lunes, 1 de julio de 2013

TOLERANCIA CERO, INTOLERANCIA PLENA - Las ventanas rotas (Truhán)

Colgado por Eon Array en youtube

Represión, represión, la que yo conocí en el internado de curas (en realidad eran frailes, pero nosotros, con una connotación peyorativa larga de explicar, les llamábamos, curas).  Había dos tipos de curas, los que como el padre X te sacudían palizas periódicas (mensuales, semanales o incluso diarias a los más "incorregibles") u otros como el padre Y, más práctico, más inteligente y seguramente con menores heridas psíquicas, que llegaba el primer día, se ponía morado de sacudirnos a todos y allí ya no se movía ni... (lagarto lagarto): ya no se movía "nadie". Tal era el miedo que se le cogía al padre Y por aquella puesta en escena del primer día que el resto del curso andábamos todos como la seda. En cambio, con el padre X, ya podía pegarnos todas las palizas del mundo que nosotros nos mostrábamos cada vez más incorregibles.  Es más, pienso que cuanto más nos pegaba, menos caso le hacíamos.  Así de cabrones éramos nosotros y así de infeliz era el padre X.  Claro que en estos tiempos tanto el padre Y como el padre X hubieran ido a la cárcel por mucho menos y, lo que es peor, los hubieran acribillado mediáticamente.  Lo que no sé es si nosotros seríamos tan anormales como hemos salido o seríamos más políticamente correctos...  (Oiga, y eso, eso de "políticamente correctos!... ¿es bueno o malo?).  

Bueno, a lo que iba.  Y a lo que iba era que el ejemplo de comportamiento del padre Y es lo que a principios de los 80, en la prestigiosa revista de Boston, The Atlantic,   unos avispados universitarios (James Q. Wilson y George L. Kelling) consagraron como la Teoría de las ventanas rotas ("Broken Windows").  ¡Tóma ya!  y nosotros, aquellos pobres conejillos de indias, sin enterarnos.  Estos listillos de Harvard venían a decir que si dejas un coche con aspecto abandonado, ya sea en las peligrosas calles neoyorquinas del Bronx o en las lujosas avenidas de Palo Alto, en California,  siempre -más tarde o más temprano- habrá cafres (o no tan cafres) que terminarán por desvencijarlo, destrozarlo y arrancarle hasta el mando del intermitente (como si hubiera algo de malo en darle una patada a una lata abandonada). Lo mismo ocurre con un edificio cuya ventana rota denota un estado de abandono: pronto aparecerá rota otra, luego otra, y el edificio será ocupado y destrozado. Otro ejemplo: si el árbitro de fútbol consiente entradas fuertes al inicio del partido, el encuentro acabará como el rosario de la aurora.  No, lo que tiene que hacer el árbitro es lo del padre Y: al primer atisbo de violencia tarjeta al canto y, hala, a jugar todos al fútbol. O sea: que actúe la policía con mano dura para dar una sensación de seguridad y -para decirlo claro- miedo y represión, de modo que a nadie se le pase por la cabeza alterar el orden. Disuasión manu militari. Tolerancia cero.

En esta teoría, Wilson y Kelling no hacían sino rescatar la filosofía que impregnaba la denominada Ley de Barrios Limpios y Seguros de Nueva Jersey, de 1973.  Algo así como nuestra famosa Ley de Vagos y Maleantes aprobada (¡anda!) en plena República y mantenida con Franco, que en el 54 la modificó -entre otras cosas- para incluir a los homosexuales y  en el 70 la derogó sustituyéndola por una Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social, que no sería totalmente abolida hasta 1995.

¿Y qué tienen de malo o negativo este tipo de leyes? Sencillamente, que imponen castigos no por haber cometido delitos sino por considerar a ciertas personas (o grupos de personas) "peligrosas" o simplemente "perjudiciales" para una convivencia "sana y pacífica".  ¿Y en qué suelen traducirse en la práctica? Simple y llanamente en convertir un Estado de Derecho en un Estado Policial, porque en definitiva dan a la policía carta blanca para abordar a cualquier ciudadano y, como el árbitro de fútbol o los curas aquellos, maltratarlo.  Así de claro.  Evidentemente hoy no tenemos en España ninguna ley de este tipo.  Pero -y aquí es a donde quería llegar- sí que abunda una mentalidad que ya ha terminado por cuajar en las cabecitas de los estólidos ineptos que lideran nuestra sociedad.  Y qué cosas, quienes mayormente enarbolan esta "tolerancia cero" son justo los más progres, y hasta el lobby homosexual.  !Manda napias!

¿Qué me ha sugerido esto?  Pues que andaba yo buscando la canción del vídeo que encabeza esta entrada -que lo había conocido por un anuncio de TV sobre un casino virtual o algo parecido- y he dado con ella en youtube.  ¿Y con qué me encuentro?  Primero con un tipo que, con su sensibilidad musical -en este caso hermana de la mía- conoce la canción y la comparte con todos, lo que permite que yo la localice.  ¿Y con qué más me encuentro? Con que, como esta canción se ha hecho conocida por un anuncio de un casino, enseguida han llovido críticas de esos intolerantes de la tolerancia cero, porque -según ellos- se promueve el juego.  Sí, esos mismos que no tienen ni puta idea de qué sea la tolerancia cero, y que dicen lo mismo que dicen nuestras cadenas de TV más "modernas" y más "progres" (o sea, casi todas): que se rasgan las vestiduras por el proyecto de esas vegas de Madrid y, sin embargo, con anuncios como en el que se escucha esta canción y como toda la programación publicitaria que enchufan a deshoras, te meten las vegas, los casinos y las ruletas, en el mismísimo salón de nuestra casa.  Y hay una diferencia muy importante entre "esas vegas" y "estos programas/anuncios": que a esas vegas irá el que quiera mientras que estos programas se meten en nuestras casas a traición, sin consideración alguna a personas que, precisamente, pueden tener graves y serios problemas con el juego.  Personas que huyen de los casinos, que nunca irán a "esas Vegas", manteniéndose alejadas del grave peligro que para ellas suponen.  Sí, esta es la puta realidad hipócrita, sinvergüenza y degenerada, en la que estamos sumergidos.

Es maravilloso: unos cuelgan una hermosa canción, otros las buscamos y... otros... ¿qué buscan y que cuelgan otros? Intolerancia a la que llaman tolerancia cero.

Bueno, pues muy bien: ¡Viva la música!  ¡Viva el blues! ¡Viva el rhythm&blues!, con la voz rasgada de Louis Armstrong o Joe Cocker, o este joven Randal Breneman que tan bien suena.  ¡Viva la libertad! Mientras yo disfruto, otros sufren odiando.  ¡Pobres desgraciados! 

¿Crisis?  ¿Corrupción? ¿Cómo no va a haber crisis ni corrupción, si al final...  -como decía Groucho Marx- desde la nada hemos llegado a alcanzar las más altas cuotas de miseria?


Truhán
desde  mi barricada

   

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