Argamasilla de Alba, cárcel donde, según la tradición, se escribió El Quijote (Fotografía AEM) |
Aquí donde me ven vuesas mercedes
es mucha la injusticia que conmigo se ha cometido. Pues no es el caso de que
entre los innumerables personajes que contiene El Quijote, muchos de ellos
metidos a empujones como quien dice, solamente se me dedique una mención, eso
sí, nada más comenzar, en el primer capítulo. Yo no se leer, que para ser buen
cristiano no es necesario, y hasta inconveniente, me dice el cura, que bien me
sé el credo y el padrenuestro, y podo una viña como el mejor y con eso me
siento tan honrado cristiano como el que más, aunque no sepa leer esa mención
me la sé de memoria:
“Tenía en su casa una ama que
pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de
campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera.”
Le tengo preguntado cien veces al
cura, que se sabe el libro de cabo a rabo y pasaría mejor un examen de él que
de doctrina, sobre lo demás que en El Quijote se cuente de mí, la última vez
con prohibición expresa de no volverle a preguntar, que es prohibición de Santa
Madre Iglesia reservada, según dijo, al ordinario, que no se a que ordinario se
refería, que aquí en el pueblo, salvo él, el barbero y el bachiller, somos
todos muy ordinarios, pues, está cansado de contestarme, que el autor del libro
no vuelve a acordarse de mí en todos los folios de sus dos gruesos tomos.
Pues, puedo jurarles por las
bragas de mi abuelo, que era tan cristiano viejo y tan buen podador como yo,
que sin mí no se habría escrito el libro y si se me hubiera preguntado, en
lugar de a un tal Cidi Hamete, que seguro que tendrá más de un dedo de grasa
rancia de judío, no habría tantas falsedades en la historia de mi buen amo don
Quijote, que según me cuenta el barbero, cuando voy a rasurarme las vísperas de
fiestas solemnes, está lleno de imprecisiones, “imprecisiones” dijo, que me
repetí la palabra varias veces para acordarme, que en otro momento, si vuesas
mercedes tienen paciencia, yo les contaré por menudo. Les aseguro, digo, que sin
mí el buen don Alonso Quijano no podría haber abandonado hacienda, ama y
sobrina para ir por esas tierras de Dios, en su gloria esté, en busca de
doncellas deshonradas y entuertos que enderezar.
Pues bien que se proveyó de
dineros en la salida que hizo en la segunda parte, que ya andaba advertido de
que los caballeros andantes precisaban de dineros tanto como de valor y
esforzado brazo. Pregúntense de donde salieron los reales y los pesos que llevó
y, que yo sepa, no volvieron, que ya anduvieron a cuenta de ellos algunos
chismes por la aldea, que si en el testamento mandó mi señor que no se le
pidiesen cuentas a Sancho, que si tal, que si cual, pues esos dineros salieron
del esfuerzo y mimo con que cuidaba yo de su hacienda, que él, entre los
libracos que leía y sus conversaciones con el cura y el barbero, poco se
ocupaba de ella. Sin embargo el mentecato de mi vecino Sancho ha pasado a la
historia y anda en libros y cuentos, que buen provecho le haga, que para mí que
a burro muerto cebada al rabo y para después de mi muerte con que se me haga
alguna misa ya me siento satisfecho.
Con ser mucha la injusticia que
me hizo ese tal Cervantes, que en gloria esté, lo que de verdad me tienen
desasosegado son las mentiras que se han dicho después. Que, qué podía hacer
yo, hombre mozo como era, solo en la casa con el ama y la sobrina, durante las
prolongadas ausencias de mi señor don Alonso. Que, a qué se refiere el autor al
decir que yo “ensillaba el rocín”, que si a quien ensillaba sería al ama, que
pasaba de cuarenta y ya era cabalgadura vieja y de trabajo. Y en lo de “tomar
la podadera”, habiendo en casa doncella y moza, si sería ella el majuelo donde
yo me ejercitaba. Todo maldades y chismorreos de aldea que me han amargado la vida
y eso que, acompañando de caza al cura, que más apreciaba mis consejos sobre
donde encontrar las perdices, que me conozco yo bien sus querencias en estos
parajes, y mis muestras y señales, que las de su perdiguero, me decía que no
hiciera caso de chismes y hablillas, que cada uno en su casa y Dios en la de
todos y a cada perro su hueso, y que me
confesara el domingo y estuviera atento al pájaro, que la perdiz por el pico se
pierde. Con todo nada se ha dicho de lo cuidadas que tenía la media docena de
hanegadas propiedad de nosamo don Alonso, sembradas o en barbecho según viniera
el año, y lo lindamente podadas que estaban su cuatro cepas, que era gloria
verlas; que como podador me la juego con el mejor de toda La Mancha, que así se
me reconoce en el pueblo y no me dejarán mentir. En fin, guárdeles Dios a
vuesas mercedes y tengan buena ventura, que lo poco se agradece, pero lo mucho
cansa.
Antonio Envid
Como descendiente directo de Antón Tembleque, que así se llamaba el mozo de don Quijote, le doy las gracias más sinceras, a usted y a todo el personal de ese blogg, por haber dado voz a mi honrado antecesor, que hasta ahora no había logrado hacerse oír. Es tradición de mi familia que cuando don Quijote murió mi antepasado abandonó la casa y a poco casó con una viuda de los alrededores que poseía mediana hacienda y dos hijos y que él contribuyó a acrecentar ambas, la hacienda y la familia, pues tuvo cuatro hijos más.
ResponderEliminar.
ResponderEliminarEjemmm, ha escrito el señor Tembleque, descendiente
de aquel cuyo nombre. O D. Antonio o Maestro Gotor, por
favor, que le den razón u algo, que esto parece la casa
de tócameroque.
Y aprovecho para 1 pequeño acertijo lejanamente
parecido al de D. Antonio: un francés Stendhal, pseudónimo
de no sé qué, escribió en el siglo 19 un libro que intituló
el rojo y el negro. Hay en él (en el libro) dos protagonistas
femeninas, Mme. de Renal y Mathilde de la Mole.
Perooo, de la primera, Mme de Renal, sólo se da su nombre
de pila 1 sola vez en toda la novela... ¿cómo vendría a llamarse
esta hermosa dama de nombre?
Gracias
Narciso
Por mi parte agradezco las palabras de este descendiente de Antón, que no me cabe duda que fue hombre honrado y que sirvió fielmente a su amo don Alonso Quijano, pero yo tenía oído que casó con la sobrina de su amo y no me parece extaño, pues explicaría el silencio que sobre él manifiesta el tesatamento de don Quijote. Éste, sabedor de las relaciones del mozo y sobrina, nombra heredera a su sobrina en la espera de que ambos formalicen estas relaciones y mantengan la casa.
ResponderEliminarEn cuanto al enigma de don Narciso, nada puedo decir. Leí La Cartuja de Parma y la encontré muy envejecida, muy lejana de mis inquietudes. Me gustan sus libros de viajes. Admiro sobre todo a alguien que pudo escribir en su epitafio:"Escribió, vivió y amó", quién puidera decir lo mismo. Espero que Narciso me ilustre.
Antonio
.
ResponderEliminarPero qué ilustre ni ilustre... habrá leído Mme Bovary,
Ana Karenina, Lolita, La Regenta o Ada o el ardor.
Son todas ellas mujeres, ya ve que le doy muchas posibilidades
de lustre... usted me dice una que haya leído y yo
le pongo el acertijo... oléé
D. Antonio, ya ve que uno intenta... conciliar posiciones
y tener motivos altos para respetar al enemigo 8-)
1 abrzo
Gracias
Narciso
.
Un amigo me dice: no te equivoques Antonio, no es que todas las mujeres sean iguales, es que son la misma.
ResponderEliminarY, esto en confianza, para mí, en general, un enigma.
Pero, en fin, que me dice de Halle Berry, chica bond en "Muere otro día"
.
ResponderEliminarEs (muy) guapa, sipe, pero tiene usted que
decirme cuál de ellas prefiere, hay muchas
halles, casi cada día halle se cambia el pelo,
la piel, el alma, las piernas, la piel del alma,
incluso el color de la piel del alma...
¿La de los tiempos de la película bond?
Adjunte una afoto u algo, creo que se puede
en estos comentarios, sí, adjuntar una imagen
de halle, mmmmm...
Gracias
Narciso
.
Todas. Puestos a pedir. Sería una descortesía escoger.
ResponderEliminarAh¡ y con todo: quechup, mostaza, pepinillo, rodajitas de cebolla y patatas y cocacola.
antonio