-
La suave música y
la escasa luz, así como la moqueta que apaga los pasos y los sillones forrados
de cuero, habitualmente le producían un agradable bienestar, como si aquel lujo
estuviera a su alcance y le fuera propio. Pero aquella tarde, no. Aquella tarde
descubría con crudeza que todo era un
falso decorado de grosera elegancia para energúmenos, que la noche artificial
creada por la baja iluminación colaboraba en su disimulo, que la música tenía
el tono metálico del enlatado. Esa tarde vio un
mundo cruelmente sarcástico. Se dirigió a la barra.
-¿Lo de siempre,
Ibo?
-No,
hoy no. Una cerveza.
La
chica se agacha para coger la botella del refrigerador y muestra en el balcón
de su atrevido escote los exuberantes pechos que tanto atraían a la clientela, y
también a Ibo. A la escasa luz del local no se veían las imperfecciones que la
vida nocturna y alcohólica marcaban la piel de la muchacha, cuya juventud ya le
abandonaba, ni el tinte ceniciento que a la luz del día mostraba. Sin embargo,
su belleza marchita y pecaminosa, quizá por ello, excitaban a Ibo, aunque sabía
que nada había que hacer con ella, era propiedad de Malrencor, el dueño del
local, del mobiliario, de la chica y, seguramente, de alguno de sus clientes,
quizá, en estos momentos de él mismo. No
le extrañaría que un tatuaje en alguna
zona íntima de la joven advirtiera “Soy propiedad de Malrencor”.
Mientras
vierte el contenido de la botella, inclinada la copa helada para que produzca
una espuma consistente, la chica esboza una triste sonrisa.
-¿Muy
perjudicado anoche?
-Demasiado.
Cogí un pedo de dios es cristo, pero lo peor es el roto que me hicieron en las
finanzas.
-¿Finanzas?, ¿qué
puedes decir tú de finanzas? Siempre andas ful. Te metiste en el reservado otra
vez, sabiendo como te va.
-Algún
día tiene que cambiar mi negra suerte, Baldesca, y ese día era ayer,
precisamente. A ver, tengo dos reinas y me vienen dos ases, me descarto de la
otra que no me sirve, apuesto, me iba a venir otra reina o un as, seguro, lo
veía, como mal menor tenía dobles parejas. Me reparten un maldito cuatro de
picas. Levantan y había otras dos dobles parejas y un full. Tantos buenos
proyectos, imagínate como iban las apuestas.
-La
suerte de los perdedores, como tú y yo, solo cambia a peor.
Baldesca
va a atender a otro cliente, pero enseguida vuelve con Ibo.
-Me
limpiaron dos mil pavos.
-¿Dos
mil? ¿Desde cuando dispones de tanto? ¿Te has echado un capitalista? No creo,
con la fama que tienes de gafe.
Baldesca
interroga también con la mirada, con esos grandes ojos llenos de rímel y sueño,
que tanto desasosiegan a Ibo.
-Ahí
está lo trágico, que me los prestó Malrencor.
El
rostro de Baldesca se ensombrece, como si le cruzase un nubarrón negro de mal
presagio, tiende sus manos por encima del mostrador y
coge la del muchacho, maternalmente.
-¡Ay,
chico, Malrencor va a por ti! Si te prestó dos mil pavos es que va a por ti.
Más vale que se los devuelvas cuanto antes.
-¡Cómo!
Cómo voy a devolverle dos mil pavos. Imposible.
Baldesca
estrechando entre sus manos la del joven y con cara de preocupación.
-Te
juro, Ibo, que si dispusiese de dos mil pavos, te los daba ahora mismo. Todos
mis ahorros pueden ser unos trescientos. Mañana por la mañana te los doy. Coge
el primer autobús que lleve lejos. No te entretengas ni un día…
Y este blue amargo cantado precisamente el día antes en el bar de la Cámara en el que los diputados aprobaron un buen ajuste (que no recorte) a la ciudadanía, me sabe a resabia y llanto, alusión y desencanto.
ResponderEliminarestimado Juan, el Gobierno, la Banca y la Mafia tienen algo en común, están organizados, tienen sus departamentos especializados, abogados, contables, disciplina...., sin embargo los ciudadanos nos hallamos totalmente dsorganizados y así nos va.
ResponderEliminarAntonio