El hombre beige de la gabardina triste ha agachado la cabeza como queriendo ocultarse y luego ha huido por la calle Mayor.
No tiene sentido, porque todos lo conocen. Nadie sabría describir sus ojos, ni su sonrisa, nadie, porque el hombre beige no tiene cara, ni tiene labios, ni orejas, ni cejas, ni pestañas. Pero soporta una gabardina triste y un semblante beige. Por eso se le conoce.
Es un alma disuelta. Un zapato de gamuza azul resbalando por el afligido asfalto. Un sombrero de mariposas blancas destilando hiedras confinadas, pañuelos férreos, rosarios quebrados. Gabardina sospechosa que todos ven pero nadie mira.
El hombre beige es ese paso errante que se oye, que se siente, pero nadie escucha. La palmera cruda de los dientes planos. El añil oblongo de poliédrica aurora. La sombra lerda. El blues temprano.
El hombre beige es el hombre gris gimiendo, quizá, por el amor a una mujer muerta o por el dolor de una rosa del Cáucaso.
- ¿Lo has visto? Parece mentira.
- Si, no lo entiendo.
- Nadie lo entiende.
- Nadie lo entiende.
- Tanto huir, tanto huir. Se pasa la vida huyendo.
- Alma que se lleva el diablo.
- Alma que se lleva el diablo.
- ¿Habrá hecho algo?
- Si lo ha hecho nadie lo sabe.
- Si nadie los sabe es que nada ha hecho.
- Algo habrá hecho.
- No es tan sencillo.
- No es tan sencillo.
- No, no lo es.
- Entonces ¿por qué huye?
- Por nada, ¿no?
- ¿De quién?
- Ah, esa es otra cuestión
Al hombre beige de la gabardina triste nadie le preguntó la hora, ni le ofreció un cigarro, ni le juró amor eterno, ni le dijo mire hoy no tengo tiempo pero quizá mañana...
El hombre beige es de aquí. Y aquí todos somos extraños.
El hombre beige es de aquí. Y aquí todos somos extraños.
Servando Gotor
Cuescos
Cuescos
Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarOtro que perdió el mes de abril.
isabel