Desde hace unos días las aceras de nuestro paseo de la Independencia se ven cruzadas por unas líneas discontinuas que señalan un carril bici. Este señero paseo que en su día soñaron los zaragozanos como un émulo de la parisina Rue de Rivoli, cuando esta arteria era una de las calles más elegantes de Europa, no deja de depararnos sorpresas. Levantado y cubierto una y otra vez, construido sobre las ruinas de un barrio de moros pobres, convertido en bulevar con un gran andador central, desaparecido el andador para dar paso a un intenso tráfico rodado, restringido dicho tráfico y ensanchadas sus aceras para convertirlo en paseo ciudadano, sitiado por unas molestas obras para ser cruzado por un tranvía (más bien un tren ligero que abre una dolorosa cicatriz en el entramado urbano de norte a sur), parece que los zaragozanos, presas de una pasión de amor-odio hacia él, no terminamos de encontrarlo a nuestro gusto. Ese paseo, que era el ombligo de la ciudad cuando el joven Ramón Sender lo frecuentaba, recordándolo con cariño en su Crónica del Alba, cuando todo Zaragoza se movía por allí como cangilones de noria en un ir y venir sin fin, costumbre que todavía se mantenía en mi juventud, de modo que se le conocía con el apropiado nombre de “tontódromo”, se encuentra hoy muy disminuido.
Tras levantarse el sitio de las molestas obras del tranvía, parecía que iba a tener una larga temporada de tranquilidad convertido en esa gran plaza urbana rodeada de tiendas y establecimientos hosteleros de la que nuestra ciudad siempre ha adolecido, para el disfrute de los zaragozanos, que en nuestro tórrido verano descansarían del paseo recostados en veladores y terrazas a la sombra de esos heroicos y raquíticos tilos que sufren en silencio las extremas temperaturas de nuestro clima y la inhospitalidad del cemento, castigados a un duro exilio de su lugar de origen, húmedo y sombreado.
Pronto surgió la competencia entre el paseante pedestre con el ciclista urbano, que sin normas precisas de tráfico, con su máquina daba más de un susto a las personas mayores y sus mascotas, haciéndolas vivir en un continuo sobresalto. Para intentar poner remedio a tanto caos se han proyectado estas vías ciclistas, pero para conseguirse ha tenido que expropiarse el sombreado espacio a los veladores, que ya no serán tan acogedores en los días veraniegos. ¡Ay, que la dicha nunca es completa!
El hilo de todo esto me ha llevado a reflexionar sobre la fragilidad de la democracia. Como el trazado del tranvía desbarataba toda la red del transporte público ciudadano, siguiendo la inveterada costumbre de nuestros ediles de hallar soluciones simples a problemas complejos, a algún cráneo privilegiado se le ocurrió el remedio de recurrir a un invento del siglo diecinueve: la bicicleta, presentándolo como una gran novedad, olvidando que los chinos, en cuanto pueden, mandan ese cacharro a que lo pasee Mao, y que la urbanidad zaragozana dista mucho de ser la de Ámsterdam. Resulta que los jóvenes, por razones obvias, aprecian este novedoso medio de transporte urbano más que las personas mayores, pero también resulta que estos jóvenes son más propensos a votar a las izquierdas que los de más edad, de modo que coinciden con los intereses de la floja mayoría del Consistorio, pues… blanco y en botella.
Cuando la democracia se concibe únicamente como una operación aritmética de recuento de de votos, se convierte en una de las dictaduras más monstruosas: es la dictadura de la muchedumbre. Pero, además, subvierte completamente lo que debe ser la política, que pasa de ser la ciencia de gobernar con acierto, a ser una mera máquina de coleccionar más votos que los opositores, con cuyo amparo todo parece legítimo. La democracia, si no está regida por el afán de lograr el bien común, pierde la legitimidad que pudiera haber logrado en las urnas.
Antonio Envid Miñana
6 de marzo, 2013
Protesta don Antonio por el carril-bici delimitado en el paseo de la Independencia diciendo que "el ciclista urbano... con su máquina daba más de un susto a las personas mayores y sus mascotas"
ResponderEliminarQue sí, que tiene usted razón pero oiga ¿cuántos sustos nos dan esas personas mayores y sus mascotilla? Si, ya sabe, esos que pasean todo plácidos como si el mundo les perteneciera y llevan amarrados a esas mascotas con esos ramales superelácticos que nunca terminan, te cierran el paso, cuando no se lían en tus piernas...
¿Y de esos qué me dice? Si ya se que le planteo un gran dilema pero ¿no podría ser un poco mas objetivo en sus críticas?
Y no digo mas que... (lo de las mascotillas con esos ramales me tienen jartita, jartita)
La Conchaparis
Vaya, ya salió la opinión de una de esas jóvenes que derrotan hacia la gauche, a que se refiere la entrada... ;-)
ResponderEliminarPor favor, remátelo... una de esas jóvenes de la gauche caviar!!
EliminarSrta. Exquisita
.
ResponderEliminarla gauche no ha sido siempre... divina?
mmm
Gracias
Narciso
.
Don Nar, es usted muy antiguo. Lo de la gauche divina es de allá del 68, ya no, hoy es la gauche caviar. Esa que toma caviar beluga con Dom Perignon o Cristal de Roederera... como mínimo.
EliminarEs solo por traerlo al día jijiji
Srta. Malísima
¿Sabéis si En España las bicis tienen que tener un seguro? Porque supongo que alguna vez habrán atropellado a alguien no?
ResponderEliminarVlad
No Vladimirita, no hay obligación de seguro. Pero créeme, estaría mas justificado exigir seguro obligatorio a los dueños de mascotas con esos "ramales" interminables que hablábamos antes.
Eliminar¡Eso si que es peligroso!
Además, fíjese en la cara de los dueños de esas mascotas... van tan panchos!!!
La Conchaparis
Pues la verdad es que yo también estoy muy de acuerdo con don Antonio: ahora que se motorizan en China, aquí nos bicicletamos. Ahora que dejan el uniforme Mao, aquí nos uniformamos. Decadencia pura. Bueno el artículo Sr. Envid.
ResponderEliminarSeñorita malísima Conchaparis, a usted también hay que ponerla al día. La gauche caviar es de los tiempos en que Luís Roldán desayunaba con su "pata negras" caviar con Dom Perignom, para luego desporretarse luciendo calzoncillos de media pierna ante unas colipoterras huidas de una peli del neorrealismo italiano. Ahora la gauche es muy discreta, mantiene encuentros en perdidas gasolineras, arregla su vivienda con los dineros del partido y probablemente tenga sus refugios en extranjeras tierras. Además de sorprendente, tanto se la ve en los viajes del inserso, gracias a tempranas jubilaciones, aunque jamás haya contribuido a los fondos de la seguridad social, como en organismos internacionales, gracias a las generosas aportaciones del estado español.
ResponderEliminar