CÉSAR DEBE MORIR (Antonio Envid)

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Cuando el cine parece haber abandonado su papel como obra de arte para convertirse en mero espectáculo visual aparece, de vez en cuando, una película que lo desmiente, como es el interesante film de los hermanos Taviani, Paolo y Vittorio, “César debe morir”. 

La película se clasifica en ese subgénero que tantas obras excelentes ha dado: el teatro dentro del cine, y viene inspirada en el texto de la tragedia shakesperiana Julio César. Trata de los ensayos para poner en pie la conocida tragedia de Shakespeare por el taller de teatro de la cárcel Rebibbia, regidos por el director Fabio Cavalli, actuando los propios presos y como escenario, las dependencias de la cárcel. Rodada casi exclusivamente en blanco y negro, adquiere proporciones de las grandes películas clásicas. 

Aparte de sus logros formales, los Taviani plantean una gran paradoja al desarrollar el conflicto de unos conjurados, que no toleran que las libertades de la ciudadanía de la vieja república se vean amenazadas por la pretensión de César de proclamarse dictador, y representarlo, precisamente, por unos presos privados de ellas. La muerte del dictador por sus amigos, que lo respetan, pero que no dudan en asesinarlo y arriesgar su propia vida para salvaguardar la libertad, representada en una cárcel, la antítesis de esa libertad ensalzada por encima de todo. Esa paradoja hace exclamar a uno de los personajes, desde que he conocido el arte esta celda me parece verdaderamente una cárcel. Tiene, además, el acierto de imbricar teatro y vida, sin apenas solución de continuidad, que es lo que hace maravilloso el teatro, en tanto que los actores interiorizan a sus personajes y comprenden que ellos han podido vivir los mismos conflictos y emociones. En fin, un revival de ese extraordinario cine italiano de otros tiempos.

Antonio Envid