En mi pueblo si pasa algo, es a partir de las once de la mañana, cuando el alcalde después de haber desayunado da los buenos días al securata del consistorio. Nadie delante de un guardia aparca su coche en doble fila, ni escupe para arriba, ni se tira un pedo en el tranvía. La mirada del otro condiciona nuestra conducta. Somos como nos miran. Determinismo al canto.
Lo mismo ocurre en cualquier sitio: nada sucede en el país hasta que allá en Madrid, asentado el sol en las terrazas, los teletipos no están en funcionamiento. Por eso mi vecino saca a su perro a pasear a las tres de la madrugada, esa franja invisible que va desde la noche cerrada hasta poco antes del alba. El mundo deja entonces de existir, los excrementos no son de nadie, las penas no tienen rostro, y cualquier delito prescribe antes de cometerse, simplemente porque no hay constancia. Es costumbre de villanos tirar la piedra y esconder la mano. Y es en la noche oscura donde el político forra su colchón de billetes, el banco redobla intereses, el accionarado reparte dividendos, y a ti la zorra te dejó sin tu gallina blanca.
En la noche cómplice un simple detalle configura la realidad en su verdad más honda y oscura, así como un terremoto de siete grados pasa inadvertido si tiene lugar en las antípodas de donde vivimos, allá en Turquía. Basta con que la persona que cuenta algo tenga crédito, audiencia y lo diga en su momento y lugar oportuno, o calle mintiendo.
Lo que no se conoce no acontece. Y si no decidme, ¿sabe alguien lo que pasó aquella noche cerrada en el piso que da a la espada de mi casa? No pasó nada.
Pero, aún después de cuatro años de haber pasado, yo sigo oyendo los gritos de la mujer del vecino, el mismo que cada noche acostumbra a desentenderse de las cagadas de su perro; y veo a este hombre como clava el cuchillo a la que, según dicen, murió de infarto.
Pues bien, este crimen no sucederá, si yo no denuncio el caso.
Juan Serrano
(En el blog Blao
25 octubre
2011)
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ResponderEliminarÁngel me ha comentado que cuando te lee, cuando lee
cosas tuyas, siente el mismo burbujeo que si se hubiera
tomado una pastilla efervescente... como me ha parecido una
espléndida comparación pues he venido a probar y bueno,
a mi me parece que escribes demasiado bien, lo que no
acaba de ser un elogio, aunque va en la línea del elogio,
pero sobra el demasiado... espero que se entienda
(ya que no sé explicarme) con el demasiado.
De todos modos, está clara la excelencia de tu
escritura... lo demás son pies al gato.
Gracias, Juan.
Narciso
Burbujeo de las pastillas efervescentes... ¡Qué precisión la de Ángel! Justo eso es la escritura de Juan.
ResponderEliminarLos que tenemos graves dificultades de expresión, tanto oral como escrita, sentimos gran admiración por quien si sabe hacerlo. Y no dejamos atrás a persona como Ángel que saben expresar tan bien las sensaciones que perciben de un texto. Sí, justo eso, como una pastilla efervescente.
Aparte, yo se de alguno por ahí que carece de "obra", entiéndase por eso texto redondo, completo. Me gustaría tener la capacidad de Ángel para explicar las sensaciones que mueven sus escritos. Estoy convencida de que jamás le publicarán nada, me da además que él está en otras guerras, pero de lo que estoy convencida también es que llegará un día que con todo lo que tiene escrito -confío en que lo guarde, que eso no lo tengo claro- alguien formará un Libro del Desasosiego o algo similar.
En fin, que ese alguien ¡no destruya lo que tiene!
La Conchaparis