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Dentro de cada uno hay al menos dos personas: el ser que somos de día, y aquel que de noche nos conduce por senderos de ensueño. Y si me preguntaran cuál de ellos lleva el timón de nuestro vivir más relevante, contestaría sin lugar a duda que el mundo de nuestra fantasía es el que forja y fragua nuestra realidad más concreta. Llego a esta conclusión tras visitar el otro día la exposición de un amigo.
La tarde con el sopor africano de una primavera de cuarenta grados me sacó de mi colmena y eché a volar hacia el norte, a la avenida de don Quijote, a refrescar mis calores, en busca de la miel de unos pinceles henchidos de aventuras y naturaleza, empapados de maestría y elegancia. Que allí en el Linares Lumeras, Juan Espallardo expone El dibujo elocuente; y en silencio su arte me habla con sabio color de lo que ama, mira y entiende. Y en las aguas-madre de su río quiero abrigar mis desnudeces; y en su Edén oxigenar el óxido de mis sequedades con el verdeazul de su cauce sereno, con el rectángulo de sus soles a caballo, con los misterios del aire amarillo que transpiran sus óleos.
Desde el desierto del Yemen de oro vestido, desde sus muchachas alegres, camino hasta llegar al desnudo de su eterno femenino. Desde Tarzán y su selva de lianas sugerentes desemboco en el Segura, inacabable, de mil maneras, desde su alma de niño, evocado y sentido. Y descubro a un Espallardo andariego y peregrino que va desde sus cuadernos viajeros, a Torre Anita, desde el esbozo y la sencillez más franciscana, al trazo más laborioso y geométrico de su plumilla arabesca. Y soy absorbido por la silueta de sus minaretes orientales; fascinado por sus riscos y pagodas, por el esplendor de una vegetación desbordante y tranquila, atrapado por el negro esquemático, insinuante y retórico de su pintura china.
No hay tragedia en sus cuadros, ni muertes, ni venganzas; que en tiempos de crisis el pesimismo y la derrota son los peores recortes habidos y por haber. ¡Y que te rondaré, morena! Para el ánimo incansable de este morador y viajero, entusiasta infatigable, para este dibujante que desde dentro nos habla de su yo más apreciado, no hay mejor manera de contribuir al crecimiento que un pintor con su pincel en la mano, a un flamante Tobi renacido con sus brazos abierto al mundo.
Juan Serrano
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