MJM |
Dedicado a María Jesús Mayoral,
que tanto ama a Sicilia y que nos ha prestado la foto
Confieso que como lector soy caótico y promiscuo. Soy incapaz de entregarme a un sólo libro o escritor, tengo la necesidad imperiosa de leer dos o tres libros a la vez, que de pronto pierdo y reencuentro, andando el tiempo, en cualquier cajón. Por otra parte, tampoco les soy fiel, a medio leer, muchas veces, son confinados en cajas de cartón, que guardo en el trastero. Allí, en este particular limbo, en horrenda confusión, Santa Teresa con Martínez de Pisón (mezclados darían para una buena road mouvi), Gracián con Saul Bellow (dos cínicos) o Auster y Muñoz Molina (dos pesados), por poner algún ejemplo, esperan el día del juicio. Ese día, que les llegará cuando tenga tiempo y humor de desembalarlos, serán reexaminados. A la mayoría les aguarda el fuego y sólo algunos, los escogidos, habitarán una estantería en la cabecera de mi cama para acompañarme en el último tranco de mi existencia.
Toda esta larga introducción es para expresar la alegría que siento cuando uno de esos libros injustamente sepultado viene a mi encuentro. Eso me ocurrió el otro día. Desde una estantería de una céntrica librería me saludó nada menos que el perdido y largamente añorado “La Mafia se sienta a la mesa”, nuevamente reeditado y cuya primera edición en español yace injustamente, con algún insípido compañero, en alguna caja de la mazmorra subterránea.
Los autores, los periodistas Jacques Kermoal (parte narrativa) y Martine Bartolomei (recetas de cocina) nos dan cuenta de acontecimientos señeros en la historia de la Mafia (y del occidente, tal es la influencia que ha tenido esta siniestra asociación) a través de los menús de las comidas en que se trataron y pergeñaron o se celebraron estos acontecimientos.
En realidad, los autores parecen añorar aquella romántica época en que los capi, engrasaban sus pistolas mientras preparaban con mimo una cassata o unos fideos a la tinta de sepia para sus amigos (o para sus enemigos, que nunca se sabía en que apartado quedaba uno clasificado) hasta el punto de lamentar que hoy “con las prisas de cometer los delitos han olvidado las viejas maneras”. La Mafia siciliana y su sucursal en Norteamérica, la Cosa Nostra, en la época romántica solemnizaban siempre sus eventos con ágapes basados en la nativa cocina siciliana y los regaba con sus enigmáticos vinos. “Cuscinare il delito, cocinar el delito, es una expresión insular cuyo significado está lejos de ser casual”, aseguran los autores.
Por traer aquí algún episodio, escojo la comida-entrevista que Luky Luciano concedió al periodista Kermoal, coautor del libro, en 1961. El famoso gangster vivía entones en Italia como un honrado hombre de negocios (se sabía que era uno de los capos del tráfico de la droga, pero todos miraban a otro lado) después de haber sido excarcelado en Norteamérica, como agradecimiento del gran servicio de haber puesto a las familias de su organización en Sicilia a disposición de las tropas americanas, abriéndoles así la puerta de la isla y, en definitiva, de Italia, en la segunda guerra mundial. En el transcurso de la comida (salmón y caviar, pasta a las sardinas, cocinada por el propio Luciano, solomillo de buey, espárragos con crema de queso de oveja, sabayón), tiene lugar la siguiente confesión:
- El traficante no maneja dinero. Su dinero, o mejor dicho, el dinero que será utilizado, es el de otro, el de un rey exilado, por ejemplo, (seguramente se refería a Faruk) con el que tiene intereses comunes completamente legales: hoteles, empresas inmobiliarias, fábricas… Utilicemos el ejemplo de la empresa inmobiliaria, es más sencillo. El vendedor de droga se presenta como comprador de tres, cuatro, o cinco apartamentos de lujo que valgan lo mismo que la mercancía y no paga por ellos nada. Después, otra sociedad totalmente legal, perteneciente también al comprador, le recompra los apartamento y esta vez le paga. El vendedor puede, pues, establecer el origen de su bien.
Salvando distancias, épocas, situaciones y personajes ¿No les suena algo esta letra, pero con música española? Poco tiempo después de conceder esta entrevista, Luky Luciano moría en extrañas circunstancias. Parece ser, que la policía española había detenido a dos agentes suyos y en sus confesiones implicaban a algunos políticos italianos en el negocio de la droga.
Antonio Envid.
La Mafia se sienta a la mesa es un libro que tengo pendiente de leer, bueno, lo tengo que comprar primero. De todos modos La Mafia y la comida están intimamente unidas, quizá porque los negocios siempre se cierran tras una opulenta comida. También los hoteles están unidos a La Mafía, de hecho en Palermo hay hoteles que han hecho historia. No quiero alargarme, tan sólo recordar como se cargan a uno de los socios de El Padrino (III parte): muere envenenado comiendo los famosos cannoli. Que por cierto no sé si nosotros los aragoneses los llevamos allí o la trajimos. En la enciclopedia de cocina aragonesa están igual, pero rellenos de crema.
ResponderEliminarMaría Jesús
Por favor, ¿podrías decirme si la fotografía estña trucada o ésa es la forma de la barandilla del balcón?
ResponderEliminargracias,
Vladimira
Querida Vladimira, esa foto la hice porque me encanta ese tipo de balcón. Puedo decirte que es el clásico balcón siciliano llamado de panza de oca por la forma que le dan a la forja.
ResponderEliminarServando ha puesto también su granito de arena, pero la forma del balcón es tal cual.
Aprovecho para agradecer a Antonio su dedicatoria.
María Jesús
Mª Jesús, el otro día me recomendaron ir a un pueblo italiano que se llama Positano, ¿Crees que es un buen sitio para pasar unos días de vacaciones?
ResponderEliminarsalud!!
Vladimira
La Costa Amalfitana es una preciosidad, Positano digamos que es la estrella. Si quieres una buena playa te diré que no la tiene, es de tierra y no de arena. El pueblo es muy bonito, Silvio Berlusconi le regalo a su hija una casita el verano pasado. Si te decides a ir no lo hagas ni en julio ni en agosto, está hasta la bandera de gente.
ResponderEliminarSaludos.
María Jesús
Mª Jesús, abusando de tus conocimientos de Italia, quisiera preguntarte si crees que merece la pena ir a los Carnavales de Venecia.
ResponderEliminar¿Qué opinas?
Gracias.
Vladimira
Querida Vladimira, no he estado nunca en los carnavales de Venecia y no llevo intención de ir. Me parecen que son una horterada y supongo que Venecia estará llena de japoneses.
ResponderEliminarMe han dicho que los carnavales de Bérgamo están muy bien, pero a mi estas fiestas multitudinarias me agobian.
Espero que te haya servido de algo mi información.
Saludos. María Jesús.
Jeee, esta María Jesús, qué chispa tiene siempre (ahora lo digo no por lo de la horterada, que eso puede ser opinable -a mi juicio, si bien la masificación que debe haber seguro que vulgariza el asunto-; lo digo por lo de los japoneses, jeeeeee, aunque al final es lo mismo, ya que con eso expresa la "masificación" y, por tanto, seguramente, también "la horterada·.
ResponderEliminarMuy bueno. De todos modos estas gracias así al vuelo de María Jesús, luego si se analizan, reflejan mucha más profundidad de lo que aparentan, porque, a primera vista, pueden parecer gracias superficiales. No creo que lo sean. Y en ese punto está la calidad.
Es lo mismo que las gracias (aparentemente exageradas y hasta burdas) de Azulenca. Igual.
Esto distingue la charlotada o la chirigota (las odio, no puedo ni con una ni con otra, la verdad) del Humor con mayúscula.
En todo caso, las imágenes que puede producir el carnaval veneciano pueden ser maravillosas, preciosas.
Besos.
Servando, yo no sé si has visto los trajes del settecento que se zumban con máscaras, plumas, lentejueles y pedrerías. Las imágenes son preciosas por el escenario y el telón: Venecia. Si a eso le añades japoneses, raza cruel que decía la de la película, ya es para nota. Y es que esta gente se desplaza como el "ganao", a mí se me han llevado por delante dos veces. No digo más. Ya los contaré algún día a los postres.
ResponderEliminarMaria Jésús
También he oido que Bérgamo es una maravilla y que sin embargo no está explotada turísticamente.
ResponderEliminarLo bueno de los japoneses es que les da igua ponerse o no una máscara.
salud!
Vladimira