domingo, 28 de septiembre de 2014

IMPOSIBLE PRONUNCIAR SU NOMBRE (Baraque)


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La Vida sigue, si
Irremediablemente sigue
Pero desde el inesperado momento
En el que decidiste soltar mi mano
Me resulta imposible pronunciar su nombre


Baraque

Cité a los muchachos en una trattoria... (Anthony Badgrapes)


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Cité a los muchachos en una trattoria de Little Italy y de allí, sin previo aviso, los llevé a un sórdido sotabanco de Chinatown que funciona como caraoke para chinos. Con la misma enigmática sonrisa que utiliza Wong tanto para echar a un cliente borracho, como para recibir al boss de su triada, tomó mi dinero y mi recomendación de que no nos molestara nadie en el cuartucho que le habíamos alquilado. Aquí no nos ha seguido nadie, ni puede saberse donde localizarnos. Sitio perfecto para planear el golpe.
-Bien, business are business.- Comencé. –Hace seis semanas que todos los domingos voy a misa de 10:15 a.m. a St. Patrick y ya me la sé de corrido. Al que se ría le frio los huevos. No quiero interrupciones. ¿Por qué a la de las 10:15? Porque hay coro. ¿Por qué esta súbita fe religiosa? Por la colecta. ¿Por qué mi interés por la música? Porque la música centra la atención de los parroquianos y no se percatarán de nuestros movimientos. Sí, vamos a por la colecta. No son los tiempos en que concurrían a la catedral los Kennedy, pero continúan asistiendo peces gordos de la comunidad irlandesa y se dejan un buen puñado de dólares en la cestilla de la colecta. En este momento Brokenass comienza a liarse un canuto. Se lo arrebato de un manotazo. –Es solo un tirito, buss.- Es un carajo ¡Nada de fumar en el templo! ¿Lo oís? Y todos con traje, si no tenéis lo alquiláis ¿entendido? Tú, Loosedick, nada de esas corbatas con tías en pelotas ¿eh?. Pues bien, escuchad, una vez realizada la colecta se lleva a la sacristía y allí permanece hasta que una vez contada y registrada llega el coche blindado para recogerla, esto lleva algo menos de media hora, y ese es el tiempo del que disponemos. Cuando sea la comunión, no hace falta que os lo indique, ya veréis que muchos asistentes se acercan al altar, mientras el coro entona algunos cantos, entonces es cuando hay que actuar. Nos dirigiremos, como si fuéramos al altar, a la sacristía. Aquí está el plano de la catedral, ya veis que el movimiento es fácil. Entonces tú, Badface, y tú, Loosedick, dejáis vuestro asiento y con paso normal os vais derechos a la sacristía, amenazáis con las pipas al tío que está contando la recaudación y os la entregará sin resistencia. No quiero disparos, ¡eh! ¡Está claro! En caso de que ofrezca alguna resistencia, un culatazo. Todo limpio y silencioso. Vosotros dos los esperaréis afuera, en la 51, con el coche en marcha. Nos largamos y ya está. Así de sencillo. El domingo a las 10:15 a.m. en St. Patrick, para hacer un ensayo.

Anthony Badgrapes

lunes, 15 de septiembre de 2014

TUVE QUE ECHARLE JABÓN A LA COSA... (Anthony Bradgrapes)


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Tuve que echarle jabón a la cosa para vencer la resistencia de la Superiora, que si era loable la labor que hacía con esos chicanos, que ya podía el Ayuntamiento subvencionar tan meritoria obra. Jabón y dólares, porque comenzó a comprender que éramos de una organización sin ánimo de lucro dedicada a impartir cursos de formación para gente que quería reinsertarse en la sociedad (eso le dije, así no le chocaría el pintoresco aspecto de los chicos de la banda) cuando dejé sobre la mesa un buen puñado de billetes. “Señora, está bien, pero todos me llaman madre o reverenda madre, como guste”, me soltó ante mis dudas sobre el tratamiento. Pero a mí eso de “madre” no me salía, porque, a pesar de los velos y el hábito, la chica no estaba nada mal, y a ver si iba a cometer incesto de pensamiento, que uno tiene la conciencia muy estrecha para estas cosas, que uno tiene principios, que para eso sus padres lo mandaron a uno a una escuela católica, aunque yo sacase poco aprovechamiento. “Bien, las reglas son las siguientes: ustedes utilicen el aula las dos horas diarias por las que la han alquilado; sobre todo puntualidad; nada de mezclarse con los chicos que están en clase y no interferir lo más mínimo con la actividad docente, si necesitan algo toquen la campanilla y una hermana acudirá y les proveerá de ello. El precio incluye el uso de la pizarra, pero si quieren utilizar el proyector, eso se cobrará aparte….” Continuaba hablando y yo dando cabezadas de afirmación como si fuera un caballo, mientras mis pensamientos volaban por debajo de tocas y ropajes talares. 
Por fin había encontrado un sitio discreto y tranquilo para exponerles el plan a los chicos y organizarlo todo. Además, seguro que el lugar les cohíbe y estarán atentos, y allí, vista la monja cancerbera que tienen en la portería, jamás podrá irrumpir la rubia de Crookedleg. Tuve que utilizar toda mi autoridad para acallar las protestas. A ver quien es el boss. Que si los bancos están duros, que si huele a tiza y a lápiz, que como se enteren de las otras bandas vamos a ser la rechifla, que si puedo salir a fumar un cigarro, que si puedo ir a mear, que si podemos pedir un güisquitos. Esto último dicho con cierto deje irónico. Al rato llega la superiora toda escandalizada diciendo que esto era intolerable, que habían querido sobornar a una hermana para que les trajera una botella de güisqui del bar de enfrente. Tuve que calmarla convenciéndola de que solo se trataba de una broma, mediante un donativo extraordinario como ayuda de comedor de los chicos que no pudieran pagarlo. “Que no se vuelva a repetir esto, os jugáis la calificación del curso de fontanería”. Cuando marchó la monja les dije en ese tono tan convincente que empleo yo cuando quiero convencer, que a la próxima les cortaba los huevos allí mismo. Cuando estaba más enfrascado en mis explicaciones, trazando en la pizarra el esquema del plan, llega una hermana y me dice que la inspectora de la oficina federal quería entrar para hacer un informe sobre la marcha de los cursos. -¿No será rubia, por casualidad? –Sí, señor, rubia, muy rubia, yo diría que muy teñida, si me lo permite y que Jesús me perdone. –No la deje entrar por nada del mundo, no es ninguna inspectora, sino una alumna expulsada por pésimo comportamiento en clase y vida desarreglada. –Ya me lo ha parecido a mí, que no tiene pintas de inspectora, y me callo lo que parece. Y que me perdone la Santísima Virgen por ser tan mal pensada, que no tengo remedio, ya me puedo confesar esta falta sin falta…
Ya nos habían descubierto, alguien había filtrado el plan para desarrollar el plan. A alguno le huele ya el pelo a socarrado, menudo soy yo en esto de la disciplina.

Anthony Badgrapes


sábado, 13 de septiembre de 2014

LA BARBARIE DEL ESPECIALISMO (Domingo García-Sabell)


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Ortega atinó en cosas muy trascendentes. Cosas que ahí están, en sus textos. Quizá las más significativas se encuentren como agazapadas, como encubiertas por la luminaria de su estilo, en frases de poca apariencia, pero de potencial y fuerte carga discursiva. Vayamos, si no, a uno de sus libros principales. Vayamos a La rebelión de las masas, obra toda ella empapada de energía profética -empezando por el título, hoy convertido en eslogan-. Título que sirve, justo por su universal uso indiscriminado, para reafirmar la masificación intelectual del individuo.Pero encaminémonos a lo que interesa. Uno de los capítulos del libro ostenta este encabezamiento: «La barbarie del especialismo». ¿Qué se sostiene en él? Sencillamente esto. El hombre de ciencia actual es el prototipo del hombre-masa. Las ciencias físicas y biológicas van suscitando cada vez más la especialización. La ciencia experimental ha ido progresando gracias «al trabajo de hombres fabulosamente mediocres, y aun menos que mediocres». De ahí un hecho notorio: «el especialista sabe muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto». Y como se siente satisfecho «dentro de su limitación, esta misma sensación íntima de dominio y valía le llevará a querer predominar fuera de su especialidad».
Aquí asoma la certera veta del profetismo orteguiano. El científico aspira a ofrecer no una vista discreta de aquello sobre lo que trabaja, sino una panorámica del universo en el que su mínima propiedad asienta. Surgen los científicos «filósofos», los divagadores, los superentendidos. ¿Se desea un ejemplo? No hace muchos años, un gran alergólogo, Urbach, publicó una obra espléndida sobre las enfermedades alérgicas. En el prólogo escribió esto: «La alergia -fijémonos bien, la alergia- es una nueva concepción médica del mundo». Nada más y nada menos.
Naturalmente que con esto no queda colmada la condición profética del texto de Ortega. Lo principal viene después. Al pensador le parecen bien las profundizaciones de tipo general que la ciencia necesita en determinados momentos para subsistir y para renovar su aparato conceptual. Mas para ello será menester que el científico se apoye seriamente en la filosofía, o bien que sepa «escucharla», que la tenga en cuenta y que la respete. Que deje al hombre de pensamiento puro la encomienda de la generalización y la interpre.tación universales. El hombre de laboratorio aporta sus datos. El filósofo los ordena en su amplia retícula personal. O deja que el primero la construya, pero siempre con el rigor de ideas que la filosofía exige y necesita. Newton no sabía demasiada filosofía. Einstein necesitó -según el propio Ortega- «saturarse de Kant y Mach ». Ellos le agilizaron, le liberaron la mente y le dejaron «la vía franca para su innovación». En una palabra -añado yo- lo desespecializaron.
Pues bien, en este instante de su pensar, Ortega nos dice algo sumamente agudo, sumamente veraz, a saber, que la física está entrando en la crisis más seria de su historia y que «sólo podrá salvarla una nueva enciclopedia más sistemática que la primera». Si no es así, el especialismo no podrá avanzar. El especialismo precisa de nuevas concepciones generales, de nuevas ideas, en el sentido más riguroso del vocablo idea. O quedará estancado.
Pues bien, esto se escribía en 1930, es decir, en pleno florecimiento y auge de la investigación científica. En el momento en que predominaba la humildad positiva ante los hechos reales y la aceptación de lo que esos hechos forzaban a admitir sin buscar en ellos otras significaciones que las de su propia textura, a veces poco entendible. Era la época de la resignación epistemológica de los científicos (Einstein, Jeans, Dirac, etcétera), a la que seguiría la búsqueda de los fundamentos, la búsqueda de la realidad verdadera con la que la fisica opera, o de la realidad última que se oculta tras las perforaciones de esa misma física. Heisenberg publica en 1952 un trabajo con este sintomático título: «Positivismo, metafísica y religión». En 1971, otro gran físico, Carl Friedrich von Weizsácker, confiesa abiertamente que no habría podido entender la teoría cuántica si antes no hubiera eritendido a Platón. En la astrofisica, los «agujeros negros» llevan de la mano a los cintíficos hacia los dominios de la metafísica. Otro tanto podría decirse de la biología. Adolf Portmann puede servir aquí de señal. O Tinbergen, o Brecher, o Von Holst, o Henderson, etcétera.
En realidad, dicen unos y otros, todo son «modelos». Con ellos opera la física. Pero estos modelos resultan, a su vez, mitos. Mitos cuya disección los sabios practican ceñidamente. Para quedarse, en último término, con su dimensión de metáforas. En otros términos, con su dimensión de intentos de expresar lo inexpresable. La «realidad velada», la «realidad lejana», la «objetividad débil» y la «objetividad fuerte» son, entre otros muchos, los síntomas de una inquisición que va más allá de lo estrechamente positivo. La metafísica del mundo. La inquisición de la cosa en sí.
Hegel combatía la matematización de toda la realidad. Y se opuso a la concepción newtoniana del tiempo. Ahora, los nuevos físicos tratan de hacer posible una concepción que sea capaz de abrir el mundo a su interpretación universal y, al tiempo, les deje el campo libre para sus metódicas de pesquisa positiva. «Conciencia de los límites, pero no resignación ante esos límites. En definitiva, ansia de construir la "nueva enciclopedia" que Ortega anunciaba hace cincuenta años». No es mala profecía. No es pequeña profecía. Sobre todo si se contempla en sus entresijos mentales, pues no nació de una vaga intuición -ni tampoco únicamente de un conocimiento detallado de lo que por aquellos tiempos acontecía en la física-. Esos conocimientos eran indudables. Pero no era Ortega el único que los poseía. Muchas otras cabezas europeas manejaban con igual destreza los datos concretos y estaban al tanto de sus últimas consecuencias. Pero Ortega tenía una virtud muy específica. ¿Cuál?
Sencillamente, la de su extraordinaria sensibilidad cultural. Ortega siempre fue un poderoso resonador de lo que ocurría fuera de las fronteras de sus propios saberes. Pienso que esa sensibilidad no ha sido estudiada como se merece. Algún día alguien tendrá que hacerlo. Esa sensibilidad cultural estaba al servicio de unas ideas generales bien maduradas y diáfanamente expuestas. El foco intelectual de Ortega iluminaba estratos del saber que ni siquiera sus cultivadores habían sospechado. C. F. von Wiezsäcker decía que es más fácil hacer ciencia que entenderla. Ortega no hacía ciencia, claro está. Pero la entendía. La entendía de raíz, porque se colocaba ante ella pertrechado con un andamiaje conceptual nuevo, sugeridor y abierto. Y desde esa atalaya emitía, con sus diagnósticos, sus profecías esenciales. Ahí quedan.
Hay ocasiones en que algo puede entenderse con total claridad -ha escrito Heisenberg- y, sin embargo, sólo puede hablarse de ello mediante imágenes y metáforas. Por ahí anda hoy la física. Y la biología. Ortega lo advirtió en su tiempo. Pero sus, advertencias venían arroipadas en brillantes imágenes y en deslumbradoras metáforas. Nos parecía aquello una excelsa literatura, pero no otra cosa. Ahora comenzamos a comprender que allí había algo más. En España -solía decir el filósofó-, para convencer, es necesario seducir. Así sedujo él con sus prosas. Y en la seducción se quedó la ingente obra. Nadie quiso ver otra cosa. La efectividad del pensamiento orteguiano, su vigencia, va surgiendo poco a poco del seno estético en que yacía como hipnotizada. Bueno es dedicarle nueva atención. Porque Ortega nos sembró un camino y nos lo hizo transitable. Incluso nos aleccionó sobre sus peligros, sobre sus recovecos, sobre los falsos atajos, hoy tan en boga. Por eso es pensamiento vivo.
Dejemos a un lado lo demás. Lo demás, esto es, los reparos, las salvedades, los recortes críticos a posteriori. Los fáciles desdenes. En una palabra, dejemos a un lado la cicatería hispana. Esa desabrida tendencia a arañar en la obra ilustre para restarle una mínima corteza de valor, a ver si de ese modo concluye por desmoronarse.
La cicatería hispana. Por desgracia, una constante histórica.

Domingo García-Sabell
18 octubre 1980




domingo, 7 de septiembre de 2014

ESTÁ CAYENDO OTRA GOTA (Baraque)


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Está cayendo otra gota
Ya no sé qué es
Una lágrima
Sangre
Un pedazo de alma
¿Hasta cuándo va a durar este doloroso goteo?


Baraque

EN EL DOMINICAL DEL NY TIMES... (Anthony Bradgrapes)


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La lectura del dominical del New York Times me proporciona una gran idea para nuestros planes: las sardinas, para despistar al enemigo, se camuflan dentro de un gran banco. Perfecto para nosotros. Llamo a Crookedleg y a Loosedick , mis lugartenientes, para tener una sesión de trabajo y planear un asunto. “En Central Park, a las nueve a.m.” les digo, “con ropa de deporte”….”¿Que qué es eso? Unos chandals cualquiera……. ¿Qué no tienes? Baja al chino de la esquina y te compras uno. No te irá mal un poco de ejercicio”. Loosedick protesta, pero yo me impongo, que soy el jefe. Gracias a mi inteligencia sobrevivimos, que si fuera por ellos… Dónde pasar más inadvertidos que en Central Park. Tres amigos que dan un higiénico paseo mientras conversan entre la multitud de pirados que corren en chándal sin tener que llegar con hora a ningún sitio. Me escama que Crookedleg no haya puesto ningún reparo, porque es al que quería evitar, estoy seguro que a Central Park y a hora tan intempestiva no le seguirá su rubia y podremos hablar tranquilamente.
Como siempre, me hacen esperar para empeorar mi, ya de por sí, mal humor. De pronto me quedo ojiplático: por ahí viene Crookedleg con su andar “tumbao”, uniformado de dirigente del partido colorao, luciendo el mismo chándal que Chaves y Fidel en la foto de su encuentro. Si queríamos pasar inadvertidos, ese es el perfecto camuflaje, sus colores chillones se ven desde la Quinta Avenida. “Deportivo, dijiste. Este chándal me ha costado un huevo, lo estreno hoy, es el mismo que llevaba Chaves en Cuba, auténtico, certificado. Me lo ha enviado un amigo desde Caracas. Dice que aquello sí que es vida, que lo que nosotros hacemos aquí, allí no es robar, sino redistribuir la riqueza, una acción social, que a él lo conocen como el agente redistribuidor. Aquí en USA estamos muy anticuados en materia de acción social y no se cuantas pendejadas más. Deberías escucharle y ponemos una base de negocios allí……”. Si le dejo continuar me da la paliza durante toda la mañana. Está muy interesado en los problemas sociales, seguro que se ha echado alguna rubia comunista.
Cuando se incorpora Loosedick comenzamos nuestro paseo-job. A los diez minutos siento como se me agarrotan los gemelos del esfuerzo físico y, a pesar de esta puñetera primavera neoyorquina, más fría que el culo de una callgirl, me surcan gruesas gotas de sudor la frente. A los quince minutos mis compis han desparecido, los veo derrengados unos metros más atrás. Decidimos ir a donde siempre, a The Garden. “Hoy no me jorobes con tus malditos screwdrivers, Pepe, no tengo el cuerpo para tus brebajes, tráenos burbon, pero no del que destila la Paca, tu mujer, en la cocina, me traes la botella de four roses sin abrir, ¡eh!, no empeores mi humor”. “Haga algo de ejercicio, le conviene, un paseo por las mañanas, no le pido mucho. Ese jilipollas de doctorcete. Qué vaya él y deje de tomar bieres, qué pasa más horas en el pub que en su consulta”. Cuando me dispongo a exponer mi plan, aparece la tal Roose, la rubia de toda confianza según Crookedleg. “Papito, papito ¿dónde te habías metido?” se abalanza sobre él dejándole la cara toda pringosa de rouge barato. Seguro que la envía Bignose para apropiarse de mis grandes ideas, de modo que vuelvo a contarles el argumento del robo al tren Glasgow, sustituyendo, naturalmente, Glasgow por Atlanta, y a todos, rubia incluida, y eso que le he advertido de que solo aguanto a las rubias cuando están calladitas, les parece un magnífico plan y quieren empezar hoy mismo.



Anthony Badgrapes
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