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Es el comienzo de una hermosa
tarde de Septiembre. Mi amigo y yo estamos aquí, junto a la pequeña ermita de
La Violada, en el recién estrenado pueblo de San Jorge, en Huesca, amorosamente cobijado bajo la sombra de Almudevar.
Otrora era fácil oír y aún casi
se adivina el galopar de caballos, el chocar de los alfanges y espadas, los
gritos de moros y cristianos y la llamada con que el cochero detiene los
alazanes de la vieja diligencia...
¡Llano de la violada! el de Almudevar,
con sus gentes bravas y bodegas abiertas al sol de la mañana. El de Gurrea de
Gállego, con sus sueños de tiempos feudales y anhelos de pequeños núcleos
industriales. Con el agua del Canal de Monegros haciendo ubérrimas todas
aquellas tierras y un no sé qué – tul o misterio – celando su belleza hasta
donde la vista alcanza.
La tarde es magnífica y al
conjuro de su luz difuminada, surge airosa, ante nuestra imaginación, la
antigua villa así llamada desde antaño “La Violada” por los nobles y villanos del
lugar.
Desde esta altura cuento a mi
amigo la historia de la ermita que dice así: “Hubo aquí en este llano una
villa, famosa por sus almenas, y por sus torres de las que nos hablan
historiadores muy antiguos y por su Iglesia situada al borde del camino y
dedicada a nuestra Señora de la Violada.
Presidiendo la Iglesia, sentada
en su trono, la Virgen de la Violada sostenía en sus brazos al niño Dios. Y
dando fondo a este conjunto, un hermoso retablo, a cuyo pié se podía leer la
siguiente inscripción: “Este retablo e imagen se hicieron por mandato del noble
señor Don Miguel de Gurrea”.
Daban fe de la mucha devoción
de las gentes a esta imagen la capacidad de la iglesia y la afluencia de los
pueblos de Almudevar, de Gurrea y de sus alrededores que acudían allí en busca
de ayuda para sus necesidades espirituales y materiales. La tradición de los
abuelos, verdades que se transmiten de padres a hijos, nos cuentan que eran
muchas las rogativas que se hacían para pedir las tardías lluvias, para alejar
las tormentas, en la elección de mujer para sus hijos...
Todo esto que así fue y que
parece que no pudo ser de otra manera. Todo esto que tantas veces he contado a
visitantes y amigos. Todo esto voy diciendo a mi amigo y siento que un corazón
más queda prendido por el amor a esta morena Señora, cuya devoción nace hoy
pujante, como en los años primeros, a la sombra de la Iglesia parroquial de San
Jorge, cuando ya la noche de los tiempos no nos permite ver ni las altas torres
de La Violada, ni la amplia nave de la Ermita que se alzaba junto al viejo
camino, testigo de tantas grandezas que he ido contando a tantos en las quietas
tardes del estío.
NOTA: La Virgen de la Violada se la conoce así por
tres motivos:
1º Porque su Ermita estaba
situada a la vera de la vieja calzada romana ( o como decían los romanos, Via
Lata = carretera ancha ).
2º Porque en muchos kilómetros, alrededor de la
Ermita, había toda clase de flores y
plantas de color morado, verde oscuro, etc., lo que daba a la zona un aspecto
violáceo o violado.
3º Porque a los pies de la
Virgen se acogió la muchacha aquella que
en su amor o en su desgracia había perdido lo mejor que tenía en su corazón.
(Artículo escrito y dedicado
por mí a la Virgen de la Violada, en San Jorge, Huesca, y a los pies de su Ermita,
en Septiembre de 1964 ).
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