sábado, 3 de diciembre de 2011

EL CUADRADO NEGRO, reflexiones para los albores de un siglo (Antonio Envid)


Espacio expositivo para dos obras de Kasimir Malevich
(Imagen del blog: Hay arquitectura)

Parte de El Hermitage abandona los fríos boreales y se nos instala temporalmente en Madrid, en su, por varias razones, afín museo de El Prado. Ambos se encuentran entre las mejores pinacotecas del mundo y ambos son el resultado de honradas compras de monarcas de gran sensibilidad artística; otros, el Louvre, el Británico, no pueden mostrar tan pura nómina, pues gran parte de lo que muestran es el producto de inconfesables expoliaciones.
Son algo más de un centenar de obras las que han viajado hasta nosotros para exhibirse. La cantidad, para mí suficiente, pues sufro del síndrome de Stendhal y no soporto más allá de un par de horas de contemplación de arte; pero la calidad es inconmensurable, pues se hallan algunas de las obras cumbre del arte mundial.
La muestra se cierra con el enigmático “Cuadrado negro” de Malevich, máxima expresión de la vanguardia suprematista, pintado en 1913, pronto hará cien años, a las puertas de la revolución rusa. El negro, me dijeron en la escuela, es la ausencia de color, pero hoy se considera que es un color básico, insólito, y más bien lo que comporta es la ausencia de luz. Cabría pensar que este cuadro, que tanta polémica despertó en su tiempo, se halla de plena actualidad, pues nuestra época adolece, precisamente, de luz que alumbre las ideas, de faros de referencia, de vías iluminadas por donde transitar hacia el futuro, mientras se debate en las tinieblas de la confusión. No se atisban luminarias intelectuales, líderes de pensamiento claro, profetas que tomen el bastón de su autoridad y se erijan en dirigentes de unos pueblos indecisos y timoratos. ¿Ha agotado el occidente su capacidad de pensamiento, de innovación? Aquí, donde se han ensayado las formas más sabias de convivencia humana, donde se ha sabido combinar el derecho a la individualidad con el desarrollo colectivo, se ha agotado su capacidad de respuesta, de continuar la historia. Esperamos pacientemente la llegada de los bárbaros para que nos presten su impulso.
Pero Malevich, al parecer, no daba a su cuadro ese significado negativo que parece comportar para nosotros el color negro, sino que lo muestra como la expresión de lo absoluto, una idea cercana a Dios, no solo por el color, sino por la perfección geométrica que encierra el cuadrado. Quizá lo que exprese este cuadrado negro sea precisamente eso, que hemos llegado a una situación de perfección relativa, que seguramente ya no puede superarse dada la limitación y la imperfección del ser humano, y que deberíamos de tomarlo como símbolo de occidente, como bandera en la lucha que ha de emprender nuestra sociedad por defender todo aquello que hay de humano en ella, frente a los grandes imperios asiáticos, bárbaros en su concepción primigenia por el desprecio hacia el ser individual en que se asientan. Hay que recuperar el espíritu clásico, cuando las polis griegas, alegres y dispersas, se unieron para enfrentarse y vencer al imperio persa, que avanzaba sobre ellas imponiendo la crueldad de su dictadura y el desprecio del individuo de la satrapía.
Sin tener que caminar mucho acerquémonos al Reina Sofía y quizá podamos contemplar otro de los enigmáticos cuadros de Malevich, se trata del antitético “Cuadro blanco sobre fondo blanco”(*). Esta obra es el reverso del cuadro negro que comentamos, porque se trata de un cuadro completamente pintado de blanco. He dicho que el negro es un color insólito, pues repugna el mezclarse con cualquier otro, mientras que el blanco es la combinación de todos los demás colores, excepto el negro. A pesar de ser el símbolo de la luz, este cuadro quizá sea más sombrío que su antítesis, pues como me explicó don José Beulas, cuando visitas el museo y llegas a este cuadro compruebas que significa el fin de la pintura, todos los demás cuadros han fundido sus colores en éste, que los ha absorbido, como si fuera un voraz agujero negro, y queda flotando en el aire la pregunta: ¿y después de esto, qué? Quizá comenzar de nuevo, volver a pintar las cavernas.

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(*) Pertenece a la colección Sonnabend y se halla en depósito en el museo, no estoy seguro de que en estos momentos se exhiba.

Antonio Envid    

5 comentarios:

  1. Interesante post, don Antonio. Mi enhorabuena. Enriquece el blog y le da altura enriqueciéndonos a todos.

    Saludos.

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  2. Suscribo la opinión de Servando, en un magnífico post (artículo)

    A los que les gusta, entre otras muchas cosas, trascender la realidad (¿los creadores? ¿los artistas? etc.) son capaces de ver (tal vez porque escuchan a otros, sus creadores )todo lo que de simbólico puede haber en ese Cuadrado Negro de Malevich. Cuando lo vi me acordé de usted.

    Los que nos pasamos por el blog, leemos lo que se publica, hemos tenido premio doble. Nos han sido explicados de manera clara y precisa los dos cuadrados, El Cuadrado Negro y el Cuadrado Blanco.

    También pensé que hubiera sido interesante escucharlo, leerlo, comentando a Kandisky, Composición VI (1913)

    A veces las personas están en la vida de otros sin saberlo y puede que nunca lo sepan. Ni importa mucho. Lo importante o maravillosos es que hay transmisión de conocimientos, inquietudes, etc. y el otro no solo se enriquece a veces hasta cambia miradas

    En cortito, para no ser plasta. Gracias

    isabel

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  3. De eso se trata, no de pontificar, que no me siento capaz, si no de comunicaar ideas, reflexiones,de dudar, en voz alta, para que otros lo recojan y lo completen o lo rechacen, que también, y de todo ello sacar algo en limpio, o no, que tampoco vamos a salvar al mundo, pero...¿no le parece Isabel, que es un interesante deporte este de reflexionar? Seguro que sí, porque usted lo practica con habitualidad.
    Le agradezco su interés.
    Antonio

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  4. ¡Ah!, por cierto, Gotor ha encontrado un excelente motivo para ilustrar la nota. Recueda el alfa y omega del románico.
    Antonio

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  5. Gotor es también mucho Gotor.

    El deporte de reflexionar, que algunos ilusos creíamos que debía de ser de obligado cumplimiento entre los humanos, creímos que nos iba a llevar a mundos mejores.
    No es paralizante
    Así que a ratos toca melancolía y a ratos disfrutar con algunas cosas que a uno/a le gusta (y pasar de los otros. Ellos se lo pierden (por cubrirse de ceniza ni se cambia al otro ni al mundo).

    Armando Bulla en ¿Al Sr. Duque de Palma no le cuadran las cuentas?, fantástico

    Buena tarde

    isabel

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