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La niña, que había dormido durante gran parte del trayecto, se despertó cuando de anochecida llegaban a los arrabales de la población. Se desperezaba dulcemente en el asiento de atrás del automóvil conducido por su padre. ¡Hola! Has dormido como un lirón. Ya llegamos. Su padre miró de reojo por el retrovisor esbozando una sonrisa. La niña se puso a contemplar a través de la ventanilla del coche ese paisaje ambiguo de la entrada de las ciudades, en el que la carretera va abandonando su carácter para ir adquiriendo la naturaleza de calle urbana. Territorio fronterizo, y por tanto indefinido, donde el campo va cobrando la desagradable fisonomía de solar y la ciudad todavía no marca su impronta. Área inquietante y a menudo poco amable. Había un tráfico extraño en aquella parte de la ciudad, chicas semidesnudas se paseaban por el borde de la carretera y algunos vehículos paraban a su altura. Tras un breve parlamento, comúnmente se introducían en ellos.
La niña contemplaba muy interesada esos raros movimientos. No pudo más y al final lanzó la temida pregunta: Papá ¿Qué hacen todas esas mujeres? ¿Quiénes son?. No por esperada, la pregunta dejó de sorprenderle, tras una breve recapitulación de posibles explicaciones, son vendedoras, cariño, contestó. ¿Y que venden?. Amor, hija mía, amor. Pero ¿porqué esa contestación tan embarazosa? Seguramente porque abominaba de la mentira, porque consideraba que era deshonesto mentir, y, sobre todo a su hija, además, por otra parte, la tierna edad de la niña le vedaba adivinar la verdad. Miró con el rabillo del ojo por el espejo a la niña, sabía que no terminaría ahí la inquisición, tenía que pensar rápido. Contempló expectante esa expresión concentrada de su hija cuando su joven cerebro procesaba nuevas informaciones, sobre todo si no encajaban con lo cotidiano. Al fin con una dulce sonrisa, la niña exclamó: ¡Qué bonito! Cuando sea mayor, yo también me pondré unos zapatos de tacón así de altos y una faldita así de corta y venderé amor a quienes lo necesiten.
Antonio Envid.
y si cambiamos "amor" por "alegria" en ese texto (hay que hacer el ejercicio)...la alégria no dura...y el amor tampoco o quizas !
ResponderEliminarSeguimos aguardando con avidez la ansiada reapertura del blog poético Balconcillos.
ResponderEliminarEn la estupenda versión de la novela de Galdós que hizo para el cine José Luis Garci, "El Abuelo", le hace decir a la protagonista (Cayetana Guillén Cuervo) "brindemos por los amores eternos; por lo poquito que duran". Yo creo que entonces todavía estaban casados J.L. Garci y Cayetana Guillén, luego se separarían.
ResponderEliminarNo se que tiene que ver el amor y la alegría, lo primero es un proindiviso y lo segundo, afortunadamente, es propiedad de uno solo.
En cuanto a lo de Balconcillos, hay que preguntarle a Narciso, yo también lo echo en falta.
Antonio,
EliminarAmor y alegria no son opuestos...cada uno tiene su experencia...(no he entendido lo "proindiviso"), pero la alegria es siempre compartida...es por eso que no dura mucho pero se puede repetir...
y, en Frances, la "fulanas" (mira que delicado me pongo) se llaman "filles de joie"
http://www.youtube.com/watch?v=d9dWmijny2U
http://www.youtube.com/watch?v=d9dWmijny2U
Estimadísimo Bernard:Como todo lo de Brassens, muy bueno
ResponderEliminarY a des clients, y a des salauds
Qui se trempent jamais dans l'eau
Faut pourtant qu'elles les cajolent
Parole, parole
Faut pourtant qu'elles les cajolent
Esto es lo que viene a pensar la niña de mi relato. Por cierto que como sabes los franceses del norte tienen fama de ducharse poco.
Lo de proindiviso es: propiedad que se posee entre varios sin dividir.
Quizá las chicas alegres que hay en España no sean tan divertidas como las francesas, muchas de aquí son del Este de Europa y no son precisamente la "alegría de la huerta" (el título de una zarzuela)
Me temo que la falta de alegría de esas mujeres del este no tiene nada que ver con lugar de nacimiento.
ResponderEliminarNo es un comentario muy acertado. Desde mi punto de vista.
Vladimira
A mi entender el comentario no es acertado ni desacertado, simplemente muestra el cinismo del lenguaje (que refleja el cinismo de la sociedad) porque es cierto que en francés se les llama "filles de joie", muchachas de alegría, y en español "chicas de vida alegre". curiosamente el inglés "call girls" muestra otra otra naturaleza muy distinta: su disponiblidad a una simple llamada, aunque como cultismo también se utiliza el nombre de "filles de joie" (al menos está en el Collins)
ResponderEliminar¿Quién puede no estar de aceurdo con el pensamiento de vladimira? el amor mercenarios es esencialmente triste, para ambas partes, porque es la evidencia de un fracaso.
Yo sólo me refiero al comentario relacionado con el asunto de la procedencia de estas mujeres. Y a su falta de alegría de las de España con relación a las de Francia.. Las tres últimas líneas de tu comentario.
ResponderEliminarEl tema del cinismo del lenguaje es otra cosa a la que no me refería.
salud!
Vladimira
No seamos tan finos, ni cinicos :esas personas son personas (intuito personae) y victimas (en la realidad)...Es la diferencia entre la literatura y la realidad...
ResponderEliminarSr. Halleux, no le comprendo. en absoluto. Habla de la diferencia entre literatura y realidad y no comprendo qué tiene que ver con los comentarios.
ResponderEliminarQuizás en la literatura existen mujeres a quienes les gusta ejercer la prostitución, también existen en la realidad.
Pero no era ese el asunto.
Lo del cinismo no creo que, de verdad, vaya dedicado a ninguno de los comentarios que he realizado a raíz de este asunto. Quizás en algún otro.
salud!
Vladimira