Cuatro almendros tiene Paco en un campo de amapolas. Los puso en recuerdo de sus hijos. Cuatro son los lados de su cama, las paredes de su casa, las esquinas de la calle, cuatro campanas tiene la iglesia, cuatro platos en la mesa, cuatro pares de alpargates, cuatro ángeles la tumba. Cuatro besos y una pena.
Cada vez que uno nacía, el padre un hoyo grande cavaba en el mejor roal de su alma y con devoción y esperanza plantaba un árbol mirando al mediodía. Hoy Paco cuenta los almendros cada mañana y siempre le falta uno. Que tres no son cuatro.
Sus amigos consuelan a Paco, le dicen que dos y dos no son siempre cuatro, que las cosas son complejas, que nunca llueve a gusto de todos, que quien tuvo retuvo.
Huidobro también decía que “los puntos cardinales son tres: el norte y el sur”. Puede que el de Altazor llevara mucha razón, que hoy en día no hay izquierdas ni derechas, ni poniente ni occidente. El sol ya no sale para todos. En este mundo globalizado todo se reduce a dos: Los de arriba, los de abajo. Los de siempre, ¡qué carajo!
Hoy es otoño y Paco va a recoger la almendra. De nuevo vuelve a contar los árboles. Seguro está de que siempre fueron cuatro. Los repasa uno a uno. Los cuenta, los recuenta y no le salen sus cuentas, que para Paco cuatro no suman cuatro, le bailan los números en el cublete del olvido.
Y ahora recuerda el padre que el forestal de la finca mandó cortar un almendro, el de su hijo mayor "Paco el nene", aquel que murió en la cárcel por defender la república.
Juan
Serrano
(En el blog Blao
28 de septiembre, 2007)
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