Tiene guasa que el sastre de Francisco Camps
se llame igual que el conocido y valeroso matador de toros. Todo lo más que
podemos decir del sastre es que el valor se le supone, como se hacía en la
antigua “mili”. El proceso revela una forma de concebir la política de una
vulgaridad y cutrez que a uno lo sume en una gran tristeza; un presidente de
comunidad autónoma y un secretario regional de un partido que se dejan
corromper por personajes tan siniestros como “el Bigotes” y Francisco Correa (inolvidable
el aspecto de macarrilla engominado con frac de éste último asistiendo a la
boda de la hija del entonces Presidente del Gobierno José María Aznar). Si una
vez algo olía a podrido en Dinamarca, también en algún tiempo algo olía a podrido
en la corte que se arracimaba en La Moncloa.
Desde mi punto de vista, o sea, viendo el
mundo desde mi reducida ventana, con una información tergiversada, mediatizada
y manipulada, Mariano Rajoy ha maniobrado bien para tratar de quitar toda
aquella caspa que envolvía a un Partido Popular ensoberbecido por un bisado
triunfo en las elecciones, cabalgando ya sobre una incipiente burbuja
económica, representando papeles internacionales que no correspondían ni a
nuestra errática política exterior, ni a nuestra verdadera capacidad de
influencia. Ha medido los tiempos, las acciones y las inacciones (como en este
caso) para librar a su partido de toda aquella miseria moral que amenazaba con
asfixiarlo ¿Lo ha conseguido del todo?
Ahora que este partido ha vuelto al Gobierno
no puede caer en soberbias vanas, ha de recordar que la ciudadanía le ha
otorgado un poder enorme y eso conlleva también una enorme responsabilidad. Le
ha dado este poder para que someta al país a sacrificios necesarios, pero sólo
lo logrará si es capaz de ejemplarizar con su conducta. Se han de seguir
investigando todas aquellas conductas irregulares de servidores públicos, sean del signo que
sean, e iniciar las depuraciones de esta década ominosa socialista en la que
parecía normal que alguna alcaldesa dijera, metiendo mano
a la arca pública: “de algo tenemos que vivir los que nos dedicamos a la
política”. ¿Solamente han de destaparse las alcantarillas cuando se acercan los
comicios, para volver a sentarse sobre ellas una vez que éstos han pasado?
Armando Bulla.
Je, qué cuadrilla macarras. Anda, que como buen sastre apareció con levita y... una enorme cartera. Más que un testiguillo de chorradas parece que un verdadero ministro con cartera... del Far West. Vamos, más o menos, como esos a los que la mayoría de los españoles los hemos echado. Y el tontete de Camps también dio la nota, levantándose en pleno juicio para soplarle algo a su abogado. ¡Qué cuadrilla!
ResponderEliminarPor cierto, al hilo del comentario de Mr. Bulla, los que vienen también tienen que tener claro eso: que los españoles, aunque tarde -demasiado, quizá- ha echado a los anteriores, de modo que el nuevo ejecutivo también se debe andar con cuidado. En todo caso, ya de entrada, sólo en cuestión de imagen, y cuando digo imagen digo imagen política, no hay color(también es verdad que se los que se van se lo han puesto muy fácil).
En fin, llevo dos noches sin dormir pensando en qué coño llevaba el torerillo este en semejante maletón... ¿contratos para la tele?
Besos.
Por cierto, confirmada la designación de Eduardo Torres Dulce como nuevo Fiscal General del Estado, vuelve a marcarse una vez más la diferencia: un jurista e intelectual de talla que, precisamente por eso, se le supone mayor independencia y libertad.
ResponderEliminarEn fin, con este hombre hemos disfrutado muchos cinéfilos noches maravillosas en aquel programa de Garci que, como todo lo que olía a culto, también desapareció hace unos años.
Espero y le deseo suerte. En todo caso, mi comentario aquí queda por si algún día he de arrepentirme.