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El ciudadano medio vendría a ser el que está –los que estamos- en el espesor de la anormal normalidad, o de la normal anormalidad: se dice que las únicas personas normales son aquellas a las que no conocemos.
El ciudadano medio ha perdido los documentos generales de sí mismo, y el billete de avión de sí mismo, y va pasando a través de los viejos portones de la tarde, siguiendo los larguísimos huesos de la noche, cruzando las lluvias cansadas. Está en un revés siniestro, en un otro lado de la realidad que nadie le había dicho que existiera, y que es más bien la irrealidad de la realidad, pero que llena todos sus días; que ocupa –o desocupa- sus ocios, sus asuntos, lo que era cotidiano y suyo: su vida real, ahora cruzada por las gruesas telarañas de la irrealidad, que le ponen en blanco y negro su hermosa vida, que era en color y con bocatas de calamares bravos.
Ahora, el ciudadano medio mira y mira, como haciendo un ruido de cristales rotos con sus ojos fijos: incrédulo, perplejo, alucinando pepinillos. Al caer la tarde, en vez de acercarse a los bares de la vida donde vive la cerveza, busca en el suelo, bajando los ojos, unos senderos que antes no conocía, y se marcha hacia el poniente, a ver –otra vez- las viejísimas hélices del crepúsculo –que dijo el poeta-, ya astilladas, ya sonoras de respiración, ya doloridas y lentas como viejas reumáticas que crujen, cuando al sol ya sólo le queda la cena miserable con un postre malo de tinieblas, que se come a regañadientes con una cuchara sucia.
Pero bajar la mirada, una mirada baja, aunque sea para buscar los senderos del crepúsculo, es un agujero, un desgarrón del universo, una estrella caída, un contradiós. La mirada de los ojos, los ojos de la mirada, sólo se agachan –si acaso- con la muerte y, más que nada, porque se los come.
Hay en el ambiente, en el aire que escasea, en la piel de la vida, una amenaza o un presagio de tinieblas; un extenso y crudo olor a impaciencia lenta o a tomadura de pelo con acompañamiento de cachondeo, como cuando alguien se muere, no con los ojos abiertos, sino guiñando los ojos.
Narciso de Alfonso
El Merodeador, II
Siguiendo huellas:
ResponderEliminar¿20 poemas de amor y una canción desesperada?
¿Poema 2?
Pablo Neruda
Cuervo Ingenuo
Usted aburre a las ostras.
EliminarNo hay nadie más pesado que un listo con Internet.
Vlad
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ResponderEliminarsí, es el 2, pero no es de 20 poemas + la desesperada,
sino de otro buko de este mismo autor socrático...
¿de cuál? ahhhh
Gracias por el interés en encontrar mis fuentes...
Narciso
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Mujer Vlad, hablar con lengua de serpiente
ResponderEliminarPor Manitú, ella confundir
¿curiosidad intelectual satisfecha?, con rapidez, gracias a Internet
con, ¿ser un listo?.
Cuervo Ingenuo no fumar esa pipa de la paz. Por Manitú
Cuervo Ingenuo
Manitú no sé qué o quien es.
ResponderEliminarY no me gusta que destripen los textos ni poemas ni nada.
Cuando el autor considera que es necesario, existen los pies de página. Yo no los veo. ¿Usted sí señor Cuervo detective?
Si usted quiere satisfacer su curiosidad intelectual, pues muy bien, pero no hace falta que lo proclame a los cuatro vientos.
Ya sé que hará lo que le plazca. Yo sólo digo lo que pienso de esa costumbre suya.
Vlad
Sinceramente, a mí lo que no me gusta (y por tanto, y evidentemente, es una cuestión de gustos) es que los comentarios a las entradas se intenten convertir en aureolas a mayor gloria del propio comentarista, en vez de una opinión sobre la entrada que, por lo demás, puede ser también de lo más subjetiva y crítica (por supuesto). Pero aprovechar las entradas para hablar de uno mismo, o -lo que es peor- para presumir de sapiencia... hombre... no, no me gusta. Sólo digo eso: que no me gusta. Hiede a spam.
ResponderEliminarEs como esas críticas de arte en las que se habla de todo menos de la obra que se critica. No, no me gusta.
Por lo demás: me encanta la intertextualidad y hay que ser un gran artista y -por tanto- un gran creador para saber utilizarla magistralmente. Exactamente tal y como lo hizo Cervantes. Tal y como lo hizo T.S. Elliot. Tal y como lo hace Narciso. Sí, Narciso.
Pero insisto: es una cuestión de gustos.
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Eliminarcoñooo
ella no queríaaaaaa
uf
Narciso
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Yo no digo nada de la publicación, ya que el tema y a su autor, los conozco muy bien. Sólo decir que me gusta la manera en que circunda la realidad, sin nombrarla directamente.
ResponderEliminarA mí, lo que realmente me gustaría, es saber quién dice el comentario. Creo que sería mejor que cada cual se hiciese responsable de su comentario.
Y si el comentario es de un seudónimo o heterónimo que otros conocen, pues también vale.
Desde mi punto de vista, no creo que nadie haya querido quedar por encima del autor de la publicación, nunca. Pero eso es cuestión de percepciones.
Creo Servando que si somos tan rigurosos, perderemos frescura en los comentarios, no sé.
A lo mejor habría que crear un espacio para hablar de cualquier tema, al margen de las publicaciones, ¿ qué te parece?
Ángel
Ángel, ya he dicho que es cuestión de gustos, por supuesto.
ResponderEliminarY lo del espacio que comentas... no sé, técnicamente creo que no sé resolverlo, aunque me parece una buena idea, siempre y cuando hubiera la suficiente participación, cosa que la encuentro más difícil.
Yo no voy ha hablar del texto porque no tengo nada que decir. Con el fondo estoy muy identificada y con la forma creo que no se puede decir mejor lo que se dice. Prefiero la lectura silenciosa.
ResponderEliminarUna forma de respetar el texto es no destriparlo. Siento si el comentario es para aumentar mi aureola. O para crearla.
Por otra parte, bueno, mejor me callo porque iba a emitir otra opinión y an tengo roce sitio en casa para la aureola ;-)
Gracias.
Vlad
Vlad, lo de la aureola no iba por ti, sino por Jack, el anónimo destripador.
EliminarUn abrazo.
Ups! No tengo remedio. No voy a pillar las cosas nunca. Intento contextualizarme pero no hay forma. Me he dado por aludida porque yo no he comentado nada sobre el texto.
EliminarGracias.
Vlad
¿Porqué los poemas más hermosos, como éste de Narciso, son los que expresan tristeza?
ResponderEliminar.
ResponderEliminaruy, nope, ni hermoso ni más hermoso, Antonio...
y puestos, ni poema... es un merodeo, un género
poco conocido todavía pero ya en uso -por mí mismo
solamente, hasta ahora, pero todo llegará-
Dejando los egos al lado... estoy pensando
si en efecto los poemas mejores son tristes, pero
no sé qué decir... ¿incluimos a los ingleses y americanos,
a los franceses, italianos? ¿son sólo los nuestros los
que cumplen -si la cumplen- la relación hermoso/triste?
Gracias por la reflexión, Antonio,
voy a meterlo en la cabeza a ver qué sale...
Narciso
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