MERODEANDO A... Los muertos - DEJA QUE LOS MUERTOS ENTIERREN A SUS MUERTOS (Narciso de Alfonso)

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A ver si, de una vez, los muertos acaban de enterrar a sus muertos, que llevamos ya una larga temporada de muertos enterrándose unos a otros, no se sabe si por generaciones, por turnos políticos o por parentesco de parentela más o menos lejana.

Porque del mismo modo que la crisis apesta a nuevo, a novedad, a fruta nueva que está madurando, aquí el personal que está en un poder, en su poder –pero no en el nuestro-, esos numerosísimos innecesarios que martirizan día a día nuestro presente –que no nuestra actualidad-, apestan a carroña, a cosa muerta que ha sido ya repetidamente enterrada y vuelta a enterrar, hasta la saciedad –no se sabe si los muertos entierran a sus muertos y acaban enterrándose unos a otros –en mutua reciprocidad- por sorteo simple o electoral o, más probablemente, al pitopito gorgorito: viene a ser un asunto lúgubre igualmente penoso y sucio-.

Con todo este trasiego, con este tráfico -en calle de dos direcciones y un solo sentido-de enterrados, enterradores y personal que espera para enterrar o para ser enterrado, la clase –sin clase- de políticos y banqueros y sindicales y burócratas en sentido amplio o restringido, es que se pasa los días de la vida cavando o llenando tumbas, fosas, con una gracia de vicio funeral que no necesita ni crisantemos.

Lo grave de la cosa es que no saben hacer otra cosa: solamente enterrar o quedarse largos y tiesos en el suelo para que los entierren sin tardanza. El ciudadano medio, que tiene ya mucha más mirada que ojos, y que vuelve quizá de perder o de darse cuenta o de darse de baja de todo -y de todo lo demás-, encima tiene que seguir aguantando a esta panda de parguelas, que le están haciendo toda la púa, que le están metiendo toda la trama, y que no saben más que enterrarse unos a otros, en un ritual tonto que es lo único que les queda.

Narciso de Alfonso

El Merodeador, II