête ¿reiría con una
de sus bocas? ¿con la otra boca lloraría? ¿o acaso esta mujer pudiera reír y
llorar al mismo tiempo? ¿o enamorarse de dos hombre sin que su corazón se
resquebrajara?
Marien, de niña, consideró una suerte que una misma mujer llevara dos
peinados diferentes, pudiera decir sí y no al mismo hombre, mirar al sur y al
norte sin mover los pies de su sitio. Expresar emociones contrapuestas,
pensamientos distintos, sin duda, son una gran ventaja. Marien ahora sin embargo
lamenta la desgracia de tener un sólo corazón para dos hombres. Mientras teje el
aushnka, el recuerdo de los ojos gozosos de Virgilio alegran a Marien. En
cambio, la imagen del semblante lastimoso de Marcial allá en la guerra la
entristecen. Y estos dos sentimientos incompatibles la torturan por dentro.
¡Ojalá ella pudiera tener dos corazones como la mujer de las dos cabezas¡
me ha recordado Guerra y Paza, pero porqué no Ana Karenina, Madame Bovary y cientos de esposas adúlteras que pueblan la literatura. creo que es una excelente mixtifición de Juan Serrano y el texto es enteramente suyo
ResponderEliminarAntonio
Frío, frío. De esta entrada (Ejercicio literario) hay una segunda parte, (Ejercicio literario II). Tal vez habría que esperar a leer las dos para dar con el autor y su novela. Y si acaso no, bastará con pinchar en la imagen de Ejercicio literario II para hacerse una idea de que va el juego. Juan Serrano
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