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Marlijn tiene una piel del color universal de la arena y de las rocas; a veces la luz, injustamente, pide el mismo rendimiento a las piedras anónimas de cuarzo y porquería que a una dulce piel tierna y conocida, ‘hecha de indescifrables sustancias divinas’ –como dijo el poeta.
Marlijn está acertada con esas prendas llenas de agujeros, entre casuales y elásticas, que se ciñen pero se sueltan. Está en forma de musculatura abdominal, con un recto mayor visible y bien marcado al que sólo le faltan las intersecciones transversales para asemejarse a la tableta de dulce chocolate.
Despeinada, desordenada, revuelta, destruida de estructura capilar, tiene un pelo claro entreverado de oscuro, o al contrario, con unos ojos claros de mirada oscura, o al revés. Marlijn está en el lugar donde descansa callado el eco de todas las rocas que tiene a su espalda, y quizá se le aprecia algo de la reverberación silenciosa, de ese ser ella misma y el eco, que en cualquier momento, si se activa, puede levantarle en el aire toda la pelambrera y la camisa y el aura.
Lleva las manos usadas, sucias, tal vez de trastear con las tierras y las arenas del planeta, o de hacer el pájaro entre la hierba.
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Marlijn tiene una piel del color universal de la arena y de las rocas; a veces la luz, injustamente, pide el mismo rendimiento a las piedras anónimas de cuarzo y porquería que a una dulce piel tierna y conocida, ‘hecha de indescifrables sustancias divinas’ –como dijo el poeta.
Marlijn está acertada con esas prendas llenas de agujeros, entre casuales y elásticas, que se ciñen pero se sueltan. Está en forma de musculatura abdominal, con un recto mayor visible y bien marcado al que sólo le faltan las intersecciones transversales para asemejarse a la tableta de dulce chocolate.
Despeinada, desordenada, revuelta, destruida de estructura capilar, tiene un pelo claro entreverado de oscuro, o al contrario, con unos ojos claros de mirada oscura, o al revés. Marlijn está en el lugar donde descansa callado el eco de todas las rocas que tiene a su espalda, y quizá se le aprecia algo de la reverberación silenciosa, de ese ser ella misma y el eco, que en cualquier momento, si se activa, puede levantarle en el aire toda la pelambrera y la camisa y el aura.
Lleva las manos usadas, sucias, tal vez de trastear con las tierras y las arenas del planeta, o de hacer el pájaro entre la hierba.
Narciso de
Alfonso
del blog
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