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Sólo tus labios conocen el misterio
que abre las impenetrables flores
más íntimamente cerradas
a cualquier reclamo de la poderosa Naturaleza.
Es tu boca la que desnuda
sus primeros pétalos pudorosos.
Y, uno tras otro, se abren con sigilo
para mostrarte a ti, únicamente a ti,
el líquido milagro de la Luz.
Tiene tu voz la virtud
de abrir y cerrar a su antojo
la carne sedienta de las primeras rosas
antes, incluso, de lo que dictan absurdos calndarios,
De la misma manera
que la sola sensación de tu presencia,
en medio de mi noche azulada,
me turba y me confunde
cuando entras y sales de mi piel.
Es tu silenciosa caricia entre sombras
la que hace de mi cuerpo frágil tallo
que sólo tú puedes sostener
hasta que la excitante savia que nos une
tronza mi cintura y broto, al fin, en ti.
que abre las impenetrables flores
más íntimamente cerradas
a cualquier reclamo de la poderosa Naturaleza.
Es tu boca la que desnuda
sus primeros pétalos pudorosos.
Y, uno tras otro, se abren con sigilo
para mostrarte a ti, únicamente a ti,
el líquido milagro de la Luz.
Tiene tu voz la virtud
de abrir y cerrar a su antojo
la carne sedienta de las primeras rosas
antes, incluso, de lo que dictan absurdos calndarios,
De la misma manera
que la sola sensación de tu presencia,
en medio de mi noche azulada,
me turba y me confunde
cuando entras y sales de mi piel.
Es tu silenciosa caricia entre sombras
la que hace de mi cuerpo frágil tallo
que sólo tú puedes sostener
hasta que la excitante savia que nos une
tronza mi cintura y broto, al fin, en ti.
Lucía Fraga
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