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Visto lo visto, ¿dónde está la gallina que pondrá el huevo blanco con el que podremos hacer la primera tortilla para comer de verdad, con la crisis ya herida de muerte como un toro con el estoque clavado en la cruz y hasta la empuñadura?
Hay preguntas que no tienen respuesta porque están mal planteadas: lo realmente difícil de la respuesta es, precisamente, la pregunta. De entrada y para entendernos: no es que antes, primero, llegase una crisis financiera o hipotecaria porque nos sentimos ricos y empezamos a gastar de más: tenemos que comenzar negando tal simplismo, rechazando la mayor: si remitimos, si enviamos la crisis a eso que se llama reactivación económica y le cerramos la puerta detrás, nos quedamos en una intemperie interminable y, lo que es mucho peor, nos ponemos en manos de los innecesarios que se empeñan en la reactivación económica.
Ordenemos los elementos: la crisis comenzó bastante antes que la falta de dinero: comenzó exactamente cuando la necesidad de cambio de la organización, del orden social, se hizo imprescindible: por eso la primera exigencia de la crisis es la novedad, la innovación.
Con sus grandes, enormes tubos, lo que la crisis mete, inyecta sin parar es novedad, innovación. Como la novedad no encuentra una organización social capaz de hacerse cargo de ella, sigue buscando, claro, pero, además, cada vez hay más novedad, que sólo quiere –porque sólo le sirve- lo nuevo de la organización social: una organización social nueva.
La novedad no es una criatura inocente: allí adonde llega atasca, detiene el funcionamiento de lo viejo: es su manera –que puede ser muy virulenta- de exigir el cambio de organización. No retrocede ni se detiene, al contrario: cada vez hay más novedad y cada vez hay más funcionamiento viejo detenido. Como la novedad es vida, historia, puede tener un parto prolongado, pero nunca abortará.
Lo viejo que ya no funciona, detenido, deja de dar dinero, claro, pero pretender que la crisis comienza en este punto es una gravísima simplificación, un entendimiento retrasado que no puede –o no quiere- comprender.
La novedad exige una organización social completamente nueva –en realidad, es lo primero y lo único que exige- y que es imposible de cambiar desde la organización vieja, que lo máximo que puede hacer es dejar de funcionar: su tiempo pasó, ya no sirve, como los coches de caballos, la esclavitud –reconocida- o el sombrero de copa.
Pero ¿cómo van a ser los amos de la ya inútil organización social detenida los que admitan que la crisis son precisa y exclusivamente ellos mismos? Nos acollonan con la falta de dinero, de pasta gansa, y nos hacen buscar solamente una regeneración económica que, a secas, mientras ellos sigan en su cosa, es imposible.
Narciso de Alfonso
El Merodeador, III
Un brillante análisis de la situación. Estamos asistiendo a un cambio de era, al hundiiento de un orden antiguo y el surgimiento de uno nuevo. Nuestra estructura social no se adaptará al cambio (no así la sociedad civil, que yo creo que tiene gran capacidad de acomodarse e incluso impulsar) Antes esto se resolvía con una revolución.Espero que encontrmos otro camino.
ResponderEliminargracias por las reflexiones. Antonio.