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Goya inicia la
colección de grabados “Los caprichos”
cuando contaba 47 años, recién salido de su grave enfermedad que lo dejó sordo.
Era ya un pintor reconocido y con una prometedora carrera por delante, vivía
desahogadamente y con algunos lujos, era un hombre de mundo y frecuentaba la
aristocracia. Termina esta colección cuando ya es “pintor del Rey” y los
personajes de la corte se disputan el favor de ser retratados por el pintor
regio. Sin embargo los caprichos son la visión de un profundo escéptico,
decepcionado por la sociedad de su tiempo. Por estos grabados desfilan
figurones fatuos, ignorantes prebostes, celestinas y damiselas que “el sí
otorgan y la mano extienden”, frailes glotones; ignorancia, superstición y
necia vanidad por todas las partes.
Uno de los aguafuertes
de la colección lleva el conocido y significativo título de “El sueño de la
razón produce monstruos” y ese grabado es precisamente uno de los más sombríos.
Con él Goya nos advierte de que cuando la razón no vigila, se duerme, el mundo
se puebla de abominables monstruos irracionales y reina el absurdo.
Manuel Bayeu era seis
años mayor que su cuñado Goya, que a la vez era coetáneo del menor de los
Bayeu, Ramón. A los tres, Manuel, Ramón y Goya, los formó el mayor de los
Bayeu, Francisco. Lo que se sabe de Manuel se debe, fundamentalmente, a su
correspondencia con Zapater, amigo y protector de la familia. Por estas cartas
sabemos que era de carácter pacífico, bueno en la extensión de la palabra,
dolido por las desavenencias entre su hermano Francisco y su cuñado Goya,
quejoso de que éste no le escribiera más a menudo. Manuel se retiró del mundo,
ingresando en la Cartuja a los diecisiete años. Por vocación, pero seguramente
también por obediencia, compaginó sus obligaciones religiosas con la pintura, y
pintó muchísimo, en la cartuja de Aula Deí, en la otra zaragozana cartuja de La
Concepción, en la de Valldemosa, en muchas partes, tanto cuadros de gran
formato, como frescos. Pero sobre todo en la Cartuja de las Fuentes, en el
término de Lanaja, donde llevó a cabo una gigantesca obra cubriendo bóvedas,
claustros, claustrillos y capillas de frescos de pintura suelta y brillante. Unos
dos mil metros cuadrados en total de una locura de color. Una obra
deslumbrante, muy desconocida, y una vergüenza para los aragoneses, que la
tenemos en un bochornoso semiabandono. Tanto lamentarnos por lo que nos ha sido
arrebatado y tan poco que hacemos por conservar lo que tenemos.
En una de las bóvedas del
claustro fray Manuel pintó esta alegoría que simboliza “La vigilancia”,
representada por una mujer que observa atenta, portando un candil (vigilia
durante el sueño), una vara y un libro en las manos (la razón y la cultura, sus
mejores bases). Junto a ella, una grulla sujetando una piedra con la pata, de
modo que si se duerme la piedra cae.
El pintor cortesano y
mimado por la fama Francisco Goya expresa su concepción
sombría del mundo, mientras que el humilde fraile, retirado en la cartuja, en
su recogimiento confía en que la razón y la fe serán fuente de vigilancia para
que el género humano continúe su perfección.
En esta hora incierta,
tanta falta nos haría un agudo observador como Goya, como un ingenuo y vital
optimista como Bayeu.
Antonio Envid
Desde mi punto de vista, no es el sueño de la razón lo que produce los monstruos.
ResponderEliminarComo bien dice después el artículo "la mente se puebla ", lo que me sugiere que, se altera la percepción y lo que se pierde realmente no es la razón, sino la cualidad de la misma, la racionalidad, al carecer de la información que solemos manejar y acceder a otra diferente y caótica a la que no estamos acostumbrados.
La razón va en aumento durante la vida...con una información u otra, o varias (heterónimos).
El concepto de vigilia durante el sueño me gusta mucho y me gustaría aclarar que es diferente al viaje astral (que es más consciente).
La vigilia durante el sueño es más un estado de alerta, no activable por estímulos externos, a pesar de que quede representado por la piedra que cae, a mi modo de entender.
angel
Muy acertados tus comentarios, Ángel, pero hay que contestualizar el pensaamiento de Goya en su época. Goya era amigo y admirador de los Ilustrados, sobre todo Jovellanos, de quien nos dejó un admirable retrato, y éstos estaban convencidos de que utilizando la razón humana, mediante el análisis y razonamiento de los fenómenos, podían superar cualquier obstáculo e imprimir a la sociedad un impulso de progreso continuo, de ahí que cuando esta razón humana no actúa sobreviene el atraso y la ignorancia.
ResponderEliminarSiempre me ha conmovido esta confianza en el progreso que tenían los ilustrados y que sobrevivió en Europa hasta bien entrado el siglo XX, frente al pesimismo que después se ha ido imponiendo, cuando en realidad fue después de la segunda guerra mundial cuando la sociedad entró en una época de progreso científico y social incomparable. Es la época de los existencialistas y su pesimismo y angustia crónicos cuando el mundo progresó verdaderamente.
Antonio
Don Antonio, los duendecillos de la informática han impedido que salga el párrafo en el que le agracecía el artículo y comentaba que con usted se aprende mucho.
ResponderEliminarEste artículo me ha tocado la tecla, pero seguro que de historia sabe usted muchísimo más, pues yo he tenido que explorar otros terrenos. Espero algún día poder aunar eso junto con lo que usted cuenta.
Gracias por el artículo de nuevo
angel