sábado, 22 de enero de 2011

ANTOLÍN EN EL PARAÍSO (Servando Gotor)



SGS


(Un e-mail de Fabiola M. desde Bolonia, en el que me manda saludos y me cuenta que estuvo viendo Tannhauser, me ha recordado esta Barricada del 2008.  Por cierto, ha vuelto allí a sus pinturas.  A ver cuándo podemos ver alguna).


Tengo un amigo snob que, frío o calor, él siempre con su chaqueta amarillo-chevalier: Antolín. Pocos lo han visto sin ella. Yo sí. A finales de los noventa en Madrid, recién restaurado el Teatro Real.

Amante de la ópera se sacó un abono de temporada. ¿Un bono? Sí, un bono. Será muy caro, ¿no? Hombre, se puede aguantar. ¿Y es buena la localidad? ¿Que si es buena...?: el mismísimo paraíso.

De vuelta los lunes nos ponía la cabeza como un bombo: que si Verdi nunca estuvo en la Aljafería o la gorra de Wagner era prestada; que al Domingo le caía gorda la Caballé y a la Caballé el Domingo; que el restaurante del Real parecía la vía láctea con el techo azul tachonado de estrellas... Me picó tanto que cogí el trompo y una noche de invierno me plante allí... Tosca, ponían (¿se dice “ponían” o “daban”?). Y Antolín tenía razón: el Teatro, impresionante. Miré los precios y tanteé el bolsillo: lo del paraíso, cierto: como el gallinero del cine de mi pueblo pero en bueno: “una para el edén, plis”. Qué bien, qué baratica. Entro, atravieso el vestíbulo oval (“foyer”, ¡oh!), subo las escaleras y al entrar en el paraíso/gallinero le doy la entrada a un empleado. Al verlo me acuerdo de mi hermano Juan Isidro: de chico, quería ser acomodador, “visten de mariscales y llevan linterna”. Yo en cambio, muy modesto, me conformaba con llegar a limpiabotas: zarrapastrosillo, sí, pero los cepillos y las latas de betún me perdían. A lo que voy: le doy la entrada al mariscal (aunque éste iba con smoking, como el Gran Gatsby). La toma bruscamente, se me adelanta y me dirige a la butaca. Ya sentado, me vuelvo para darle las gracias, pero ha volado a su sitio: allí, a la entrada, de pie. Me acomodo y... pis (¡plis!). Salgo raudo al lavabo. Micciono (en la ópera se micciona, faltaría más, qué es eso de “pis”). De vuelta paso del acomodador porque ya conozco mi sitio en el olimpo/gallinero. Entonces veo otros mariscales pululando abajo, en la platea (“¿será el “infierno” o simplemente “la tierra”?). Me vuelvo hacia mi mariscal que sigue allí, tieso... Salgo de mi error: no era un acomodador sino un espectador con smoking. Y él, buena gente, me había atendido por no darme dos leches, pero luego huyó presto para evitar el lance de una propina que nunca pensé darle. Ahora viene lo bueno: me acerco a él para disculparme y ¿saben quién era? Antolín. Lo del abono, cierto: tenía un abono para la localidad más barata del Teatro Real en el paraíso/gallinero: de pie (“bípeda”) y con visibilidad nula (“ciega”). No exagero, es “real”.

Cuando Antolín se vio descubierto intentó ocultarse. Imposible. Lo pasó fatal, como yo (¡larga espera!, Tosca). Pero luego, de madrugada, acabamos en la buñolería modernista de San Ginés y me confesó que siempre que iba a Madrid a la ópera dormía en casa de una tía viuda, guapa y juguetona, que era la que le prestaba el smoking de su difunto marido. Pobre Antolín, verlo para creerlo...: el fantasma de la ópera.

Mejora, mejora el Antolín con su chaqueta amarillo-chevalier.

Y yo, qué quieren que les diga, feliz con mi abono perpetuo de barricada: asiento y hasta hamaca; cafelito cuando no carajillo; pincho tortilla y Laura de cuando en vez. Y, además, ahora, en pleno verano, no doy abasto: en Calamocha, a falta de una, dos ofrendas a la Virgen de la Asunción (qué locura); y en Daroca la Feria Medieval (a La Morica Encantada la vi en la Expo) y, sobre todo, el Festival de Música Antigua. Y todo sin disfrazarme de mariscal.

¿Quién da más hasta afrontar la crisis allá por septiembre?

El Comarcal del Jiloca
25/07/2008

2 comentarios:

  1. El comentario que aparece en 'Imágenes de Javi' era para aquí.

    Los duendes de la informática o un despiste mío, vaya una a saber.

    Buen día

    isabel

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  2. Los melómanos del paraiso (o cazuela)solían ser implacables ante cualquier nueva producción de una ópera conocida. Por un quítame allá ese bemol te podían montar un bochinche que no veas, eran el terror de sopranos y tenores noveles.
    LOs teatros están llenos de enigmáticos lugares: parrilla, foso, foyer, fumoir, galería...

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