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Ahora mismo, podría sacar una maleta del trastero,
llamar a un taxi,
llegar al aeropuerto y ver cual es el próximo vuelo
Y dejarme ir
a pisar calles que desconozco,
conversar con gentes que me son ajenas,
recogerme al anochecer en cualquier bar
y tomar unos martinis,
con ginebra, por supuesto,
Y al día siguiente coger un autobús
y recorrer el mundo ancho y ajeno
Mandar un e-mail diciendo:
no me esperéis tampoco esta noche,
no llegaré para cenar.
Pero no lo haré, cómo voy a hacerlo,
cuando llevo en esta timorata ciudad
de provincia tanto tiempo
fabricándome un capullo con sus calles
y plazuelas a base de dar en ellas
vueltas y más vueltas.
Enroscando sobre mí su grosero hilo,
pegando sobre este caparazón a conciencia
sus pobres casas, sus fatuos edificios.
Fabricando a mí alrededor una sólida pasta
que me proteja de la tentación de volar y de ser libre.
No lo haré, no puedo en un momento de locura
deshacer esta labor de tanto tiempo,
cuando estoy a punto de culminar mi capullo
y ahogarme, por fin, dentro.
Antonio Envid.
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