martes, 31 de julio de 2012

EL HOMBRE INVISIBLE (Ángel Ferrer)


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Un viejo barrendero
en la marquesina
peina la calle


frente al público
anónimo
ensimismado

Como un niño ocioso
atrapando su lengua
entre los labios




Ángel Ferrer

domingo, 29 de julio de 2012

EL DIBUJO ELOCUENTE (Juan Serrano)

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Dentro de cada uno hay al menos dos personas: el ser que somos de día, y aquel que de noche nos conduce por senderos de ensueño. Y si me preguntaran cuál de ellos lleva el timón de nuestro vivir más relevante, contestaría sin lugar a duda que el mundo de nuestra fantasía es el que forja y fragua nuestra realidad más concreta. Llego a esta conclusión tras visitar el otro día la exposición de un amigo.

La tarde con el sopor africano de una primavera de cuarenta grados me sacó de mi colmena y eché a volar hacia el norte, a la avenida de don Quijote, a refrescar mis calores, en busca de la miel de unos pinceles henchidos de aventuras y naturaleza, empapados de maestría y elegancia. Que allí en el Linares Lumeras, Juan Espallardo expone El dibujo elocuente; y en silencio su arte me habla con sabio color de lo que ama, mira y entiende. Y en las aguas-madre de su río quiero abrigar mis desnudeces; y en su Edén oxigenar el óxido de mis sequedades con el verdeazul de su cauce sereno, con el rectángulo de sus soles a caballo, con los misterios del aire amarillo que transpiran sus óleos.

Desde el desierto del Yemen de oro vestido, desde sus muchachas alegres, camino hasta llegar al desnudo de su eterno femenino. Desde Tarzán y su selva de lianas sugerentes desemboco en el Segura, inacabable, de mil maneras, desde su alma de niño, evocado y sentido. Y descubro a un Espallardo andariego y peregrino que va desde sus cuadernos viajeros, a Torre Anita, desde el esbozo y la sencillez más franciscana, al trazo más laborioso y geométrico de su plumilla arabesca. Y soy absorbido por la silueta de sus minaretes orientales; fascinado por sus riscos y pagodas, por el esplendor de una vegetación desbordante y tranquila, atrapado por el negro esquemático, insinuante y retórico de su pintura china.

No hay tragedia en sus cuadros, ni muertes, ni venganzas; que en tiempos de crisis el pesimismo y la derrota son los peores recortes habidos y por haber. ¡Y que te rondaré, morena! Para el ánimo incansable de este morador y viajero, entusiasta infatigable, para este dibujante que desde dentro nos habla de su yo más apreciado, no hay mejor manera de contribuir al crecimiento que un pintor con su pincel en la mano, a un flamante Tobi renacido con sus brazos abierto al mundo.




 Juan Serrano
(En el blog Blao
14 mayo de 2012)
 
 

sábado, 28 de julio de 2012

EL TRENZÓN DE ROSANNE (Narciso de Alfonso)

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Rosanne tiene una mirada que llamaría interesante si quisiera utilizar el deplorable lenguaje de nuestra podrida civilización. Se trata más bien de una mirada de suficiencia o incluso de prepotencia que añade a los numerosos mensajes de la mirada uno que le es ajeno: informarnos deliberadamente sobre la idea o imagen que el portador o dueño de la mirada tiene sobre sí mismo.

Uno –sencillo merodeador- cree que con semejante trenza como la que luce Rosanne, sobra añadir intenciones voluntarias a la mirada. Sucede algo similar con el resto del atuendo: el chaleco, la corbata de lazo o los ligueros se quedan en adicionales frente al poderío del trenzón inmarcesible y simpar y, en menor medida, también frente al poderío –de otro tipo- de unas piernas semidesnudas.

En súmula y ultimátum, Rosanne está hermosa en lo que tiene de genuinamente femenino y propio: sus piernas espléndidas y el trenzón sin igual. Uno le agradece también el pelo recogido hasta quedar casi doloroso de tirante –consecuencia del trenzón- y la seriedad o formalidad que ha puesto en su expresión facial, incluyendo la mirada, pero que conste que uno tiene suficiente con la trenza.
 
 




Narciso de Alfonso
del blog
el trenzón de RosanneEl merodeador
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jueves, 26 de julio de 2012

EL MITO DEL COMPROMISO DE CASPE (Antonio Envid)

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AEM



El pasado junio hemos celebrado los aragoneses por todo lo alto el sexto centenario del llamado “Compromiso de Caspe”, ejemplo paradigmático de cómo arreglar los conflictos entre pueblos mediante negociaciones y pactos, sin acudir a las armas. En efecto, el Compromiso resolvió el peliagudo asunto de encontrar un heredero para la Corona de Aragón vacante por la muerte de nuestro Rey Martín I sin sucesión. Ahora bien, que la cosa se hiciera de forma tan civilizada y con tanta diplomacia y tacto es harina de otro costal. La realidad fue muy otra:

En primer lugar, no es cierto que Martín I el Humano muriera sin descendencia directa. El hijo de éste, el llamado Martín el Joven, Rey de Sicilia y sucesor en el Reino de Aragón por designio de su padre, tuvo dos hijos de sus dos sucesivos matrimonios, pero ambos murieron prematuramente, entonces Martín el Joven inició el proceso para legitimar a su hijo ilegítimo Fadrique, habido con la noble siciliana Tarsia Rizziana, pero antes de conseguirlo murió. El abuelo, Martín I, prosiguió con el proceso ante el Papa Benedicto XIII, pero también falleció antes de resolverse el asunto. Luego, había una clara voluntad real, que el heredero fuera don Fadrique de Aragón, nieto del Rey, conde de Luna y señor de Segorbe.

En segundo lugar, no es cierto que el “compromiso” evitara una guerra civil que ensangrentara las tierras de la Corona de Aragón. Guerra la hubo, por una parte el conde de Urgell Jaime II, pretendiente a la corona, no aceptó el resultado de estas negociaciones y se rebeló contra el proclamado rey Fernando I de Trastamara, llamando en su apoyo a tropas inglesas y gasconas. Por otra parte, tampoco don Fadrique aceptó la decisión y también luchó contra Fernando I. Lo que pasa es que ambos fueron vencidos y olvidados por la Historia (como ocurre siempre).

De tacto y política, nada de nada, ganó el más poderoso de los pretendientes, Enrique que era regente de Castilla y tenía a su disposición las tropas y bienes de ese reino. Chanchullos, componendas, promesas de prebendas, arrimarse al sol que más calentaba…. Especial fue la intervención de San Vicente Ferrer, un santo chaqueterillo y arribista que había gozado del favor del rey Martín a quien traicionó hurtándole su voluntad en favor del Trastamara, que ofrecía más futuro; lo mismo haría, andando el tiempo, con su gran protector el Papa Luna, cuando declinaba su mitra.

¿Entonces, porqué se presenta como el gran pacto político, asombro de la Historia y ejemplo permanente? Pues, sencillamente, porque fue el primer paso para la paulatina absorción por Castilla de los territorios de la vieja Corona de Aragón, y así convenía para reforzar la legitimidad de los Trastamara y luego de los Austrias, y quien paga, manda, hasta en la Historia, amén de que a los aragoneses nos halaga aparecer como un pueblo conciliador, civilizado y democrático, de lo cual tengo bastantes dudas.


Antonio Envid  

miércoles, 25 de julio de 2012

EL VERDADERO ABISMO (Ángel Ferrer)

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sgs



Si a todos los ignorados,
desterrados y muertos
de esta Tierra
les diesen otra oportunidad
te mirarían a la cara
a ti, espectador inhibido
y pondrías cara de aborigen extrañado
pero seguirían su paso a través de ti
sin tocarte
hasta acercarse al perpetrador
y en ti , maquinador
clavarían sus ojos
para que te asomases a ellos
y contemplases el verdadero abismo
el que no arropa ni calza a nadie
el que existe mucho antes que el hombre
comprendiendo tu estupidez

 
Mientras tanto el artífice
engañado, dijo:
¡ Cómo me gusta 
parir poetas !

Y las mujeres con las que estaba
en ese momento
le adoraron por eso





Ángel Ferrer


lunes, 23 de julio de 2012

BALCONCILLOS 20 (Narciso de Alfonso)

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sgs


¿Cómo ordenas o cómo se ordenan las cosas en tu cabeza, mortal? El corazón es un río manando de sí mismo, un río que no puede ser cruzado y que (todavía) lleva el grito del somormujo y las sales de lo indeciblemente humano.

Así es como se expresan estos chicos cuando quieren o cuando pueden: nos hacen revelaciones: atento, atento: no enseñan ni hacen publicidad ni venden ni comunican ni inventan, sino que revelan. Sin abandono y sin impostura abren el pellejo. La revelación hizo, ha hecho, sigue haciendo que shakespeare se haya convertido en un intelectual. ¿Necesitamos más pruebas de que funciona?

Bien, bueno, ya basta, no quiero ensañarme con el pobre shakespeare, que, además, ya estaba pidiendo un relevo de universalidad, ya estaba cansado de haberlo dicho todo para siempre, no quería seguir siendo de la raza de todos menos uno.

Por lo demás, te conviene palparte la cara, la voz y, sobre todo, los papelitos, sí, no te olvides de palparte los papelitos. Asegúrate de que llevas un aceite contra dos vinagres y de que tienes tus octavos pensamientos. Aquí gotea el alba por todas partes, y cuando llueva verás que la lluvia se te parece (como tú, cae desvariando, solitaria en un mundo muerto, rechazada y sin forma obstinada, ay).

Puede que te encuentres con un poeta francés de mirada dura que dice que su vida está hecha de días de menos: no que cada día que pasa sea un día de menos: te dice que cada día que pasa, para él pasa en menos: no en negativo ni en vacío, sino en menos. ¿Ya?

Si oyes alguna palabra suelta y dicha de un modo raro, seguramente será alguna de las manzanas del frutero –el grande de la planta baja- que están aprendiendo a hablar.

Si vas a tratar con el mono (que es simpático y obsceno por elasticidad), puede que te conmueva el misterio de su unidad o su culo rosáceo y frágil o su olor. El mono llora lloviéndose por dentro cuando le duele y, si te mira, te confundirá con su evolución. Has de saber que su centro, su yo, no es un punto, ni la reducción de un punto al infinito, ni siquiera la ausencia de centro, de punto y de infinito: has de buscarlo con tu propia ausencia. Si llegas a él, si le alcanzas, entenderás que te dice –sin palabras, claro- algo como: ‘vales más que mi número, blando prójimo y hombre solo’. Si le contestas –o no- y qué le contestes será ya cosa tuya.

Es posible, puede –a poco que deambules o te pasees por estos balconcillos- que te cruces con un niño, con leopoldo maría, que te pedirá que lo despidas de su madre y apagues la luz de su cuarto porque él se va a jugar con la muerte. Si ve que eres persona de confianza te pedirá también que ordenes sus juguetes: le gusta poner al oso con el oso, al pájaro con el perro y, en cuanto al pato, prefiere que se deje solo al pato. Tú mismo, como siempre.

Y bueno, por acabar de ponerte un poco en antecedentes de lo que te puedes encontrar por estos andurriales, quizá te cruces con un muchacho alto y hermoso, con el pelo negro y perfumado y con el brillo de la inmortalidad en la mirada. Será justo en el momento en el que cae la tarde, entre las sombras y las luces, y te preguntarás cuál de Ellos ha bajado desde las Augustas Moradas, y para qué sospechoso placer.



Narciso de Alfonso

domingo, 22 de julio de 2012

EL AULLIDO URBANO (Servando Gotor)

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El bramido de la ciudad.  El aullido urbano.  Dos voces distintas que a menudo suenan como una sola.  Demasiada realidad que, afortunadamente, no llegamos a captar sino en su mínima expresión.  Al lado de mí, uno de los peluqueros atusa el bigote antiguo y descomunal de un lindo.  Ahora, algunos les llaman “metrosexuales”.  Este por lo que pesa más bien sería un “kilosexual”, pero ya digo: un lindo, porque el bigotazo es de compleja factura y luengo mantenimiento, artificioso y exagerado y antiguo, muy antiguo. Un bigote de postín.



●REC. Bajo el negro manto de la noche procesal
Gimotea el lucero del alba
Caen los párpados del reo
Su instante supremo
Su culpa, su propia culpa
Íntimo fallo
Única sentencia

Criminales de un solo delito
Pueblan celdas transparentes
Las prisiones rebosan de asesinos
Que sólo mataron una vez. STOP■



El bramido. Y me acuerdo de la gente del casino, donde abundaban bigotitos de tiralíneas. Aquellos tipos no eran tan lindos, ni metrosexuales, pero miraban al barrio y a toda la ciudad por encima del hombro. Imposible no recordar a Gracián:

—¡Aguarda!, ¿y aquellos otros —dijo Andrenio—, tan alzados y dispuestos, que parece los puso en zancos la misma naturaleza o que su estrella los aventajó a los demás, y así los miran por encima del hombro y dicen?: «¡Ah de abajo!, ¿quién anda por esos suelos?», éstos sí que serán muy hombres, pues hay tres y cuatro de los otros en cada uno dellos.


—¡Oh qué mal que lees! —le dijo el Descifrador—. Advierte que lo que menos tienen es de hombres. Nunca verás que los muy alzados sean realzados, y aunque crecieron tanto, no llegaron a ser personas. Lo cierto es que no son letras ni hay que saber en ellos, según aquel refrán: «Hombre largo, pocas veces sabio.»
 
* * *





Servando Gotor
La ciudad sin faro, 2008


sábado, 21 de julio de 2012

AZULADA (Juan Serrano)

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Desde el Cerro del Castillo la ciudad de Azulada se despliega sábana blanca con su lamparón de aceite, una nube de estaño sobre las estrías de su basílica cabeza. El pueblo, tendido al sol de la tarde, se lame los chorretones metalizados de sangre: espadas viejas y rotas, confrontadas. Que quiere limpiar, alegrar este pueblo los horrores de los frisos de la Iglesia Vieja. El viento al chocar contra las barricadas de la Sierra Salinas llama a retreta a sus habitantes.

Indiferente a epopeyas y contiendas partidarias e intestinas, desde las Cuevas del Poniente el ocaso recoge la parva de la tarde, y se esconde entre las luces tímidas de un martes sonrojado, allá por el Barranco de los Muertos. El rojo cobrizo que desprende el sol cansado, tiñe de topacio y púrpura toda mi cara, las pinturas del Monte Arabí y las dependencias interiores de todo un pueblo que quiere convertir en pan y oro la pólvora y el trabajo.
 
El tapiz entretejido de los rayos del sol llega hasta las mismas puertas de Azulada, se extiende por la Heycla de nómadas y caldeos, atraviesa la Yakka de escritores y guerreros, se adentra en la Hécula de romanos y griegos, horada la Iegla de castellanos y norteafricanos, se recrea por la Yecal de hebreos y fenicios. Diferentes culturas herácleas afloran y reverberan en este atardecer. Vecinos de La Hoya Hermosa, El Lentiscar, El Pulpillo, La Bronquina, La Decarada, Los Cerrillares, Egelasta entera, todos en procesión se dirigen hacia el antiguo templo del Cerro de los Santos. Y yo descalzo me uno a ellos en sus rogativas: conseguir el milagro de una Azulada mestiza y universal, particular y compleja, fronteriza y hospitalaria.
 
¡Me apetecía tanto refrescar mis múltiples orígenes en Azulada! Y mis pies al pisar esta tierra de cal y cepas estallan de gozo ante la Dama Oferente de Elo. Y siento en mi carne una a una todas las caricias que se derramaron en este Templo, todos los caldos que saborearon los dioses. Desde el primer beso hasta el último, los besos de todos los enamorados de todas las Azuladas, los siento como si me hubiesen elegido a mí como único amante.
 
Levanto mis ojos al cielo y su inmensidad me sorprende como si por primera vez lo viera. Y me confundo con su azul hasta no saber si yo mismo soy el firmamento. Azulada sostiene mi cuerpo a esta Dama abrazado. Y noto en mi piel la dulzura, el burbujeo de su latido, el vivo respirar de todos los hombres y mujeres que fueron Azulada.
 
Y en su amor azul, este momento contiene la rueda de todos los colores, de todas las mujeres.
 
Si antes, el bajel de mi cuerpo tocaba puerto en alguna mujer, ni en su playa ni en su faro desataba la continencia mi azarosa travesía. De amores fui burlado. Atravesé en balde todos los mares y los montes de Venus.
 
Y sólo ayer, martes trece, el escalofrío de Azulada, la Azulada griega, la caldea, la Azulada hebrea, la romana, la musulmana, la Azulada chagra, la Azulada de todos, me hizo sentir el placer de ser azul, aire azul y patrimonio de todos.
 
 
 
Juan Serrano
(En el blog Blao
14 diciembre 2012)
 
 
 
 

viernes, 20 de julio de 2012

LA TOILETTE DE KIRCHNER Y LA DE YANG QUIAN (Antonio Envid)

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AEM



Toilette es una de esas palabras que no tienen un significado preciso en español y por eso nos vemos obligados a utilizar el galicismo, porque, sobre todo si se refiere a una mujer, tanto es el aseo personal, como el arreglo, el perifollo, el afeite, que dirían los clásicos, un conjunto de ritos y manipulaciones, si no secretos, al menos reservados, tras los cuales emerge la femineidad triunfante de la mujer seductora. Seducción dirigida urbi et orbi, pero a menudo reservada a una sola persona, incluso circunscrita a ella misma. La mujer del ciego ¿para quién se afeita? Pregunta el refranero.

Pero también toilette se refiere al lugar retirado, el retrete de nuestros clásicos, templo donde se oficia un culto divino a la belleza. Ritos mistéricos y secretos donde se confunden la oficiante y la diosa. Santuario reservado de Venus, totalmente vedado al hombre, que únicamente conocerá a la sacerdotisa transfigurada en diosa tras la celebración.

El hombre podrá construir o adquirir los instrumentos, los vasos sagrados, las jocalias, los afeites, los aceites y ungüentos para las unciones, los aromas y las esencias, para los sacrificios, pero se abstendrá de manipularlos y será expulsado del templo durante su celebración. Es la ley antigua.

No es extraño que todos los artistas, sobre todo los plásticos hayan sido tentados en representar ese acto íntimo y litúrgico de la toilette femenina desde el Renacimiento hasta hoy (de Bellini hay una pintura bellísima), y que todos los hombres pensemos en ella como un enigma despertando nuestra fantasía. Hamanes árabes envueltos en nieblas vaporosas a través de cuyos girones se adivinan hermosos cuerpos de odaliscas, túnicas mojadas que insinúan divinas formas, fuertes aromas de especias orientales. Pícaros cuartos de baño franceses donde reina el glamour, las sedas, los perfumes y los rouges. Antiguas termas donde se venera a una patricia de belleza clásica revestida de cendales, asistida y rodeada de jóvenes esclavas, para ungir y mimar su cuerpo.




Traigo aquí dos muestras muy lejanas en el tiempo y en el espacio cultural. Ernst Ludwig Kirchner en 1913 pinta con gran economía una sugerente y plástica representación de “la Toilette” o “Mujer ante el espejo”, que con ambos títulos se conoce el oleo, en el momento en que se abrían paso las vanguardias en un mundo alegre, confiado, ávido de experiencias, sin sospechar la tragedia de futuro próximo, antes de que la  guerra, la enfermedad, las drogas y, finalmente, la locura arruinaran la vida del pintor. La otra es de un artista chino actual Yang Quian, con un cuadro de técnica occidental, Hotel Bathroom, que sabe atrapar el instante del aseo personal de una muchacha corriente, seguramente tras una ducha caliente como sugiere la atmósfera saturada de vapor que impregna el cuarto de baño de un vulgar hotel popular y que el pintor ha sabido llenar de poesía. Ambos cuadros, a pesar de sus evidentes diferencias de estilo y escuela, saben preservar el enigmático encanto que rodea la toilette femenina. En ambos cuadros cabe señalar que el espejo cobra protagonismo. Porque un cuarto de baño sin espejo es  como truncado, disminuido, ciego. El espejo introduce un erotismo singular: el objeto contemplado es el mismo espectador, es la satisfacción en la propia intimidad; pero, por otra parte, sugiere una ventana abierta a otro universo; un universo ignoto y paralelo, ni siquiera sospechado, pero intuido.

Ambas muestras pueden verse, la  de Kirchner, en la antológica de la fundación Mapfre de Recoletos hasta el 2 de septiembre y la de Yang Quian, dentro de la exposición de arte chino actual que presenta el Palacio de Sástago de Zaragoza. 


Antonio Envid      


jueves, 19 de julio de 2012

EL DESCONOCIDO (Ángel Ferrer)



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sgs


Un desconocido,
se acercó
y enhebró el hilo,
dejándome al descubierto
haciéndome sentir
parte de un todo,
por un instante







Ángel Ferrer

martes, 17 de julio de 2012

EL DESEO AL DESCUBIERTO (Lucía Fraga)

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sgs


Sólo tus labios conocen el misterio
que abre las impenetrables flores
más íntimamente cerradas
a cualquier reclamo de la poderosa Naturaleza.

Es tu boca la que desnuda
sus primeros pétalos pudorosos.
Y, uno tras otro, se abren con sigilo
para mostrarte a ti, únicamente a ti,
el líquido milagro de la Luz.

Tiene tu voz la virtud
de abrir y cerrar a su antojo
la carne sedienta de las primeras rosas
antes, incluso, de lo que dictan absurdos calndarios,

De la misma manera
que la sola sensación de tu presencia,
en medio de mi noche azulada,
me turba y me confunde
cuando entras y sales de mi piel.

Es tu silenciosa caricia entre sombras
la que hace de mi cuerpo frágil tallo
que sólo tú puedes sostener
hasta que la excitante savia que nos une
tronza mi cintura y broto, al fin, en ti.



Lucía Fraga


lunes, 16 de julio de 2012

BALCONCILLOS 19 (Narciso de Alfonso)

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sgs


¿Te acuerdas de cuando murió abraham? Sara estuvo toda la tarde hablando con él, con un cadáver. Y cuando la escuchábamos sonreíamos mientras, al mismo tiempo, nos secábamos las lágrimas. Te tienes que acordar, fue en este mismo tanatorio. La caja de abraham se parecía mucho a la tuya.

Vaya, a albert quizá le gusta escribir poemas con sorpresa final, pero se trata de un poema terrible, sí, la muerte, la muerte.

El bueno de pessoa le da la réplica con un poema de amor, quizá no menos terrible: atento, que habla el príncipe, guarda silencio: un día, en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo, me sirvieron el amor como las tripas frías. Dije delicadamente al cocinero que las prefería calientes, que las tripas (y eran a la manera de oporto) nunca se comen frías. No comí, no pedí otra cosa, pedí la cuenta y salí a la calle. Pero si yo pedí amor, ¿por qué me trajeron tripas (a la manera de oporto) frías? No es un plato que pueda comerse frío, pero me lo trajeron frío. No me quejé, pero estaba frío. Nunca puede comerse frío, pero vino frío.

Lo que respondo cuando los muchachos me atacan con sus armas pesadas y, por decirlo de algún modo, pretenden impresionarme, es siempre lo mismo: quiero el color rosa o la vida, quiero el rojo o su amarillo frenético, quiero ese túnel donde el color se disuelve en el negro falaz con que la muerte ríe en la boca, entre las frías escamas de unos peces amándose. Ay, el temor a la muerte, ¿enmuerta? ¿te estás enmuertando? Será el miedo, con sombrero negro, que esconde ratas en tu sangre.

Pero también conviene, ay, que en estos balconcillos a veces siniestros, escuches palabras sosegadoras, quizá sosegadoras: siéntate en medio de las ruinas, siéntate con dulzura en el medio o al borde de las ruinas: son nuestra única propiedad. El río desciende y yo sólo siento ahora el olor del agua: sólo puedo darte el dolor de mis ojos, el azul capaz de matar y la luz que me acompaña, indefensa.

Si no quieres correr riesgos, has de irte de estos amenos balconcillos, de agradable clima, con la seguridad de que ningún recuerdo se ha quedado dentro de ti. Puedes sentarte a beber agua con el helecho, al caer la tarde: el helecho contemplará sus frondas y tú podrás contemplar las tuyas. Si tu animal aúlla o tu ángel está preocupado, puedes empezar a preguntar por la intemperie o puedes empezar a tocarte las manos: en cualquier caso, tranquilízate y piensa que cualquier día podrás deshacerte de los significados, en el caso de que se quedaran cortos –como se le van quedando pequeños los zapatos a un niño cuando crece-, porque cada cosa es ella misma y, además, un huevo, sí.

Ya sabes, ya sabes que aquí vivimos la vida sin pantuflas ni paralelos, gallardamente; estamos a favor y en contra de la unidad y sabemos –por sentido común- que nuestros cerebros se convertirán en blandos cojines blanquecinos, de forma que nos iremos acercando a la figura precisa de una puerta que, en un edificio en ruinas, cuelga desvencijada de la única bisagra que le queda. Dentro de nuestros ojos hay un caballo, el padre de los que después aprendieron a llorar, ay, y también vamos sabiendo que la muerte está hecha de sillas y de atardeceres extra.

Hay suficiente belleza en estar aquí y no en otra parte.




Narciso de Alfonso






domingo, 15 de julio de 2012

BUENAS Y MALAS ARTES (Servando Gotor)

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Dícese que.... Pues eso que

sobre gustos no hay nada escrito. 

O lo que es lo mismo, que

sobre arte nadie tiene la última palabra.

Sí, muy fácil, muy manido ya todo esto.  Mucha frase hecha que como tal se suelta a menudo con poca o nula reflexión. Porque todos sabemos, también, que sobre arte hay escrito. Y no poco. Y que existen reglas, normas o cánones que señalan qué vale y qué no vale. 

¿Pero sobre arte, así, en general?  No.

Existen y pueden existir determinados cánones sobre determinados aspectos del arte, pero no del arte en general.  Porque el arte, todo arte, toda obra de arte, no deja de ser una expresión de algo metarracional imposible de encerrar en un concepto.  Expresión, la artística, sustentada a veces -no siempre-  en un soporte material. Y digo no siempre porque las hay que carecen de toda materia (la música, por jemplo),  circunstancia por la que algunos griegos la consideraron como la más alta de las artes.  

La cuestión es que, sí, que existen determinadas reglas técnicas que sirven como mero instrumento -uno más- para la creación artística: tanto para los elementos materiales como para los inmateriales.

Ahora bien, hacer de tales normas referencia única para una crítica o examen de la obra o de la labor artística, sería tanto como rebajar el arte a una mera obra de ingeniería (y lo de "mera" está dicho con toda intención: lo que no quiere decir que las obras de ingeniería pueden constituir verdaderas obras artísticas, faltaría más: pero no toda obra de ingeniería es una obra de arte, ni mucho menos toda obra de arte es una obra de ingeniería).  

No, en el arte el principal criterio no es la técnica, el ingenio (en su acepción de máquina, método o artificio)  sino el genio: la genialidad, el soplo divino.  Las normas técnicas no dejan de ser meros instrumentos de los que el genio (el artista) puede o no servirse... e incluso transgredirlos (alguien sabe y mucho de los pies de Goya, técnicamente digamos que problemáticos...  ¡y qué!). 

Sin embargo el argumento meramente técnico, que acaba siendo a menudo el único argumento  que aporta el crítico, es en realidad el que menos cuenta o menos importancia tiene para analizar de verad una obra de arte, que como tal obra del ingenio humano escapa a la racionalidad de todo concepto, de toda lógica, de todo método.

En todo caso, desde la Poética de Aristóteles a las teorías estéticas de Adorno, pasando por Horacio, Lessing,  Hegel, Kant y  Schopenhauer, existen variados e interesantes tratados de crítica estética. Qué casualidad, ¿verdad?, que sean filósofos y no catedráticos de arte. En todo caso, nadie osará analizar, bisturí en mano, como si de una autopsia se tratara, las determinantes genialidades que la obra artística comporta. Porque hasta tal punto resultan incontrolables que incluso escapan a su propio autor: el genio (más bien, el autor de la genialidad, porque quizá pueda aspirarse a ser sublime sin interrupción pero aún está por nacer el genio perpetuo).

Por cierto, llamo la atención sobre un aspecto: antes había artistas, de un lado, y profesores de arte, de otro.  Ahora, en cada profesor de arte hay o pretende haber un artista como en cada catedrático de filosofía pretende haber un fílósofo.  Se ha llegado a tal grado de mediocridad y estulticia que han llegado a creerse (o más bien nos quieren hacer creer, porque en el fondo sólo se trata de un negocio, y ellos lo saben) que conociendo una técnica artística concreta uno puede crear arte.  Tomen nota, tomen buena nota de la cantidad de profesores de litertatura que escriben best-sellers y ganan premios literarios, vendiendo y vendiéndose a las editoriales no por treinta sino por miles de monedas de plata.  

En fin, cambio de tercio (argot taurino).  Cambio de tercio y voy a Schopenhauer quien, como es lógico, también tiene su propia teoría estética.  (Claro que a él nunca se le ocurrió escribir un poema ni esculpir la Dama de Elche. Ni a Kant, por supuesto.  Eran intelectualmente honrados y, además, tenían vergüenza: zapatero -lagarto-lagarto- a tus zapatos). Pero ahora quiero referirme a una obrita menor de Schopenhauer, publicada (mejor, recopilada) con el título: El arte de tener razón expuesto en 38 estratagemas*. Se trata de unos artificiosos consejos para ganar al adversario en una discusión aunque no te ampare -o precisamente cuando no te ampara- la razón.  Es lo que se llama "dialéctica erística".  

En realidad, nada nuevo  en estos tiempos.  Pero no por ello resulta curiosa su lectura.  Encontrará el lector desde las estratagemas que acometiendo el objeto de discusión lo distorsiona-mos para traerlo a nuestro terreno (si se habla de una tregua de ETA, diremos que ETA está derrotada)  a aquellas otras que como resulta difícil distorsionarlo, en vez de abordar el objeto de discusión, atacan al planteamiento que del mismo hace el adversario (¿pero cómo se le ocurre decir que ETA está derrotada justo ahora que ha tomado el poder?).

Eso sí, la más practicada hoy es la última: la estratagema treinta y ocho. Y seguro que les suena: cuando no encuentres argumentos para defender tu postura, descalifica al adversario.  Descalificándolo a él, descalificas también (aunque no sé por qué)  su argumento.



Servando Gotor



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Esta obrita está en la red
y puede accederse a ella
pinchando aquí
(enlace externo de cuya seguridad
no puedo responder)






sábado, 14 de julio de 2012

LA POSTURA DEL MISIONERO (Cuento popular recogido por Antonio Envid)

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(Cuento popular aragonés recogido por Antonio Envid)

Tras más de veinte años de misionero en varias partes del mundo el padre Broto fue destinado a su pueblo para descansar en su bien ganada jubilación. Nombrado capellán del convento de monjitas de su localidad, nombramiento más honorífico que otra cosa, pues las monjitas, aparte de la celebración diaria de la misa, no le daban otro trabajo que el digestivo, pues le preparaban unos soberbios desayunos, donde no faltaba nunca el chocolate, veía transcurrir la vida sin sobresaltos. Sus vecinos, habían marchado o muerto quienes lo conocieron de chico,  se acostumbraron pronto a su presencia y lo llamaban familiarmente “El Misionero”. Sus convecinos eran conocidos en los alrededores por su ingenio al poner motes, en este caso no desgastaron mucho sus neuronas.

De sus largos peregrinajes había traído unas tercianas africanas más o menos dominadas y cierta afición filipina a las apuestas, aunque necesariamente modestas. Las crisis febriles aparecían de tarde en tarde sumiéndolo en ensoñaciones de fosforescentes verdes selváticos y angustiosos ambientes de estufa por donde deambulaba sonámbulo y atiborrado de quina. Lo de las apuestas era menos llevadero, pues en su pueblo no podía jugar sino a la lotería nacional. Entre amigos, deudos y las monjitas formó una peña para jugar a un número fijo que le había sido revelado en uno de sus sueños palúdicos.

Intimidado franqueó el portón del vetusto palacio episcopal. Subió con desgana y cierta fatiga la presuntuosa escalera imperial que accedía a la segunda planta y una vez allí fue recibido por un joven curita, obsequioso y con aspecto jabonoso, que entre sonrisas y maneritas lo guió por el laberinto de dependencias domésticas y administrativas que componían aquel extraño complejo hasta el despacho del señor obispo.

Abochornado, nervioso, con cortedad de palabras explicó al señor obispo que aquel turbio asunto del que había tenido noticia su reverencia sobre un cura y la “postura del misionero”, habiendo trascendido los gruesos y aislantes  muros del convento de monjas de un pueblo de la diócesis, no tenía ninguna connotación impura. Chismorreos de cuatro beatas, se lo aseguro a usted, Su Reverencia. Antes, aclararle que a mí me conocen en el pueblo por “El Misionero” y se trata de que en el último sorteo de la lotería al número que jugamos una peña y que yo administro, ha caído la postura, la postura ¿entiende usted?, y tuve que atender una necesidad urgente y me la he gastado; les he pedido un anticipo, hasta que me llegue la mensualidad de mi pensión, para poder jugar esta semana, que es seguro que ésta si que cae, reverendísimo señor, que lo he soñado en uno de los escalofríos que me dan cuando me ataca el paludismo que cogí en África, y, por cierto, le aconsejo que se una a la peña porque le traigo la suerte…… Desatado a hablar, el padre Broto “El Misionero” no cejaba en hacerlo mientras el obispo lo empujaba amable pero con firmeza hacia la puerta.  




Cuento popular aragonés
rescatado por Antonio Envid


viernes, 13 de julio de 2012

UN SÁBADO POR LA TARDE (Juan Serrano)

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Desde el ventanuco trasero de la leñera veo el patio del Colegio. Hoy es sábado. No hay clase. Un niño salta la tapia del Centro. La tarde y el hijo de la Remedios, ya están en la parte de dentro. Los dos se sientan bajo el ángulo de la sombra del arco de la escalera colgada que da al salón de actos.

El niño harto de oír discutir a los padres salió de casa después de comer: un pequeño trozo de pan con vino y azúcar. Ni más postres, ni más mimos. Los viejos no echan en falta al hijo. Ni puñetero caso. La vida es muy larga para quienes están solos. Sobre el silencio cojo de un recreo sin niños, Bernardo lleva allí sentado más de tres horas, el tiempo que yo tardo en cortar y apilar la leña de la poda de los naranjos.

Bernardo, sólo tiene por compañía a la tarde. La tarde como el niño anda también aburrida en estas horas de siesta y cansera. Y veo ahora como la mano del sol, que se cuela por las ramas del pino, regala al niño un puñado de piedras iluminadas sobre el drenaje del parterre de la hiedra. El hijo de la Remedios no sabe de tablas de multiplicar, de números ni de pimpapunes de ferias, pero tiene muy certero el tino. Un día, de una sola pedrada se llevó por delante el gato de Periquín el Mañas, el carpintero de su calle. Aún hoy después de quince días de la desaparición del gato, la Apolonia, la mujer del tío Periquín cada mañana mira en el corral por si su minino el sape ha vuelto. Bernardo cuando se cruza con el carpintero, antes de que éste le eche el ojo, corriendo se cruza a la otra acera.

Esta tarde el niño tiene, como sus tripas, la puntería revuelta. No hace blanco en ninguno de los gorriones que el árbol se sacude de encima para entretener a Bernardo. La suerte no está por la labor. No importa. El niño, a sus ocho años, toda una vida entera, ya está acostumbrado a ver en blanco y negro los dibujos animados. Conforme sus fallos son mayores, como un loco, el niño más acelera el ritmo de sus movimientos amenazadores y errados. Y no se cansa hasta que no acaba con todas las piedras que hay en el patio del colegio.

La tarde también está triste. No sabe consolar a un niño que no puede atrapar siquiera el vuelo de un pájaro. Yo veo desde la leñera los hombros caídos de la tarde que golpea con sus horas, sus puños cansados, contra el suelo de un recreo sin niños un sábado cualquiera.

Para consuelo de todos los que han intervenido en esta historia, a mi me hubiese gustado terminar este relato con la aparición entre los troncos de la leñera del gato de Perico Mañas. Pero como escritor, aún no se me ha dado el don de hacer que las cosas ocurran de manera distinta a como sucedieron.



Juan Serrano
(En el blog Blao
3 julio  2012)


jueves, 12 de julio de 2012

HAIKUS II (Ángel Ferrer)

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sgs




En un principio
la gota es rechazada
en la inmensidad
 
* * *
 

El universo

penetrando en nosotros
inabarcable
 
* * *
 

Mueve el viento
a la hoja caduca
futuro abono
 
* * *
 

Canta el pájaro
al sol de la mañana
nuevo comienzo
 
 
 
 
 
 
Ángel Ferrer
 

miércoles, 11 de julio de 2012

LOS PIES LARGOS (Narciso de Alfonso)

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Masha está hermosa, está humana con esos pies tan largos que se estiran sobre la madera, tal vez salmodiando alguna absurda historia de amor, tal vez entonando una de esas canciones infantiles que aprendió de su madre o de la vida, o cualquiera de esos cantos que se instalan dentro de uno antes que los genes, antes de que nuestros ojos tengan color, antes de que tengamos forma humana.
 
Masha está sentada en el tablado de madera con ropa de bailarina o de pájaro, con los brazos relajados y con las manos grandes, huesuda de pies y de tobillos y de rodillas y de cabeza, con un cuello delgado del que le sobresale la tráquea como a un gorrión.
 
Se puede sentir que ha encontrado el murmullo silencioso de sí misma, su cuarto de estar, sus oídos interiores, todo el hundido paisaje de praderas y vientos bajos y arbolillos tiernos que llevamos dentro, despacio, entre el corazón y los grillos.
 
Masha está como escuchando la lluvia, con esa forma delirante de sentir en círculos para que poco a poco todo tenga sentido y esos pies tan largos se estiren todavía más sobre la madera.
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Narciso de Alfonso
del blog
 
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