sábado, 9 de febrero de 2013

NOLI ME TANGERE -CHI ME DEFENDERÀ DAL TUO BEL VOLTO? (Servando Gotor)

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Noli me tangere, detalle
(Corregio. 1525, Museo del Prado - Madrid)

¡No me toques! Ya sólo el título de este cuadro es un auténtico poema. Marcel Proust no lo menta en su busca del tiempo perdido porque, evidentemente, no lo conoció, ya que de haber tenido noticia de él, no se le hubiera escapado una mínima referencia, un cómplice guiño, al novelista francés que analizó y narró como nadie la fuerza atractiva que toda negación encierra (nada más excitante que un “esta noche no, porque tengo otros compromisos”).

Aquí se tornan los papeles habituales y es Cristo, el Hombre, quien frena el ímpetu, la pasión de la mujer, María Magdalena.

Literariamente, estamos también en uno de los muchos momentos cumbre de esa joya poética que son los evangelios. En este caso es Juan, el evangelista/apóstol amado, quien recrea la escena:

Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní -que quiere decir: «Maestro»-. Dícele Jesús: «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: «He visto al Señor» y que había dicho estas palabras (Jn. 20, 11-18).

¡Noli me tangere! Para Eugenio d’Ors, Correggio se adelanta aquí al barroco y, en concreto, a la Santa Teresa en trance de Bernini. Y no cabe duda que la mirada, la pose, de la Magdalena refleja ese mismo éxtasis que nuestros místicos del Siglo de Oro marcaron a fuego en versos inmortales.  A Miguel Ángel corresponde aquel otro maravilloso verso, también en la melódica lengua italiana, que parece la obligada respuesta a la negativa de este Noli me tangere  -chi mi defenderá dal tuo bel volto? (¿Quién me defenderá de tu belleza?, en la más acertada traducción/traslación que de  un borrador -proyecto de relato- de Stendhal hace José Antonio González-Iglesias*). 

¿Cómo no despertar este diálogo entre épocas, entre culturas, —entre hombres siempre— todas las interpretaciones humanas posibles sobre aquella relación entre Cristo y la Magdalena, si nuestros propios místicos no encuentran otra figura, otra metáfora que el recurso al amor humano, incluso al sexo más brutal, para transmitirnos sus inefables experiencias extáticas? 

Así, a un Corregio que conoce la fuerza de una negativa (amorosa sin duda) y narrativa de un ¡No me toques!, le habría contestado años atrás un Miguel Ángel que también ha probado las hieles del dolor de amor con el grito angustioso: ¿Quién me defenderá de tu belleza? Creando entre los dos italianos uno de los más hermosos poemas de amor con estos dos maravillosos versos.


Servando Gotor



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Stendhal
Pre-textos, 2007


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