La mujer al despertarse nota frío al marido en la cama:
Tan cerca ¡y ya, qué lejos!
Luego, sus lágrimas se detienen en la tinta aún caliente de las venas de sus ojos que le dicen:
Mujer, me muero para siempre.
La mujer, al día siguiente, antes de salir de casa, guarda los besos del hombre, su cepillo de dientes, las pastillas en el armario de la habitación de matrimonio. Y cierra bien las puertas bajo llave:
No quiero que nadie me robe el corazón de mi amante.
La mujer, anda perdida, lleva en la mano una cesta de huevos y dos flores de calabaza recién salidas de la mata esta mañana:
¿Dónde estarás, buen hombre? ¡Te dejaste estos amarillos de la simiente que plantaste en primavera!
Juan Serrano
de su blog: Blao
3 julio, 2013
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