miércoles, 31 de octubre de 2012

EL ÚLTIMO VUELO DE LAS RÉPLICAS (Babiluno)

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Tan rápido y ligero había llegado a la torre de la urbanización que nadie hubiera sido capaz de encontrar ni una sola huella de mis zapatos por el camino. Me apoyé en la puerta de entrada para recuperar el fuelle y levanté la mirada al cielo. Las réplicas todavía no habían llegado. Me palpé la cinturilla y comprobé que la botella de vinagre estaba en su sitio, así que abrí la puerta de golpe y enfilé las escaleras con el ímpetu de un tren a punto de descarrilar. El Monaguillo se apretó contra la pared y pasé a su lado sin tiempo para explicarle el cataclismo que se nos venía encima. En un suspiro, alcancé el punto más elevado de toda la urbanización y una rara sensación de vértigo me invadió. Sujeto a la veleta del tejadillo, saqué la botella de vinagre y empecé a beber a morro y a vaciármela por encima mientras pregonaba a los cuatro vientos mi amor por ese asqueroso condimento. De repente, un ruido terrible surgió de la nada y rápidamente se fue extendiendo por el cielo hasta hacerse insoportable. Las réplicas habían llegado. Un gigantesco torbellino lo envolvió todo y las campanas de la torre empezaron a voltear embravecidas anunciando el final de la urbanización. En mitad del caos, le pegué un último trago a la botella de vinagre y me abracé a la gallina de hierro del tejadillo que empezó a girar como una peonza enloquecida. Entonces, me di cuenta que esta vez, ni siquiera yo podría evitar lo inevitable.


Todo comenzó el día que me encontré conmigo mismo. Estaba ante un fotomatón esperando a que salieran las fotos de carnet cuando noté un aliento en la nuca. Me volví despacito y me encontré, cara a cara, con un tipo igual que yo. Aquello era realmente asombroso.
 
 
 
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El blog de Babilunio
 
 

martes, 30 de octubre de 2012

MI GERANIO EN PRIMAVERA (Mariano Berdusán)

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SGS
Qué mejor recuerdo para nuestro entrañable Mariano Berdusán, en estos días que se cumple el primer aniversario de su marcha, que recordarle con este hermoso relato, de los muchos y buenos que nos dejó.



En la terraza de mi casa tengo dos macetas: una con un rosal esbelto que sólo me da una rosa cada año y otra con un geranio, que esta primavera, me ha obsequiado con una espléndida florada. Con esa abundancia de flores del geranio casi me siento compensado por la ausencia de flores del rosal.

Pero no era de flores de lo que quería comentar. Sino de esto otro: Me cuentan que, a un conocido compañero del trabajo, le han tocado en la Primitiva, o no sé en qué, nada más y nada menos que un montón de millones, no sé si de las antiguas pesetas o de los modernos euros. En cualquier caso, me dicen, le ha tocado ( y lo de tocar nunca mejor dicho) un montón de millones.

Lo de tocarle a uno algo, se puede entender en muchos sentidos. Un coche, en marcha, toca a otro también en marcha o parado y según como sea el “tocamiento” te puede sacar de la carretera. Un boxeador, en un combate, “toca” a su contrincante y según como sea el tocamiento, te deja sin saber dónde estás. Hay ráfagas de viento que, si te tocan, te pueden dejar sin la gorra, sin el árbol de al lado y sin las tejas de tu tejado.

 
¿Cómo ha sido de fuerte el “tocamiento” de millones a mi amigo?. Por lo que cuentan, creo que bastante fuerte. De momento ha dejado el modesto y creo que también feliz trabajo que tenía en la Empresa. Ha dejado, creo también a unos amigos y compañeros que con él “sudaban la camiseta”. Ahora tendrá, creo yo, otras ocupaciones. Otros amigos que, seguramente, casi seguro, no sudarán la camiseta.

 
Ha dejado la felicidad y la tranquilidad que dan el poder levantarse uno cada día, sonreír a la familia y sin miedos y sin temores y sin sustos acudir a la cita diaria del trabajo, pero luego, al anochecer, poder acostarse y dormir a pierna suelta. ¿Será ahora mi amigo más feliz que antes en estos andares cuajados de temores de su vida actual? No lo sé.

 
Desde ahora le deseo lo mejor y buen éxito y acierto en cuanto emprenda.

Yo que no tengo millones ni espero tenerlos ya a estas alturas de la vida, yo que no tengo ni siquiera un palmo de tierra o un sencillo huerto como dice Fray Luis de León que tenía cuando dijo:

 
Del monte en la ladera
Por mi mano plantado
Tengo un huerto
Que el viento orea

En esta ladera última de mi vida, a mí que no poseo nada de todo eso, sólo me quedan tres cosas: mi familia, una mesita a mi lado cubierta de libros para leer, repasar y soñar y, sobre todo, mi geranio en primavera. ¡Cuánto me gustaría que a mi amigo, el de los millones, no le faltasen ahora ninguna de estas tres cosas. Sobre todo, que no le faltase un hermoso geranio en la terraza de su casa. Quizás, con unas sencillas flores a la vista, lo vería todo de otro color... Quizás.





lunes, 29 de octubre de 2012

AMSTEL-DAM EN "CONFUSIÓN DE CONFUSIONES" DE JOSÉ DE LA VEGA (Lecturas hispánicas)

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Esta joya redescubierta a principios del siglo XX, es el primer libro sobre la bolsa.  Fue su autor José Penso de la Vega, un escritor y comerciante judío de Córdoba que hubo de emigrar en el siglo XVII a Holanda.

Lecturas Hispánicas, un blog -como balconcillos- con vocación editorial, lanza ahora en versión digital una edición con notas técnicas y una breve introducción a cargo de Antonio Envid Miñana.
Componen Confusión de confusiones diversos diálogos curiosos entre un philosopho agudo, un mercader discreto, y un accionista erudito, describiendo el negocio de las acciones, su origen, su ethimologia, su realidad, su juego, y su enredo.

En el texto que destacamos a continuación vemos la etimología de "Amsterdam" y el porqué -según José de la Vega- recibe el mercado de cambios el nombre de "bolsa".



MERCADER: El lugar y el modo con que se forman estas ruedas y se ajustan estas partidas, quisiera saber, sino sirviera á nuestro amigo de fatiga para que ya que aprendimos la origen, el inventor, y el enredo, no ignorássemos el modo del combate y el lugar del desafio.

ACCIONISTA: Es tan continuo y incessable el negocio que apenas hay lugar fixo que pueda intitularse su palestra; sin embargo, son el Damo y la Bolsa los que mas se frequentan, empeçándosse á luchar en el Damo desde las diez hasta las doze y en la Bolsa desde las doze hasta las dos.

Es el Damo una plaça que tiene el Palacio (á que llaman Casa de la Villa) por frontispicio, y llámanle los Flamencos Dam que significa en su lengua Un terrapleno que se haze contra el ímpetu del agua por haverse hecho en esta plaça uno destos terraplenos para defença del Amstel que es el rio de que toma esta ciudad de Amsterdam el nombre, corrumpido de Amstel-Dam en Amsterdam.

Aqui empieça las mañanas el juego que dura hasta que se cierra la Bolsa á medio dia, donde acuden todos en chusma, por no pagar lo que se suele, despues de estar cerrada; y vá prosiguiendo en ella la batalla, sin que se suspendan las armas en los mayores cansancios, ni se propongan las treguas en los mayores ahogos.

Es la Bolsa una plaçuela circundada de pilares (aunque si hay algunos de los que se arriman á estas colunas que son como la del fuego por lo que luzen, no faltan otros que sean como la de nube por lo que recatan la necessidad y encubren el estado) y llámasse Bolsa, o ya por encerrarse los mercaderes en ella como en una bolsa, o ya por las diligencias que haze cada uno por llenar la suya en ella, tomando el nombre de las causas, á imitacion de las tres mas decantadas Academias de la Grecia que unas lograron el nombre por el author, otras por el lugar, y muchas por los effectos.
(...)




De la segunda classe es la Bolsa que toma como los peripatéticos el nombre de los effectos; y queriendo dezir la palabra Bolsa cuero en griego, hay muchos accionistas que quedan en cueros en esta Bolsa.

Llamaron los antiguos Bolsa á Cartago por el engaño que traçaron los Fenicios á los Africanos, pidiéndoles todo el sitio que pudiessen ocupar con el cuero de un buey; y con mucha razon deve llamarse Bolsa este lugar por los engaños que machinan algunos accionistas en este sitio, antes si por el que lleva doblada intencion en lo que propone, pregona el adagio castellano que tiene bolsillos en el coraçon, bien escarmentados viven los sinceros de los que llevan á esta Bolsa estos bolsillos (*). El modo con que se effetuan las partidas es tan ridículo como el juego, pues si en Levante se ajustan á cabeçadas, aqui se ajustan á palmadas y á golpes. Mas ay dolor! que aspirando muchos á la palma que las palmadas les prometen, lloran los golpes con que la fortuna los abate.


José de la Vega
Confusión de confusiones (1688)

Con notas de Antonio Envid Miñana



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(*) El autor da unas retoricas explicaciones para el origen del nombre Bolsa. Su denominación procede de la costumbre que tenían en Brujas los comerciantes de reunirse en la casa de un gran especulador llamado Van de Boursen en cuya fachada lucía un escudo con tres bolsas en alusión al apellido.

En España y en Italia se denominaban lonjas y “loggias” a los lugares donde se reunían los mercaderes, por usar para ello los soportales de alguna plaza.






domingo, 28 de octubre de 2012

IGUALES PARA HOY: EL TERCERO INCLUÍDO (Servando Gotor)

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Quince años, waiter. Hace por lo menos quince años ya. Doce quizá. Aquí, a un paso. Frente a la sombrerería. En el cruce con Aguadores. Con un ciego pelmazo de estos que ven demasiado, casi tanto como yo. Iguales para hoy, iguales. El siete ocho noventa y siete, para hoy. Además, no sé qué coño hacía ahí, porque en esa esquina, que yo sepa nunca ha habido ciegos. El siete ocho noventa y siete, oiga. Cinco años después de la última cena sin vino. Y de repente, de sopetón, su mirada. Certeza imponiendo su estilo. Su misterio. Su forma y sus formas. Certeza sembrando mis dudas. La presentí por la atmósfera de tabaco mentolado. Sí, porque seguía fumando aquella marca empalagosa y dulce. Fui yo quien la reconocí. Dos años, tres quizá, sin verla. Pero estaba igual. Incluso más hermosa.

- ¡Certeza!
- ¿Tú...?
- El ocho noventa y siete, para hoy.
- Qué haces.
- Cómo estás.

Su voz, sólo su voz me excitaba. En su voz estaba todo: la esquina de Baltasar Gracián con Gil de Biedma, los miércoles, el cochazo aquel que no era mío –me lo prestaba el Aliaga que entonces andaba montado en el dólar– la frutería, la pescadería, el estanco, las útimas cenas sin vino. Su cuerpo. El olor de su piel, el sonido de su piel, su sabor. Porque lo mejor de Certeza, el mejor recuerdo que guardaba de ella era su sabor, su sabor dulce con un punto de rotunda acidez que estimulaba todas las glándulas de mi cuerpo.

- Estas igual.
- Y tú. Tú si que estás bien. Yo... El alcohol hace estragos en la piel. Ya sabes.
- No en la tuya.
- Iguales para hoy…
Y me señalaba alrededor de sus ojos ciertas grietas que decía tener pero que yo no veía. Certeza. Cuántas veces había soñado con ese encuentro. Sí, cuántas. Porque tenía que producirse, inexorablemente tendría que producirse. Tarde o temprano, pero al final aquel encuentro surgiría. Me lo imaginé de mil formas, pero nunca aquí, en la esquina de Mayoral, frente a la sombrerería, con el imbécil del ciego aquel entre los dos.

- Qué haces, qué haces ahora.
- Lo de siempre. Exactamente lo mismo de siempre. Salvo los miércoles, aburrirme. Aburrirme, beber y odiar a mi madre.
- ¿Sigues en la agencia de viajes?
- Sí, sigo atendiendo a gente que quiere ir a Cancún. Y tú. Qué haces. Qué fue del coche aquel.
- El ocho noventa y siete, oiga.- Jé, fue a mejores manos.
- A las de su verdadero dueño, ¿no?
- Pero no sería por eso por lo que...
- ¿Por lo del coche? Veo que no has cambiado. Hay qué ver, los hombres. Hay que ver. Todos cortados por el mismo patrón. No sé. Aquello acabó porque todo tiene un fin. Sin más.
- Ya.
- Sabes, me he...
- Para esta noche los últimos. Los últimos que me quedan, oiga.- ... Me alegra mucho verte. Tenía ganas de verte. Sabía que te vería.
- Jé, si de verdad hubieras tenido ganas de verme, era fácil encontrarme.
- También tú a mí.
- No. Es distinto. Fuiste tú la que acabaste...
- El siete. El siete ocho noventa y siete. Qué gilipollas.
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... la que acabaste con aquello.
- Pero qué gilipollas. Esperar que sea ella la que le llame a él. Es usted, usted quien le tenía que haber llamado, gilipollas. El siete. El siete ocho noventa y siete... me queda.- ¿Tomamos algo, un café, no sé, algo...? ¿Te apetece?
- Un café, no te jode. Un buen cubata, gilipollas, que no sé en que tiempo vives. Ni en qué hora. Que son cerca las nueve y hace ya un buen rato que el sol se ha puesto. ¡Café! El siete, el ocho noventa y siete, me queda. El siete ocho noventa y siete.- Decía, si es que el imbécil este me deja, decía que eso, que si tomamos algo.
- Sí, me apetece mucho pero sabes, ahora... Ahora voy con prisa. 
- Ataca, atácale ahora imbécil. Hace falta estar más ciego que yo para no verlo. Para hoy iguales.
- Tómate nota de mi teléfono. El miércoles próximo, no; pero el siguiente, sí, si puedo... Llámame el miércoles, el miércoles 20.
- Lo ves, gilipollas, ¿lo ves? Hasta el teléfono te está dando.
- Oiga, por favor, y tú no te rías, Certeza, oiga, por qué no deja de tocarme los güevos de una puta vez.
- El siete. El siete ocho noventa y siete. Para hoy. El siete...

Y Certeza marchó, desapareció entre la multitud de Conde Aranda, en dirección al Portillo.

- Yo no la hubiera dejado escapar.
- Hoy, precisamente, hoy... Llevaba prisa. Ha dicho que llevaba prisa.
- Razón de más, razón de más si llevaba prisa para agarrarla, amordazarla. Que me conozco las prisas de las mujeres. Peligrosas prisas. Más urgentes que las nuestras. No, amigo, no. Se le ha escapado viva. Mal, muy mal. El siete, el siete ocho noventa y siete.
- Ande, venga, deme tres.
- Aquí va el gordo, amigo.- Cuándo es el sorteo.
- Hoy. ¿No es miércoles hoy? Pues hoy.
- Ah, sí, claro. Miércoles.
- Por qué coño se cree que llevaba tanta prisa la tía esa... El siete.
- Es verdad, cómo no había caído. Qué imbécil.
- Ya lo creo, ya lo creo que lo es. Dejarla escapar así...- Es verdad, sí; es verdad. Miércoles. ¿Miércoles? Pero oiga, ¡pero usted cómo sabe, cómo podía saber que ella los miércoles...!
- El ocho noventa y siete.- Oiga, oiga...

Quice años, waiter. Hace por lo menos quince años, doce quizá. Aquí, a un paso. Frente a la sombrerería. En el cruce con Aguadores. Con un ciego pelmazo de estos que ven demasiado, casi tanto como yo. Iguales para hoy, iguales. El siete ocho noventa y siete, para hoy.  



Servando Gotor
Cuescos

 

 

sábado, 27 de octubre de 2012

LA ESPÍA QUE ME AMÓ (Narciso de Alfonso)

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Michelle quizá está sintiendo el aguacero de sí misma o ha despertado la atención de los gigantes de hielo –que viajan a caballo- o ha levantado la sospecha de las dulces camareras del Ritz, siempre tan discretas.


En cualquier caso, con la reacción de alarma que presenta, tiene que escapar de inmediato y hacia su derecha, si es que hacia allí hay salida. Michelle está hermosa de susto humano, pálida de piel y de temor, preparada para salir pitando. Tal vez sea una bellísima espía –como el que surgió del frío- o una guapa ladrona –como Marnie-. Quizá sea inocente por completo –como aquel hombre que sabía demasiado-, pero no puede seguir aquí indecisa, esperando, y menos siendo pelirroja, vestida de cuero negro y cortísimo sobre su piel albina y con las uñas pintadas de color sangre fresca. Los cortes del vestido en el costado restallan de blanco absoluto como latigazos de nieve: se está poniendo en evidente evidencia.


Si, por lo menos, la pared sobre la que se apoya defensivamente fuera azul marino, gris marengo, blanco de zinc o rubio pajizo, nos cabría la última esperanza de que pasara desapercibida entre color y color y color, pero con el rojo dragón que tiene a su espalda, definitivamente le conviene salir por peteneras sin más dilación.
 
 
 
 
Narciso de Alfonso
del blog
El merodeador
 
 

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viernes, 26 de octubre de 2012

¿QUÉ NOS HAN DICHO LOS GALLEGOS Y LOS VASCOS? (Armando Muchabulla)

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No hay nada más sesgado que los análisis de los resultados electorales. Escuchar a cada uno de los partidos es participar en la ceremonia de la confusión. En un análisis simplista, en Galicia ha ganado el PP por aplastante mayoría y los vascos se han pronunciado rotundamente por las opciones independentistas. Ya advertimos que este es el análisis simplista, que desgraciadamente es el que quedará en la conciencia colectiva, sin embargo los datos están ahí, publicados, para que cualquiera pueda analizarlos y sacar otras muy distintas conclusiones.

En primer lugar, en Galicia el partido que ganó fue el de la abstención o el voto en blanco o nulo, esa mayoría silenciosa representó el 36,2% del censo, mientras que al PP solo le votó el 29,7 % del censo electoral (el 45,72% de los votos contabilizados). Una gran mayoría de los gallegos mostraron, seguramente, su desencanto por los políticos no yendo a votar, pero todavía es más elocuente el que setenta y cinco mil gallegos se acercarán a las urnas para depositar su voto en blanco o nulo en un claro manifiesto de su malestar. En cuanto a los de la Galicia libre e independiente sufrieron un gran descalabro pues apenas si recibieron los votos de un quince por ciento de los censados. 

Los vascos se tomaron más a pecho las elecciones, aun así, de un censo de un millón ciento treinta mil votantes hubo casi sesenta mil se desentendieron de aquello no yendo a votar o haciéndolo en blanco. Si consideramos a los dos partidos ganadores, PNV y BILDU, como independentistas, hay que reconocer que ganaron las elecciones, pero hay cuatrocientos cuarenta mil votantes vascos que no se inclinaron por esas opciones, frente a los seiscientos ochenta mil que sí lo hicieron. Ahora la gran pregunta no resuelta de las democracias ¿Pueden arrastrar seiscientas mil personas a otras cuatrocientas mil, a su pesar, a una senda soberanista, de creación de un micropaís, a emprender un camino lleno de problemas y de incógnitas? La gran tragedia, además, del país vasco es que los soberanistas están repartidos, casi por mitad, entre los partidarios de una república burguesa y conservadora y los que conciben algo así como una república marxista, libertaria y bastante ácrata.

 


Armando Muchabulla


jueves, 25 de octubre de 2012

PARA ENTENDERNOS (Truhán)

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Coincidí hace unos días en el ascensor de una oficina pública con seis funcionarias.  Yo hacía, por tanto, el séptimo ocupante.  Y cuando el ascensor inició la marcha preguntó una de ellas -con absoluta naturalidad e inocencia- si no éramos "demasiadas", a lo que yo salté de inmediato en tono de broma: "perdón: 'demasiados', que grama-ticalmente el género, aquí y ahora, lo impongo yo". Sonrieron y una me replicó en igual tono jocoso: "pero somos mayoría". Estuve por duplicarle que yo hablaba de gramática y no de política. Pero preferí callarme.

Cuando el ascensor nos dejó a los siete en nuestra planta -pues "todos" íbamos a la misma- salí el primero porque había sido el último en entrar y les dije: "venga, vamos 'todas', que ya hemos llegado".

La gramática -y por ende la palabra- es una herramienta de comunicación exclusiva del ser humano. El problema es cuando equivocamos el objetivo y hacemos de ella un instrumento político.

Entiendo que eso es lo que se ha venido haciendo y se sigue haciendo.  Y cuando el objetivo de la comunicación se trueca por el del interés (que eso y no otra cosa es la política) el lenguaje se empobrece y, con él, el ser humano.

Estamos en la época de la imagen.  Y hasta se dice que una imagen vale por mil palabras. Craso error. Determinados animales entienden imáge-nes, incluso atienden determinadas palabras.  Pero los conceptos, la abstracción, a partir de un determinado grado sólo son patrimonio humano.  Si perdemos toda la riqueza de las palabras perdemos mucho.



Truhán


miércoles, 24 de octubre de 2012

EL PUTO INFIERNO ARBITRARIO (Ángel Ferrer)

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Todavía no he conocido la luz
y vienes para decirme
que esté callado
que no haga ruido
que te estreso
 
En mi juventud
con el mal de alturas
me sangraron las narices
de ver el puto infierno arbitrario
que no se conoce si no tienes
empatía
 
 
Ángel Ferrer
 

martes, 23 de octubre de 2012

SEÑORÍA (Juan Serrano)

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De niño quise, que de mayor, me llamaran señoría. ¿Qué daño puede ocasionar llamar a una persona señoría? Aunque, si escucho bien esta voz, tiene un algo de género que no me cuadra. Cuando me hablaban de tú, me mosqueaba. Y pronto carrera hice para que me nombraran en mi justa dignidad, ese don tan deseado de los remites en redondilla de las antiguas cartas de correo. Y ahora que soy ya entrado en años, cuando me llaman de usted, es como si le perdonaran la vida a un hombre despreciado por mear fuera del tiesto.

Luego quise que me llamaran excelentísimo. Pero las normas de la camaradería laica y popular muy deprisa suprimieron tan elegante y metropolitano tratamiento. En su lugar se impuso: ¡eres la hostia tío! Y yo me quedé sin mi título de Barataria. Y no tuve la suerte de que me llamaran señoría, ni vuecencia, ni siquiera duque de cualquier cosa; al contrario, se cagaron en mis putos muertos, en la madre que me parió, y en el dios que me menea.

Y ahora, (¡contradicción la mía!), quiero que me llamen llanamente de tú, tronco, colega, o yayoflauta. Y tampoco es verdad, que miento. Si me llaman de usted, me mosqueo. Y si me llaman de tú, contesto: ¿cuando tú y yo hemos comido en el mimo plato? Siempre ando con el paso cambiado. Y es que lo del protocolo nunca fue mi fuerte. Ya el simple hecho de saludar como mandan las leyes de urbanidad, para mí es un tormento. No miento si a señora casada un beso tengo que darle, no sé ni cuántos ni donde, ni cuántas genuflexiones, inclinaciones, ni venias, ni lamemanos. Más vale un toma que un dos te daré, decía Sancho. La formalidad. Uno, es como si me quedara corto, cuatro te pasas; y ha de ser en la derecha, porque si lo haces en la izquierda, que es la más sensible, puede que se crea que le tiras los tejos. El nerviosismo a veces me ha llevado a errar; y a veces ha sido la oreja, los labios, o el pescuezo, el destino desaforado de mis ósculos protocolarios. Y si es señor ¡bueno, ni comento!

Pero no estoy aquí esta mañana para hablar de besos, sino para decir que si empezáramos todos por tratarnos de igual a igual, ni puñetera falta haría tanta cortesía. Con todo, yo que en el fondo, como cualquier otro hipócrita viviente, soy amigo de les formules galas de politesse, y en ellas abrigo mi pudor escuálido, echaré de menos tratamientos de cadencioso corte, como aquel calambur que en su día le hiciera Quevedo a la reina doña Isabel de Borbón:

Entre el clavel blanco y la rosa, su majestad es coja.
 
 
Juan Serrano
(En el blog
Blao
16 de octubre, 2012)
 
 

domingo, 21 de octubre de 2012

¿ILUMINACIÓN? ELIMINACIÓN (Servando Gotor)

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La luz... 
 
Ella vendría a mi buhardilla.
 
¿Cuándo?
 
Como el momento era algo que escapaba a mi control, debería olvidarme de él y esperar que se produjera con todo preparado. Pero había que partir del hecho incuestionable de que tarde o temprano ella aparecería, ácabaría por subir a mi buhardilla. Ahora bien, ¿en qué momento del día? En el que yo eligiera. Por tanto se hacía preciso controlar la luz. La luz cambia por momentos en el transcurso del día y aun dentro del día depende de la estación y del clima y dentro de la estación y del clima, de las nubes... Imposible controlar tantas variables. Además, podría darse el caso de que, por cualquier circunstancia, incluso a petición de ella, el momento elegido para que subiera no fuera el programado por mí sino el que el azar o ella misma impusieran. Así que enseguida me convencí de que tampoco el momento del día, ni siquiera de la época del año de ese día, dependía de mí. Mas no me desanimé: la mejor forma de controlar el azar es eliminarlo. No siempre es posible, pero en este caso lo era: ¿Iluminación? ¡Eliminación! Dicho y hecho: abajo las persianas y adiós a la luz exterior. Ahora soy yo quien elige el grado, el tono, la temperatura, la cantidad, la calidad y hasta el color de la luz. Gran paso. Se trataba simplemente de elegir la luz más apropiada y ponerme en marcha. Luego, ¡Oh, luna de Alabama!, desechadas otras posibilidades, opté por la penumbra.  Aunque definitivamente... No,no,no...  Lo pensé mejor: abriría una pequeña rendija cuyo ángulo de abertura lo controlaría yo dependiendo de la situación solar externa. Sí, mejor.  Siempre conviene cierto halo de incertidumbre.
 
 
Servando Gotor
Entre las ruinas del cielo
 
 
 




sábado, 20 de octubre de 2012

EL ECO (Narciso de Alfonso)

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Marlijn tiene una piel del color universal de la arena y de las rocas; a veces la luz, injustamente, pide el mismo rendimiento a las piedras anónimas de cuarzo y porquería que a una dulce piel tierna y conocida, ‘hecha de indescifrables sustancias divinas’ –como dijo el poeta.

Marlijn está acertada con esas prendas llenas de agujeros, entre casuales y elásticas, que se ciñen pero se sueltan. Está en forma de musculatura abdominal, con un recto mayor visible y bien marcado al que sólo le faltan las intersecciones transversales para asemejarse a la tableta de dulce chocolate.

Despeinada, desordenada, revuelta, destruida de estructura capilar, tiene un pelo claro entreverado de oscuro, o al contrario, con unos ojos claros de mirada oscura, o al revés. Marlijn está en el lugar donde descansa callado el eco de todas las rocas que tiene a su espalda, y quizá se le aprecia algo de la reverberación silenciosa, de ese ser ella misma y el eco, que en cualquier momento, si se activa, puede levantarle en el aire toda la pelambrera y la camisa y el aura.

Lleva las manos usadas, sucias, tal vez de trastear con las tierras y las arenas del planeta, o de hacer el pájaro entre la hierba.
 
 
 
Narciso de Alfonso
del blog
 
 
 
 

viernes, 19 de octubre de 2012

EL LOCAL ESTABA BIEN ANIMADO (Antonio Envid)

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Sonrió satisfecho al ver la animación de la sala. La música, rítmica y estridente, como debe ser. El personal, contorsionándose en la pista o revolcándose por las zonas más alejadas. Las gogós, jóvenes y atractivas, haciendo ejercicios de barra. Es guapo este local, aquí nos quedamos, siempre aciertas Monchita.

No tenía ni idea del tiempo transcurrido. Una lady gagá en el escenario cantaba con raro acento de Malasaña. When you're'round I lose myself inside your mouth……  Again and again. Again, again, again, again. Never stop, again and again. When you're 'round I lose myself inside your mouth. Again, again, a-a-again, again. Never stop, oh. La música era ahora más rítmica y ensordecedora e invitaba a moverse de modo convulso. Se sentía aéreo, con una extraña felicidad, el roce de su piel con la de Monchita le producía una especial excitación y deseaba abrazar a todo el mundo. Qué buena es esta gente. Todos buenages, amigos. ¡Hermanos, abrazadme! ¡Abrazaros todos, hermanos! El cielo había descendido, flotaba entre nubes  algodonosas y amables. No jures por alá en vano, moro mierda ¿esto es hierba? Juro que venir hoy mismo de Marruecos. Buena, buena. Traer mi primo Alí. Mi primo, buena gente. ¡Coño! Ahora la lady cantaba con acento de las banlieues parisinas. La fille de joie est belle au coin de la rue Labas. Elle a une clientèle, qui lui remplit son bas quand son boulot s'achève, ¿en qué época estamos? Hemos retrocedido en el tiempo, es fabuloso, esto es l´accordéoniste.  Lady gagá enseñaba ahora su impúdico trasero. Canta con su trasero. Son homme est un artiste. C'est un drôle de petit gars. Un accordéoniste qui sait jouer la java. Las luces, las luces, vamos a tener un encuentro en la tercera fase, vienen en son de paz, vienen a poner orden, a enseñarnos nuevas tecnologías, son los enviados de una gran civilización, creedme. ¿Te quedan pastillas? Este pastillaje es de primera. El culo de la gagá se acerca, se acerca, va a devorarme, es un monstruo oscuro y ávido. Los extraterrestres me salvarán, no hay peligro, en el último momento me abducirán, me sacarán de las fauces del monstruo. Dame máss passtillass. …… Bang bang, we're beautiful and dirty rich. Bang bang, we're beautiful and dirty rich. La alfalfa que se les da a los corderos es mejor que esto. Te voy a perjudicar, moro de mierda. Alí es tío legal. Hierba muy buena, de la familia, first calité, la trae mi primo Alí. Te la voy a meter por alí y por aquí, basura de patera.

La cabeza se había independizado de su cuerpo, es como si se hubiese desenroscado y ahora se deslizaba dando botes por debajo de las mesas, el personal le daba patadas como si fuera un balón de fútbol. Ahora se disponen a tirar un penalti, vio la barrera de gente que se formaba delante de él. ¡¡No!!, ¡¡no!!, ¡¡no!! ¡otro penalti, no! No lo voy a soportar. ¡Haced algo, por favor! ¡no me dejéis!

Ha estado en un tris ¡eh! Casi no lo contamos. Pero ahora ya está mejor. Vio el rostro borroso de una enfermera que le hablaba con suavidad.


Antonio Envid

jueves, 18 de octubre de 2012

EX NIHILO, NIHIL ("De la nada sale nada") - Lucía Fraga

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Acaba de apagar la luz algún cabrón.
¿Sabes por qué estás aquí?
Pues yo no, pero así fue el principio:
"En el principio creó Dios el cielo y la tierra.
La tierra era caos y confusión".

Aunque alguien encendiera la luz
en este preciso instante,
mis ojos permanecerían ocultos,
avergonzados, entre mis manos,
ante la llama cegadora como una lengua de fuego.

No recuerdo más que el Caos,
del que nacieron Erebo y la Negra Noche.
Mis pies, desgajados de mi cuerpo,
caminaron sobre angostos caminos
donde las piedras saladas sabían a calor.

Yo no sé adónde he llegado,
acaso, ¿conoces tú mi destino?
No deseo la muerte; tan sólo dejar de sufrir.
Es difícil comprender.
Estoy lista: Nada tuve y con nada me iré
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Lucía Fraga

 

miércoles, 17 de octubre de 2012

EL VIAJE (Juan Serrano)

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Muchos años para poder juntar la pasta para su viaje más deseado. Ya desde niño, toda la calderilla que conseguía, renuncia y esperanza, iban a parar a su alcancía de recortes y barro. Céntimo a céntimo, la ciudad de sus sueños, cada vez más cerca.

Y cuando alguien le preguntaba: ¿Por qué tu manía de querer visitar esa ciudad de la que ni tan siquiera sabes su nombre? El no sabía que decir. Tan sólo respondía: cuando logre visitarla, tal vez lo sepa. Y es que hay quienes buscan sin saber lo que buscan hasta que no lo encuentran. Y entonces ya es tarde.

Allí en Shibuya, al bajar del tren, en la misma plaza del cruce más concurrido del mundo le esperaba Hachikō. Y fue entonces cuando vio a su perro esculpido en estatua, su sueño materializado en piedra, desmaterializado en nada. Y se acordó de Osamu Dazai:
¿Cuántas veces te dijeron que si te marchabas a Tokio, no irías a ninguna parte?
 
 
Juan Serrano (En el blog Blao
16 de septiembre, 2012)
 

lunes, 15 de octubre de 2012

LA FASCINANTE VIDA DE LAS PALABRAS, III (Antonio Envid)

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AEM


Un idioma crea entre sus hablantes una idiosincrasia común y donde más se pone en evidencia esto es en los modismos. Los modismos son frases hechas intraducibles a otras lenguas. ¿Qué pensaría un marine si su sargento le dijera: “I´m going to put a cigar into you”? Literalmente: “te voy a meter un puro”. Como no soy marine no puedo contestar a la pregunta, pero seguramente el concernido imaginará una sádica tortura o una vejación poco acorde con la virilidad de un marcial soldado. 

El modismo es una frase feliz, que con gran economía de medios transmite una idea de una manera muy gráfica; un día alguien la descubre e inmediatamente el pueblo se la apropia. Uniendo elementos dispares comunica algo que nada tiene que ver con las palabras que la forman. “Tomar el olivo” no contiene el verbo correr, ni incorpora ninguna amenaza, pero de inmediato se nos representa a un peón corriendo desaladamente y saltando la barrera en busca de refugio; por extensión nos sugiere a cualquiera que huye de una amenaza inminente. Todos aquellos modismos que provienen de la fiesta de los toros tienen un impacto visual y estético formidable, como la propia fiesta (la propia denominación “fiesta” ya nos advierte de que no nos encontramos ante un simple espectáculo). “Atarse los machos” ¿puede expresarse con más brevedad y precisión la necesidad de prepararse ante un asunto peliagudo?

Vamos a recrearnos. “Echar un capote”: nos hallamos en una situación comprometida e impensadamente alguien nos ayuda. “Dar la puntilla”, por el contrario, nos encontramos al borde del abismo y nos dan un empujoncito. “Dar una larga cambiada”, suerte que practico cuando mi mujer me pregunta ¿de dónde vienes a estas horas?

Cambiemos de tercio para coger el toro por los cuernos, ya que hasta ahora no hemos hecho sino dar pases de adorno. La fiesta de los toros está para el arrastre. Pagar el sueldo, cargas sociales, desplazamientos y hospedaje del maestro, dos picadores, dos banderilleros, mozo de estoques, peones, sustitutos por si hay alguna baja, apoderado, mozo de confianza…., y esto multiplicado por tres. Pagar al personal fijo de plaza, alguacilillos, chulo de chiqueros, monosabios, areneros, acomodadores, músicos y clarines, cajeros, contables, equipo médico. Aguantar el gorroneo de amiguetes y parientes, capitalistas que corran a sacarte en hombros a menos que hayas conseguido algún trofeo. Pagar el precio de los toros, amén de que siempre hay algún mal nacido que berrea: ¡el sobrero, que cojea! Invitar a periodistas, autoridades y alcaldes de pueblo… Para eso hay que atarse los machos e ir al toro como si fuera una mona. Total, para que solo de uvas a peras se cuelgue el cartel de “no hay billetes”. A la hora de la verdad, que cuadren las cuentas es la suerte suprema. Como estará la cosa, que los catalanes, que en lo del dinero son unos sargutas (no busquen la palabra en el diccionario), prefieren que sus paisanos se vayan a Nimes a ver los toros, que les sale más barato que celebrar la corrida en casa.


En corto y por derecho, siendo que la fiesta está de capa caída, auguro su lenta agonía hasta el desolladero. Entonces ¿qué será de estas bellas y gráficas frases que tanto adornan nuestra conversación cotidiana? ¿Caerán en el olvido o seguirán viviendo desprovistas de su base real, meros espíritus desencarnados e ininteligibles para las nuevas generaciones? Nuestra habla perderá una riqueza irreemplazable.
 





Antonio Envid 
 

 

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(N. B. Un recuerdo especial a J.J. Padilla que ha tenido el coraje de torear en la plaza de Zaragoza al año de haber sufrido una terrible cogida en esta plaza. Sarguta es palabra aragonesa que se aplica a una persona con el significado de agudo, inteligente)



 

domingo, 14 de octubre de 2012

EL VIEJO MANDRIL (Narciso y Servando)

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Diez de la mañana en El Viejo Mandril, a mitad de Conde Aranda. Cuando el gato siamés empieza a exhibir el comienzo de su hermoso culo allá en las alturas, Orrios Víamonte atiende las mesas como puede. Aunque en la cocina dice siempre que está harto de las conversaciones de los clientes, nunca desconecta el oido. ‘Anda, que menudo rollo se llevan los de la cinco’, le dice a Gertrudis, que está en la barra haciendo cafés.


- A ver, Gertru, tres cortados, dos expres y cuatro con leche, para la diez.

- ¿Con churros?

- Si no te digo nada es que es sin churros, Gertru, que pareces nueva.

- Oído, oído.

- Pues arreando, que el trabajo se acumula.


Y Orrios Viamonte, al que muchos, y especialmente Murdoc, identifican con el Viejo Mandril por su aspecto de chimpancé, espera en la zona reservada de la barra intentando quitarse con la punta de la lengua un trocito de jamón incrustado en la muela careada. De vez en cuando succiona con chirriante destreza. La culpa, de la croqueta de jamón que se ha comido a escondidas a las nueve. Todas las mañanas, la primera croqueta es para él, calentita, recién hecha. Y todas las mañanas, hasta las once, se hurga con la lengua esa maldita muela careada, hasta que al final tiene que recurrir a un palillo tapándose media cara con la mano izquierda, para que los clientes no adviertan lo que él supone una grosera maniobra. Vano intento, porque después de llevar una hora y media con la lengua dale que te pego, desfigurándose constantemente la carita de macaco, a ningúno de los clientes le han pasado desapercibidas las groseras maniobras bucales de Orrios para deshacerse del trocito de jamón encajado en la muela careada.

- A ver, para la seis, las de los leones esos: un cortado descafeinado, un con leche doble y un curasán, Gertru.

- Marchando.

- Ah, y el con leche doble y con tres de azucar.

- Oído.


Para las anónimas multitudes que pueblan la isla, a veces la vida es hermosa, pero vacía y frígida como una puta estirada y cara; otras veces es horrible, terrible, insoportable, pero cachonda y cálida como una puta napolitana. Otras veces, las más, ni fú ni fá, es como una puta cualquiera, que folla por cumplir mientras piensa en poner una peluquería. Y ahí está la pareja de la cinco, a quien Orrios Viamonte no le quita oreja.

- Esmeralda, eres más fea que la ostia. Eres tan fea que pareces imposible, irreal.

- ¿Ya empezamos, Oriol?

- Perdona, ya sabes que casi nunca pienso en eso, pero si de pronto caigo en la cuenta de lo feísima que eres, no me lo acabo de creer, por más que te mire y te remire no puedo convencerme de que seas realmente tan fea, cielo mío.

- Pues no soy tan tan fea, Oriol. Ya sabes lo que se dice: no hay mujer fea, sino de una belleza extraña.

- Ya, Esme, pero es que tú eres fea de cojones. Tu belleza es tan tan extraña que se parece demasiado a la fealdad, a la pura y descarnada fealdad. Y sabes que te quiero, prenda, que una cosa no quita la otra.

- Pues en mi pueblo fui la tercera dama de honor para las fiestas de San Celemín, a los quince años.

- No nos engañemos, Esme, cariño, en tu pueblo sólo había cuatro muchachas: la reina y tres damas, me temo que no podían elegir. Y no quiero ser cruel contigo, cari, pero no saliste en ninguna foto, ni en la del programa de fiestas, que en eso fueron unos groseros, hay que admitirlo. Si hasta la comisión de fiestas propuso que ese año sólo hubiera dos damas de honor, para reducir gastos, dijeron.

- Seré fea, pero muchos hombres me han dicho que tengo un extraño atractivo, una inexplicable magia.

- Esme, no me hagas reincidir. Tu padre es un roschill, y eso siempre es un atractivo. Nada extraño, pero un buen atractivo. Y para ser justo, también tienes un precioso par de tetas, que no me canso de repetírtelo: tienes las tetas más bonitas que he visto en mi vida. Ya sabes que igual que te digo una cosa te digo la otra: eres fea de cojones, pero tienes unas tetas sin igual, sin par, qué tetas tienes, amor.

Ay, la vida, la vida, piensa Orrios Víamonte. A veces, la vida está llena de amor, de amores, más o menos intensos, más o menos duraderos, más o menos memorables, más o menos posibles o imposibles. Otras veces no, otras veces el amor es escaso y moribundo, poco y pobre, pequeño y aburrido.

‘Tú que eres mi amiga, Atropina, o por lo menos así lo parece, tienes que saber que odio la vida, pero odio todavía con más intensidad la muerte’, le dice Certeza a su amiga Atropina Jackson en la seis, mientras ahoga su cruasán en el con leche doble y tres sobres de azucar. ‘La mariposa lleva de viaje a su gusano’, continuó Certeza, ‘la muerte está frente a mí, tentadora como el deseo de la casa propia para quien ha estado preso muchos años’. ‘Mira, chica’, respondió Atropina,’nunca he entendido para qué tenemos tantos huesos. Yo, el asunto del esqueleto lo hubiera resuelto mucho mejor. Estoy convencida de que sin huesos seríamos mucho más felices.’

Atropina Jackson era la domadora de tigres del Circo Sustanzzia, antes trabajó en el Spacial Cirkus, pero los tigres devoraron a los caballos, los osos devoraron a los tigres y a los leones y los cocodrilos devoraron a los osos, devorándose después entre sí. Sólo quedó un elefante, que murió de pulmonía al poco tiempo. Atropina amaba su trabajo y amaba todavía más a Desmond Potter, la bala humana, que tenía que hacer también de payaso y de funambulista. Atropina era egipcia, vegetariana y coleccionista de azulejos. ‘Los murciélagos fuman a escondidas’, pensó Certeza, ‘si las tortugas comieran queso, al final los ratones tendrían caparazón’. Atropina, como buena egipcia, era tremendamente celosa, y quería ser enterrada en una pirámide, ‘pero en una pirámide de verdad, en bueno, como la de Keops. Una pirámide pirámide, no como la del Fariseo, ese de la chaqueta amarillo chevalier, que tiene la sensibilidad en el culo. Y no sólo por lo horrendo de su proyecto, sino, sobre todo, por el trato que da a sus pobres hijas, las treinta hijas del Faraón idiota, que tanto está tensando la cuerda, tanto, tanto, que algún día se romperá. Ya me lo tiene dicho Solanillas, que las hijas del Fariseo están a punto de armarla, que se lo quieren comer en pedacitos. Pero no seré yo quien le avise, que al que a su gusto duerme en el suelo no hay que tenerle duelo’.

‘Las ranas son los animales más indecisos’, se dijo Certeza al oído, sin hacer caso a Atropina y sintiendo la visceral necesidad de bajar a la mina para lamer los líquenes azules que crecen sobre las piedras húmedas y que tienen el exacto sabor de la luna; para revolcarse desnuda en el lodo; para respirar el aire envenenado de grisú; para morder los pedazos de carbón todavía incrustados en la roca; para perderse en las galerías abandonadas donde el agua sulfurosa gotea y se pudre en la oscuridad; para sentirse debajo, dentro de la tierra, posiblemente muerta. ‘El que sabe dormir es el que se entremete la almohada entre el hombro y la mandíbula como si fuese un violín’, se dijo Certeza al oído, de espaldas a la realidad, indiferente, sintiendo que el estómago le pedía más. ‘Atropina, esta mañana sólo me apetecen los cruasanes’. ‘Sea’, contestó la domadora, repartiendo unas buenas gominolas entre sus tigres.

Atropina Jackson descansa en la chaise longue Le Corbusier de cuero ecológico, lánguida y voluptuosa como una cleopatra. Sus tigres la miran miran, sus tigres la están mirando. Le gusta que sus cinco tigres la acompañen cuando descansa, cuando come, cuando se baña, cuando escucha música bantú, cuando toca los bongos de su abuelo. Le gusta que sus cinco tigres la acompañen siempre, siempre, cuando hace gimnasia, cuando riega las plantas, cuando se pinta las uñas de los pies, cuando se prueba un nuevo traje de domadora. Atropina hace maravillas con sus tigres en el circo. Solanillas, el más joven y listo de los cinco, suele provocar la improvisación, la novedad, la sorpresa. Pérez Turbante es el de más edad, le sigue Sabadell, que es tuerto del ojo izquierdo, después va American Beauty, un tigre albino, y, por fin, Muller Muller. ‘Los dioses crearon al gato para que los hombres tuvieran el placer de acariciar un tigre’, suele decir la soberbia domadora.

Además de los números clásicos, imprescindibles para no defraudar al público, Atropina y sus tigres inventan algo nuevo en cada sesión. Todos pasan por el aro en llamas, suben por las más peligrosas y estrechas escaleras, saltan de una plataforma a otra, corren en círculo y simulan volverse contra la domadora. Solanillas, siempre buscando sorprender a Atropina, se escapa de la jaula, da saltos mortales, finge un ataque de epilepsia o imita a Maurice Chevalier, aceptando incluso que la domadora le ponga una chaqueta amarilla y un canutier mientras el tigre juega con el bastón.

Atropina ama su trabajo y ama todavía más a Desmond Potter, su novio y la bala humana del circo, que hace también de payaso y de funambulista, pero su amor verdadero, completo, definitivo y total es, sin duda, Solanillas, el más joven y listo de sus tigres, que distingue los colores, sabe contar hasta mil y, en privado, en la intimidad, le habla a su dueña al oído, ‘no pienso pero existo’, le suele decir con ironía. Atropina ama a Desmond Potter, sí, pero eso no quita... Quien sabe, a lo mejor. Lo ama, sí, aunque... En fin, prefiere no darle vueltas a la cabeza y seguir avanzando hacia su particular nirvana. De hecho, en ese camino de perfección, lee a Rainer María Rilke en alemán, El libro de las horas, mientras sus tigres la rodean; lee a Fernando Pessoa en portugués, El libro del desasosiego. Sus tigres parecen aburridos. A Desmond no le gustan los tigres ni ningún otro animal, salvo las gallinas enanas de Madagascar. A Desmond le gustan las cosas que miden poco y los amaneceres de la isla, pero siempre está durmiendo cuando amanece. Se justifica diciendo que también le gustan los mediodías, y las tardes, y las mañanas, y las noches, pero sabe que no es lo mismo, cómo va a ser lo mismo, le dice Atropina, que es una mujer insobornable y egipcia.

Los cinco tigres parecen cansados, aburridos, con sueño y hastío, indiferentes, impasibles, amodorrados, quizá tontos, sí, en ocasiones parece que a los cinco tigres de Atropina les falta un riego, un hervor, un algo, no acaban de enterarse de la fiesta, parecen estar en otra cosa, estorbados o hartos, pensando en las avutardas. Cuando va a tomar el sol y a bañarse en la playa de Los diecisiete silencios, siempre desierta por el temor a los tiburones, Atropina se lleva a sus cinco tigres para que disfruten del agua del mar y de la espuma de las olas, de la arena negra y de los galápagos, frotándose la piel contra las palmeras y jugando a ser feroces y malos. Si no tontos, los cinco tigres parecen niñatos, quizá porque Atropina los mima demasiado. Alguna vez se comen a algún turista perdido, pero Atropina se dice que viene a ser como si lo hubieran devorado los tiburones, así que no hace caso y les da menos cena, para que no engorden.

- ¿Otro cruasán?

- Sí, hija, qué quieres, cuando me sale la mañana tonta...

- Y yo, ¿qué me tomaría yo ahora?

- No sé, un pincho tortilla, por ejemplo.

- Bueno, haré de tripas corazón.

- ¿Decían las señoras…?

- Señoritas.

- Perdón, ¿decían las señoritas?

- Para mi amiga otro doble con leche y otro cruasán. Y para mí un somontano y un pincho tortilla.

- Muy bien.

- Mi con leche con tres de azúcar, por favor.

- Perfecto, con tres de azúcar.

- ¿De qué te ríes ahora?

- Nada, de la cara que ha puesto el camarero a tus tigres. No se acostumbra.

- No, ni se acostumbrará ya.

- Yo creo que le gusta.

- El qué.

- Hacerse el nuevo. Y no sólo por tus tigres, sino por lo de ‘señoras’.

- Para mí que lo hace para joderme. Como me ve más mayor.

- Qué cosas tienes, Atropina, chica, cualquiera diría.

Atropina, como buena egipcia, tiene un estilo divino, faraónico y cruel de valorar las cosas, y la vida de los hombres no es importante para ella. Desnuda en la playa de Los diecisiete silencios, acompañada por sus cinco tigres, tumbada, tomando el sol o mirando el horizonte, Atropina se siente viva y saborea toda la extensión del universo.

A veces la vida no es lo que parece, a veces parece lo contrario de lo que es. Otras veces, sin embargo, apariencia y realidad coinciden plena y completamente, sin la menor duda ni fisura; son las menos, pero algunas veces apariencia y realidad coinciden, sí.

- Josele, tienes más veneno que un escorpión negro, pero es que a mí siempre me ha fascinado la maldad, qué le voy a hacer.

- Aquí la que tiene más mala leche que un cuclillo eres tú, Rosario, tienes más mala uva que un estibador manco, cariño.

- Pues mira, siempre había pensado y creído que el malo eras tú, Josele, maligno hasta la perversidad, malo malo, vamos.

- Mujer, piensa en la vida que hemos llevado cada uno y tú misma.

- En eso pensaba precisamente, Josele. Tres veces en la cárcel por delitos de sangre; cinco violaciones que me hayas contado, que igual son más, aunque no te hayan trincado por eso; tu madre, cuando vas a verla, no suelta el cuchillo ni para pintarse las uñas; tu hermana Paqui lo primero que hace cuando te ve es amartillar el revólver, que no sé yo dónde va una mujer a todas partes con la pistola, pero eso es otra historia; no sé, cielo, yo creo que el malo eres tú.

- Las apariencias casi siempre engañan, Charo, ya lo sabes. Yo en el fondo soy bueno, pero la gente se cree que, de bueno, tonto, y ahí es dónde empiezan los desacuerdos.

- No, si yo te entiendo, Jose, te entiendo y estoy de tu parte, pero aunque en el fondo seas bueno, aquí el que parece el malo eres tú, corazón.

- Mujer, si nos dejáramos llevar por las apariencias yo aún estaría en la cárcel. Lo que importa son los hechos que se pueden probar, demostrar, lo que importa es la verdad. Y la verdad es que, en el fondo, yo soy bueno. Bueno pero no tonto, eh.

- Vale, bien, pero aunque yo sea más mala que un regimiento de víboras, aquí el que parece el malo eres tú, amor mío, que te quiero más que al dinero, que ya es decir.

A veces la vida no es lo que parece, a veces parece lo contrario de lo que es. Otras veces, sin en cambio, apariencia y realidad coinciden plena y completamente, sin la menor duda ni fisura; son las menos, pero algunas veces apariencia y realidad coinciden, sí.

Orrios cree llegado el momento de recurrir al palillo. La mirada frente a la luna, lirdnaM ojeiV lE. En la acera de enfrente, el escaparate de la óptica. Tras él, la invariable dependienta con su jefe, bata blanca los dos, aburridos de tanto hablar y hablar. Ella es rubia, el pelo liso y recogido en la nuca, blanca de tez y los labios muy pintados. A saber lo que se dirán en tantas horas, días, ¡años!, de continuo parloteo, piensa Orrios, aplastando entre las palas el trocito de jamón ya desencajado. No sé, no puedo entender de qué viven algunos, cómo consiguen mantener abierto un negocio eternamente vacío, se dice Orrios centrándose de nuevo en la faena, agradecido de que El Viejo Mandril funcione.

- Anda, Gertru, doble con leche, curasán, somontano y pincho tortilla.

- Para dónde.

- Para la seis, para las se-ño-ri-tas esas, las de los leones.




Narciso de Alfonso
Servando Gotor
El guacamayo azul

 
 

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