Ignacio Zuloaga. Madame Souty reclinada en un sofá. 1921
Parece claro que, voluntariamente o no, con intención o sin ella, el pintor hizo dos cuadros en uno, puso un cuadro dentro de otro, pintó con dos personalidades, con dos personas, con dos existencias completamente distintas.
Como sencillo merodeador, uno prefiere la pintura pequeña, los escasos centímetros de óleo del rostro de la madame, quizá porque sólo en ese palmo de lienzo está el pintor humano, impotente, zozobrando, sin rendirse pero dándose por perdido, sintiéndose incapaz de pintar la belleza, la verdad de ese rostro que tal vez llevaba años, siglos, persiguiendo, intentando, queriendo.
Todo el resto del cuadro es prescindible: los alrededores, la excusa, el pintor profesional haciendo un cuerpo de mujer con unos pies preciosos, larguísimos de pie y de dedos gordos, que se levantan como una ola cuando va acercándose a la playa.
El cuadro del hombre pintor, el rostro de madame, es de una belleza feísima: el pelo reteñido de negro y el óvalo ya descolgado de la cara, enorme de orejas, con la sonrisa encogida y desnivelada; con esa nariz que, de pronto, en el descenso, cambia de dirección y se cae y le deja una falta de nariz deficiente. Y toda la cara maquillada espesamente de blanco, poniéndole una máscara que ya no sostiene sus rasgos descolgados y sólo deja libres los ojos, esos dos ojos negrísimos que hacen una sola mirada que sí, que olé, que tal vez explica toda la lucha de la madame o del pintor por mantener en pie esa fachada descabalgada, asimétrica y penosa, ay.
Narciso de Alfonso
Retratos de mujeres desnudas
El merodeador (Serie II)
Narciso de Alfonso
este cuadro fue subastado en Londres el año pasado por 800.000 euros
ResponderEliminarY cuanto valen las fotos de las "chicas" hambrientes de Narciso y la pintura pornografica (en el sentido literal y etimologico de la la palabra) del nieto de Freud ?
ResponderEliminarEso es el arte
Un saldudo de
Bernardo el Belga
Yo te pintaría sin el fondo, quitando lo que sobra y probablemente sobrase pintarte.
ResponderEliminarManchémonos por dentro, dibujemos grotescas formas de colores y después las borramos, sin olvidarlas del todo.
un admirador