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La luz...
Ella vendría a mi buhardilla.
¿Cuándo?
Como el momento era algo que escapaba a mi control, debería olvidarme de él y esperar que se produjera con todo preparado. Pero había que partir del hecho incuestionable de que tarde o temprano ella aparecería, ácabaría por subir a mi buhardilla. Ahora bien, ¿en qué momento del día? En el que yo eligiera. Por tanto se hacía preciso controlar la luz. La luz cambia por momentos en el transcurso del día y aun dentro del día depende de la estación y del clima y dentro de la estación y del clima, de las nubes... Imposible controlar tantas variables. Además, podría darse el caso de que, por cualquier circunstancia, incluso a petición de ella, el momento elegido para que subiera no fuera el programado por mí sino el que el azar o ella misma impusieran. Así que enseguida me convencí de que tampoco el momento del día, ni siquiera de la época del año de ese día, dependía de mí. Mas no me desanimé: la mejor forma de controlar el azar es eliminarlo. No siempre es posible, pero en este caso lo era: ¿Iluminación? ¡Eliminación! Dicho y hecho: abajo las persianas y adiós a la luz exterior. Ahora soy yo quien elige el grado, el tono, la temperatura, la cantidad, la calidad y hasta el color de la luz. Gran paso. Se trataba simplemente de elegir la luz más apropiada y ponerme en marcha. Luego, ¡Oh, luna de Alabama!, desechadas otras posibilidades, opté por la penumbra. Aunque definitivamente... No,no,no... Lo pensé mejor: abriría una pequeña rendija
cuyo ángulo de abertura lo controlaría yo dependiendo de la situación solar
externa. Sí, mejor. Siempre conviene cierto halo de incertidumbre.
Servando Gotor
Entre las ruinas del cielo
Muy buena la metáfora…Cuando no se puede controlar hay que eliminar. Para entender, hay que iluminar y controlar las luces es controlar el entendimiento…
ResponderEliminarAl final, no se si he entendido…. ¡Me equivoque!: solo preparabas (tu ù el autor) una cita “amorosa” (?), cuidando los detalles…
Perdona,yo escucho demasiado los telediarios…Lo siento
A +,
Bernardo
Por ahí, por ahí... por ahí debe ir la cosa, Bernardo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y gracias.