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Toilette es una de esas palabras que no
tienen un significado preciso en español y por eso nos vemos obligados a
utilizar el galicismo, porque, sobre todo si se refiere a una mujer, tanto es
el aseo personal, como el arreglo, el perifollo, el afeite, que dirían los
clásicos, un conjunto de ritos y manipulaciones, si no secretos, al menos
reservados, tras los cuales emerge la femineidad triunfante de la mujer
seductora. Seducción dirigida urbi et orbi, pero a menudo reservada a una sola
persona, incluso circunscrita a ella misma. La mujer del ciego ¿para quién se afeita?
Pregunta el refranero.
Pero también toilette se refiere al lugar
retirado, el retrete de nuestros clásicos, templo donde se oficia un culto divino
a la belleza. Ritos mistéricos y secretos donde se confunden la oficiante y la
diosa. Santuario reservado de Venus, totalmente vedado al hombre, que
únicamente conocerá a la sacerdotisa transfigurada en diosa tras la
celebración.
El hombre podrá construir o adquirir los
instrumentos, los vasos sagrados, las jocalias, los afeites, los aceites y
ungüentos para las unciones, los aromas y las esencias, para los sacrificios,
pero se abstendrá de manipularlos y será expulsado del templo durante su
celebración. Es la ley antigua.
No es extraño que todos los artistas, sobre
todo los plásticos hayan sido tentados en representar ese acto íntimo y
litúrgico de la toilette femenina desde el Renacimiento hasta hoy (de Bellini
hay una pintura bellísima), y que todos los hombres pensemos en ella como un
enigma despertando nuestra fantasía. Hamanes árabes envueltos en nieblas
vaporosas a través de cuyos girones se adivinan hermosos cuerpos de odaliscas,
túnicas mojadas que insinúan divinas formas, fuertes aromas de especias
orientales. Pícaros cuartos de baño franceses donde reina el glamour, las
sedas, los perfumes y los rouges. Antiguas termas donde se venera a una
patricia de belleza clásica revestida de cendales, asistida y rodeada de
jóvenes esclavas, para ungir y mimar su cuerpo.
Traigo aquí dos muestras muy lejanas en el
tiempo y en el espacio cultural. Ernst Ludwig Kirchner en 1913 pinta con gran
economía una sugerente y plástica representación de “la Toilette” o “Mujer ante
el espejo”, que con ambos títulos se conoce el oleo, en el momento en que se
abrían paso las vanguardias en un mundo alegre, confiado, ávido de experiencias,
sin sospechar la tragedia de futuro próximo, antes de que la guerra, la enfermedad, las drogas y, finalmente,
la locura arruinaran la vida del pintor. La otra es de un artista chino actual
Yang Quian, con un cuadro de técnica occidental, Hotel Bathroom, que sabe atrapar el instante del aseo personal de
una muchacha corriente, seguramente tras una ducha caliente como sugiere la
atmósfera saturada de vapor que impregna el cuarto de baño de un vulgar hotel
popular y que el pintor ha sabido llenar de poesía. Ambos cuadros, a pesar de sus
evidentes diferencias de estilo y escuela, saben preservar el enigmático
encanto que rodea la toilette femenina. En ambos cuadros cabe señalar que el
espejo cobra protagonismo. Porque un cuarto de baño sin espejo es como truncado, disminuido, ciego. El espejo
introduce un erotismo singular: el objeto contemplado es el mismo espectador,
es la satisfacción en la propia intimidad; pero, por otra parte, sugiere una
ventana abierta a otro universo; un universo ignoto y paralelo,
ni siquiera sospechado, pero intuido.
Ambas muestras pueden verse, la de Kirchner, en la antológica de la fundación
Mapfre de Recoletos hasta el 2 de septiembre y la de Yang Quian, dentro de la
exposición de arte chino actual que presenta el Palacio de Sástago de Zaragoza.
Antonio Envid
En agosto veré esa exposición. Se le puede echar una mirada aquí
ResponderEliminarhttp://www.exposicionesmapfrearte.com/kirchner/
Merece la pena meterse, ´la aplicación o como se llame esa presentación es buena.
La Conchaparis