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Reposa
sobre mi corazón anochecido,
donde el sueño y la vigilia
comparten un mismo pan.
No amanezcas todavía
y déjate mecer entre las tibias sábanas.
Anoche sentí frío,
cuando mi cuerpo, blanco y desnudo,
te esperaba avergonzado
con las manos llenas de pudor
y los labios apretados.
No permitas que llegue la mañana traidora.
Vuelve a conjurar la noche
para vestirme de nuevo con tu abrazo
y perder la vergüenza para siempre,
porque sólo tú sabes abrir mis labios.
He contemplado añicos hechos de sueño
que venían con los rosados brazos de la Aurora.
El amanecer siempre ha sido una triste despedida.
Sin embargo, volvamos a ser cuerpo,
mientras no haya amanecido.
donde el sueño y la vigilia
comparten un mismo pan.
No amanezcas todavía
y déjate mecer entre las tibias sábanas.
Anoche sentí frío,
cuando mi cuerpo, blanco y desnudo,
te esperaba avergonzado
con las manos llenas de pudor
y los labios apretados.
No permitas que llegue la mañana traidora.
Vuelve a conjurar la noche
para vestirme de nuevo con tu abrazo
y perder la vergüenza para siempre,
porque sólo tú sabes abrir mis labios.
He contemplado añicos hechos de sueño
que venían con los rosados brazos de la Aurora.
El amanecer siempre ha sido una triste despedida.
Sin embargo, volvamos a ser cuerpo,
mientras no haya amanecido.
Lucía de Fraga
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