martes, 22 de noviembre de 2011

OLEANDA (Antonio Envid)

SGS
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La publicación por Servando Gotor de un fragmento de su novela “La ciudad sin faro” me invita a mostrar el presente fragmento de otra novela, esta vez mía, “El tenue aroma de la acacia”, donde también tengo un recuerdo para aquellos pobres de antaño, que se aposentaban en la puerta de la parroquia y eran de sobra conocidos de todo el barrio. Gozaban de la protección de los parroquianos y eran como una especie de patrimonio común. Descendientes directos de aquellos mendigos que acudían al pazo del Marqués de Bradomín y de los que recoge Buñuel en Viridiana, formaban una fauna ibérica prácticamente extinguida (por favor, no comparar, de entrada, yo me quedo con el relato de Gotor)


Oleanda merece capítulo aparte. Era el pobre titular de la parroquia. Omnipresente en todos los oficios religiosos, con expresión humilde, mientras extendía su mano, franqueaba la puerta a cuanta beata, y beato, acudían a ellos, a la vez que murmuraba una ininteligible oración. Como yo era un chico, disfrutaba de algunos privilegios, entre ellos el de acompañar a ratos al peculiar mendicante, sin recibir de él un exabrupto o una patada, que de ser mayor, a no dudar habría recibido, de modo que a fuerza de oírle recitar la enigmática oración llegue a descifrarla. Decía algo así, muy de corrido: “!Denle-limosna-a-este-pobre-hombre-que-en-la-flor-de-la-vida-se-le-fueron-las-ganas-de-trabajar-y-quiera-Dios-que-no-le-vuelvannn¡”. Manejaba algunas variantes, añadiéndole florituras, melismas y calderones.
 

A media mañana comparecía por la bodega a por su vaso de vino cotidiano, siempre con talante alegre, con su andar pausado pero rítmico y su atuendo imposible de pobre de tebeo, tras sus gafas montadas con alambre y esparadrapo. Su conversación se salpicaba de exclamaciones: ¡Olé!, ¡Anda!, de ahí su alias, “Oleanda”.  Trasegaba su vaso, paladeando lentamente el regusto del recio tinto, deshaciéndose en alabanzas sobre él. Mi padre debía de pensar que semejante propaganda compensaba con creces el costo de la consumición, de modo que no decía nada cuando, tras un largo rato de conversación con los parroquianos, se marchaba sin pagar.

- ¿Como pasándote gran parte del día a la puerta de la iglesia eres tan gran hereje, Oleanda?

– No digas eso, hay tres santos por los que tengo gran devoción: Santa Bota, Santo Jarro, y el mayor, Santo Porrón y que Díos me perdone.

–Tú al único Dios que conoces es al dios Baco.

Se decía que con sus oraciones y sus arrumacos sacaba unos buenos dineros de los bondadosos feligreses, con los que mantener muy decentemente a sus dos mujeres, pues era bígamo declarado. También se decía de ellas que ninguna queja tenían, tanto en atenciones materiales, como carnales, pues además de gustarle el mosto era un auténtico sátiro y más de una feligresa tuvo que hacer un rápido recorte para esquivar su ágil mano en pos de sus nalgas.

Gustaba de decirme adivinanzas, tales como:

Una vieja corrucada,
un hijo enredador
una dama muy hermosa
y un hijo predicador
¿Qué es?

-Piensa, piensa un poco….Una vieja currucada, pues: una cepa, y el hijo enredador, los pámpanos; la dama hermosa, la uva y el hijo predicador ¿no ves cuanto hablamos los borrachines?- De pronto, se levanta de un salto y sale corriendo. -Por ahí viene el sacristán y no quiero que me amargue el día-

La enemiga entre Oleanda y el sacristán era conocida de todo el barrio. El sacristán acusaba al mendigo de pasarse gran parte del día en la puerta de la iglesia llenando el atrio de escupitajos, amén de entrar subrepticiamente a beberse el vino de consagrar, a lo cual éste respondía que todo aquello eran grandes mentiras, pues escupir, escupía en un rinconcico y poco, y en cuanto a lo del vino, era una total falsedad argüida por el sacristán para encubrir sus propias bellaquerías, que eran muchas, y que si él hablara…

Evitando el encontronazo, desaparecía calle abajo canturreando procacidades. Veinticinco mujeres, cincuenta tetas/ más tira pelo de  coño, que cien carretas….



Antonio Envid
De El tenue aroma de la acacia 

2 comentarios:

  1. Los estilos son distintos.
    El uno no excluye al otro.

    Los personajes y sus nombres, la recreación de los ambientes, etc. Como dice la Conchaparis, mucho talento hay por aquí (el blog). Conceder estas cosas como quitarse prejuicios lleva un tiempo.

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  2. Curiosas reacciones diferentes, viviendo en la asepsia.
    A veces he visto a personas de este tipo que realmente piensan en su fuero interno que nos toma el pelo la vida...y tienen bastante de razón

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