SGH |
Había yo escrito sin hache un verbo. Más de setenta veces siete me mandó el maestro que escribiera en la pizarra "las palabras huelen a lluvia".
Y por más que releía las copias ningún perfume emanaba de ellas, que sólo olían a tiza desgastada. Las palabras cansadas se acababan en sí mismas. Que no por mucho que Proust nombrara a su querida Albertina vio el cuerpo vivo de su amada muerta.
Hay quienes dicen que son lo que escriben. Controlan sus palabras. Domesticadas. Hasta el punto que entre lo que piensan y lo que dicen no hay discrepancia alguna. Son ortodoxos y honestos. ¡Suerte que tienen!
Pero los hay también quienes jamás fuimos respetados por las palabras escritas. Nunca la carta me devolvería el beso que le pedí ansioso a la muchacha de aquel verano de melocotones frustrados.
Mis palabras me traicionan, son lo que no dicen, lo que mienten, lo que crean, mis sueños rotos, son mis súplicas no escuchadas. Y no soy yo el que contra la verdad se rebela, son mis palabras las burladoras.
Lo mismo un día soy Napoleón en tanga, que otro Marco Aurelio de temporero en Africa recolectando higos chumbos con las nalgas.
Pudo decir un poeta "yo no sé lo que soy hasta que no me lo dicen mis palabras ya escritas, engañosas y mudas".
Y es que en esta complicidad ambigua de las palabras es donde anda la grandeza del juego en la literatura. Y me vienen ahora a la memoria aquellos versos de Pessoa:
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."El poeta es un
fingidor que finge constantemente,
que hasta finge que es dolor, el dolor que en verdad siente.
Y, en el dolor que han leído, a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido, sino sólo el que no tiene.
Y así en la vida se mete, distrayendo a la razón,
y gira, el tren de juguete que se llama el corazón".
que hasta finge que es dolor, el dolor que en verdad siente.
Y, en el dolor que han leído, a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido, sino sólo el que no tiene.
Y así en la vida se mete, distrayendo a la razón,
y gira, el tren de juguete que se llama el corazón".
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Juan Serrano
(En el blog Blao
20 diciembre 2007)
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ResponderEliminarAprecio en este (hermoso) artículo un pequeño lío, un equívoco
que no me parece trivial entre el pensamiento, el lenguaje y un
tercer ámbito que se puede llamar intimidad.
Aprecio otro pequeño equívoco entre la ambigüedad, la falsedad
y la identidad.
Las palabras son ambiguas por convencionales y de ahí -en parte-
el juego del lenguaje. Por otro lado, las palabras nos expresan,
pero no por completo: nadie puede decirse enteramente, de ahí
más juego del lenguaje.
La ambigüedad no es falsedad o mentira, sino convención: en
la conducta social se dice que representamos un papel... que
no somos, pero que es imprescindible para significar algo para
los otros, que pueden así darnos réplica.
Este es otro asunto: no podemos replicarnos a nosotros mismos,
necesitamos de otra persona para que reciba la réplica.
Y bueno, ya me callo, que he hablado mucho y es posible que hable
solo.
Gracias
narciso
... y para que no te sientas sólo en este comentario, aquí vengo por el derecho de réplica que me asiste, a decir que el equívoco y la contradicción son consustanciales a nuestra naturaleza. Y así fue que S. Holmes le dijo a Watson: "No hay nada más engañoso que un hecho obvio". Y aún de estas palabras (las mías), dichas así con tanta solemnidad y pedantería, tampoco estoy seguro, pues pienso que la paz del conocimiento más descansa y se relaja en la duda que en el saber incuestionable y sin respuesta.
ResponderEliminar.
ResponderEliminarPero no, no es así: el conocimiento no está en la duda: esta es una
idea estrictamente cartesiana. La duda no pertenece al saber, al
conocimiento, sino a la voluntad, al subjetivismo del que piensa, con
lo cual nos quedamos con que el criterio de certeza (las ideas claras
y distintas que pedía descartes) sustituye al criterio de verdad, cuando
parece (muy) claro que el hecho de que uno tenga certeza sobre
un conocimiento, no le añade nada al conocimiento en términos
de verdad, en todo caso da seguridad al sujeto que piensa, pero
esa seguridad es ajena a la verdad: la verdad no necesita seguridades,
la verdad no tiene los miedos del burgués.
¿Dialogamos? Mmmmmmm...
Gracias
Narciso
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¿Quizá estéis diciendo los dos lo mismo? Tengo casi la certeza de que sí, aunque no el conocimiento...
ResponderEliminarUn abrazo y agradecimiento a los dos por vuestra sagacidad y conocimientos... o certezas... o ¿dudas?
Es posible que hable solo pero lo escuchamos unos cuantos
ResponderEliminar¿Cómo podemos reconocer la verdad, sin miedos burgueses?
-¿revelada? ,
-¿la de El corazón de las tinieblas de Conrad?...
Fue interesante ver la película , Un Dios salvaje , dirigida por Polanski (los cuatro protagonistas están magníficos)
Juan es un placer leerlo también a usted
No se machaquen demasiado intelectualmente aunque sea sano o muy sano (hasta un límite) para las neuronas
Una miedosa ¿burguesa?, ¿proletaria?, ¡qué más da!
Alguien que los lee y aprecia y punto
Leyendo el artículo de Miguel Morey, catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona, "La tarea del traductor",(La cuarta página, El País, 26/12/2011)se habla, entre otras muchas e interesantes cosas, de la verdad.
ResponderEliminarPrácticamente todo el artículo es Walter Benjamín.
'Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres en particular' (1917)
'La tarea del traductor' (1923).
Son algunos de los libros de Benjamín en los que se apoya y desarrolla el artículo.
Mi descubrimiento es, que hay en algunos de sus comentarios (que ha hecho en 'desde mi barricada' bastante /¿mucho? Walter Benjamín)
Desde luego los que han compartido los tiempos literarios con usted van con ventaja, por ejemplo: Conchetta y los demás de 'desde mi barricada', conocen el origen de sus pensamiento, pueden interpretar correctamente
sus palabras
Bueno, para los demás (para mí), una vez superados los muchos miedos por todas las cosas que no comprendía, ahora resulta divertido, ya ¿sabes? contextualizar las cosas. Una va de grato en grato descubrimiento.
Ahora, miedo por un tubo. Cuando creo que se va a hacer daño a otros, cuya única ¿culpa? sea hacer bien su trabajo (en este caso, médico), del miedo que paso (pasaba) se me podía poner el pelo blanco.
isabel