domingo, 20 de mayo de 2012

UNA REGIA DINASTÍA DE ARZOBISPOS CESARAUGUSTANOS (Antonio Envid)

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AEM & sgs


¿He dicho en alguna otra ocasión que Zaragoza es un archipiélago? Seguramente sí. De un mar de vulgaridad modesta y provincial emergen, aquí y allá, esplendidos islotes, deslumbrantes atolones, solo visibles para el ojo atento, donde la genuina Zaragoza se ha mantenido incólume. Uno de estos islotes es sin duda la terraza de la cafetería del Museo Diocesano.

Se sitúa esta terracita en el patio del Palacio Arzobispal. Es un remanso de paz y por la mañana solo se oye el piar de algún gorrión. Sobre las ruinas del antiguo foro romano, aledaño al antiguo puerto fluvial, entre los muros que encierran los restos del que fue Palacio de la Diputación del Reyno, la máxima magistratura del viejo reino de Aragón, y del palacio gótico que construyera el arzobispo don Dalmau de Mur y a la sombra de la bella torre de la Seo, proyectada por Contini, es tanta la historia que encierra este pequeño espacio, que necesariamente ha de espolear la imaginación.

Arrastro hasta allí a otro explorador de la Zaragoza reservada: Servando. “Anda, Servando, toma una foto de la torre desde aquí, que a mí me salen oscuras, pues el sol está tras ella”. Mientras tomamos una copa de vino de Cariñena (excelentes tintos, ahora que vuelve a cosecharse la garnacha propia, olvidando a cabernets foráneas o relegándolas a meros acompañantes, de buen cuerpo, cuyos glicéridos lagrimean por la copa, mientras sus taninos la tornasolean) la conversación se dirige a rememorar una de las más gozosas épocas que vivió nuestra ciudad. Se trata de un tiempo que se extiende casi a todo lo largo del siglo XVI en el que Zaragoza mantiene, todavía, cierta prestancia como antigua capital de la Corona de Aragón gracias a una dinastía de arzobispos de la extinguida Casa real. Descendientes de Fernando el Católico, fueron estos prelados sagaces políticos como virreyes o regentes del viejo Reino, poderosos, cultos, protectores de las artes y del comercio, que igual empuñaban el báculo para dirigir a las almas, que requebraban a una noble dama para obtener sus favores y el mismo empeño ponían en reformar las costumbres monacales, que en dotar a su sede de una de las mejores colecciones de tapices que se conservan en España. Representan el epílogo de la pasada gloria de la Corona aragonesa, su canto de cisne.

Inicia la saga don Alonso de Aragón, hijo natural del rey Fernando, elegido para la mitra cesaraugustana a los ocho años de edad. Fue una lástima su ilegítimo origen, pues habría sido el heredero que inútilmente buscó el envejecido rey con su joven y coqueta consorte Germana de Foix para su reino de Aragón, decepcionado por el cariz que había tomado la unión de los dos reinos hispanos. Muy querido por el Rey su padre, durante muchos años fue el lugarteniente de este Reino, nombrándolo Regente en su testamento.

Muerto don Alonso en 1520, a la edad de 51 años, le sucedió en la silla episcopal su hijo don Juan de Aragón, pero murió joven, diez años después, en 1530.

Tras el breve arzobispado de don Fadrique, accede a la sede en 1539 don Hernando de Aragón, otro hermano de don Juan, y, por tanto, también nieto del Rey. Su bello sepulcro y el de su madre, la noble dama doña Ana de Gurrea, pueden contemplarse en una de las capillas de la Seo cesaraugustana. Protegió las artes y embelleció la ciudad edificando la Lonja de mercaderes. Murió en 1575. Concibió un hijo de María Jiménez de Cerdán, hija de un poderoso comerciante, Pedro de Aragón. Éste ya no fue arzobispo, hubo de conformarse con ser señor de Ballobar, aunque gozó de cuantiosas rentas. Aquí finaliza esta feliz y extraña prolongación de la casa real de Aragón.


Antonio Envid


2 comentarios:

  1. Jeje, bonito, porque una, leyéndolo, puede fabular,fantasear (como se hace con las lecturas que gustan)y sentirse otro explorador (-a)disfrutando una mañana de primavera de la terraza, el gorrión, el vino, la conversación y evocar a doña Germana de Foix, a Don Alfonso de Aragón (del cual pudo conocimiento a temprana edad por ser el nombre de una calle de tu barrio) y sorprenderte con el resto de la historia, no la conocías.

    Gracias por el texto

    Isabel

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  2. Bueno, esto a mi entender, sería un merodeo, en este caso alrededor del texto de Antonio (Dº Antonio Envid), escribe una lo que le sugiere el texto, sin más pretensiones.

    Tal vez coincida en algún punto con la de otro lector (merodeador/es de Antonio), pero lo seguro es que como mínimo habría muchos matices diferentes. Así vamos, por lo menos, unos cuantos construyendo, enriqueciendo (también de cosas buenas, hermosas) nuestras vidas.
    Jeje, nos sabemos pequeños frankenstein, nos construimos con retales de otros.

    Isabel

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