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Los cinco hombrecillos
sospechosos disfrazados de turista a los que Paxton persigue en la soledad del
corredor de fondo, hostigado a poca distancia por el grupo de fariseos, corren
por la interminable carretera de Boquiñeni. ‘De nada sirve morir. Hay que
hacerlo a tiempo’, dice el epitafio escrito en la tumba de Shanell
Bocanegra que, efectivamente, se murió a destiempo, cuando su hora no había
llegado o había ya pasado, debido quizá al tabaco.
Los fariseos, que no quieren perder su oportunidad,
preguntan a gritos a Paxton: ‘Tú que eres un hombre de paz, dinos, ¿es lícito
al hombre trabajar en sábado?’, a lo que Paxton responde sin detenerse: ‘Si la
suciedad fuera un triunfo, ¿qué mano levantaríais?’, con lo que los fariseos
quedaron discretamente humillados. Paxton no se seca el sudor de la cara, es algo de lo mucho que
aprendió de Bikila, a no hacer ni un solo movimiento inútil en carrera, así que
los goterones engordan en la punta de su nariz y de su barbilla y finalmente
caen sobre su pecho.
‘Al
final tendré que desistir’, protesta Paxton algo alicaído. ‘Por estos derroteros sólo conseguiré llegar
a la cita del Guacamayo Azul completamente destrozado. A fin de cuentas, es cierto que soy un buen
discípulo de Abebe Bikila, pero sólo eso: un discípulo. Y si, encima, no sirve para nada. Bueno, continuaré media hora más y luego
decido.’
-El 7897, oiga, para ahora mismo. Llevo la suerte. Para ahora mismo.
-Ya no me faltaba más que esto. Anda, trae. Dame un par
de números.
- Vale, Paxton, no hace falta que me des las gracias.
-Anda, toma y calla, que no sabes cómo estoy.
-Hala, hala, no te quejes tanto, no te quejes tanto.
Toma, las vueltas. Y siete, hacen
diez.
-Joder, pues sí que los han subido.
-El ipc, Paxton, el ipc tan sólo. Pero mira, mira en el
monitor, el de Electrodomésticos Buñuel.
-Sí, qué.
-Escucha, escucha.
-
‘... Tres (tres). Cinco (cinco). Dos (dos). Diez (diez). Seis
(seis). Treinta y cinco mil doscientos
dieciséis. Han resultado agraciados...’
-¡Coño, el que le acabo de vender al reverendo en
las Tenerías!
-Pero qué es esto.
-Joder, Paxton, el sorteo. Ya te había dicho que era
para ahora mismo. Lo siento, otra vez
será. Mira, al cabrón del reverendo le acaba de tocar. Nada, Paxton, está claro
que hoy no es tu día.
-Que no es mi día, ¡que no es mi día…! Y qué coño hago
con los cupones.
-Lo que te pase por las pelotas, Paxton. Tíralos, haz lo
que quieras.
-Anda toma, tómalos y déjame en paz, que llevo prisa.
- Vale, Paxton, vale.
El 7897, oiga. ¡La suerte!
Y Paxton piensa que quizá tiene razón el ciego. Que
quizá hoy no sea su día. Mal día, mal día ha elegido el destino para que no sea
precisamente el de él. Hoy, precisamente hoy.
Narciso de Alfonso
Servando Gotor
El Guacamayo Azul
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