jueves, 28 de noviembre de 2013

SOLO, CONVALECIENTE... (Ángel Ferrer)




Solo, convaleciente(lo sabíais), confundido
localizado
un error preparado
apresado, difamado, apaleado, trepanado
división externa
se rompe el hilo
fuera de contexto
" has perdido " decías al oído
" te ingresas un mes y a correr " me decías al oído

una mano
crezco
equilibrio

solo, solo, soloellos deciden  división interna
se distancian las partes
anarquía
lo peor de mi, lo mejor de mi
lo acepto

unión

   entonces...

un sueño
una barca
candor
¿quiénes somos? 
no importa
hacer
comprender
resurgir
solidez
una chica
se enciende el amor
ya no se apagará 
jamás




Ángel Ferrer

sábado, 23 de noviembre de 2013

TRAS LA SANGRIENTA BATALLA... (Vladimira Pound)




Tras la sangrienta batalla
el caballo flota a la deriva
suspendido sobre el denso líquido.

Exhausto y lleno de angustia
mira al sol
y piensa que nunca secará el mar
y sin embargo lo domina todo
a través de su quietud.



Vladimira Pound



viernes, 22 de noviembre de 2013

NIEVE (Mercedes)



sgs

¿Qué decir de ella? Que es genial, única en su especie, y es que, ¡qué mejor que la nieve para alegrarnos el día! ¿A quién no le provoca aun cuando menos una sonrisa ver al de al lado por los suelos? Bueno, una sonrisa no, que está mal alegrarse del mal ajeno, una carcajada mejor, y bien grande. Pero lo mejor de todo es cuando el que te caes eres tú, sin duda vivir la experiencia en primera persona es mucho mejor. Te ríes más y haces que los demás se rían, lo que les compensa por todo lo que te has reído tú de ellos con sus caídas. 

En definitiva, ya que últimamente está nevando, id preparando el pantalón impermeable porque, aparte de que te protege del frío, te protege también del agua, y como sin duda os vais a caer (y si no os tirarán), por lo menos que no se te mojen los vaqueros.

Mercedes


jueves, 21 de noviembre de 2013

W. CARLOS WILLIAMS En la versión de Ángel Ferrer: Tener hambre es ser grandioso



La pequeña, amarilla hoja de cebolla
primaveral comienzo verde precursor
de los suelos de Manhattan, cuando
arrancada como en manojos
lavada, troceada y pochada dentro de
una cazuela, aunque propensa a estar
un poco viscosa, si bien cocinada
y servida caliente sobre pan de centeno
es para una cerveza un perfecto aperitivo
y lo mejor
de ella es que crecen por doquier*



W. Carlos Williams
To be hungry is to be great*
(Traducción: Ángel Ferrer)







_______

*TO BE HUNGRY IS TO BE GREAT

The small, yellow grass-onion,
spring's first green precursor
to Manhattan's pavements, when
plucked as it comes, in bunches,
washed, split and fried in
a pan, though inclined to be
a little slimy, if well cooked
and served hot on rye bread
is to a beer a perfect appetizer-
and the best part
of it is they grow everywhere.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

MERODEANDO A... El taxi de Londres (Narciso de Alfonso)

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El fotógrafo del tráfico rodante y empedernido nos ha dejado abierta una ventana llena con un vehículo automóvil, con un taxi de Londres que, como los demás, es impúdico, obsceno, con los zapatos negros y lustrados y con un techo demasiado alto que lo hace fúnebre, como cuando lo fúnebre era una carroza negra tirada por mil caballos.

Parco y sin crisantemos, el taxi fúnebre y funeral de Londres, feo como un bulto feo, es un asunto anacrónico que debería estar muy prohibido por la cantidad de despropósitos que reúne, tan ajeno al sol y al amor, tan destartalado de proporciones, con esa solemnidad convencional de lo negro, con esa sonrisa de caballo listo.

Lo sucio, lo siniestro del taxi de Londres es que alude a la apariencia, a la representación, a lo funeral de la muerte pero sin que haya muerto, sobre todo porque la muerte no está en el ataúd, ni en el coche fúnebre, ni en las coronas, ni siquiera en el muerto. No sabemos dónde está, solamente, si acaso, que ha pasado por un tipo que estaba vivo y lo ha dejado tieso, para enterrar: ya no se puede contar con él para nada.

Los taxis de Londres vienen a ser una agencia funeraria que trabaja sin muertos, sin esperar a que la gente se muera, en una especie de anticipación de lo que será el entierro del que se sube al taxi, en un ensayo de oscuridad. 

Lo que nos viene a importar del taxi de Londres -o de cualquier otra ciudad- es, más bien, el taxista mortal que conduce la máquina automóvil, que se llama taxi porque lleva incorporado un aparato taxímetro, que es un mixto de tiempo y dinero, como el alma o el destino. 

Cabe suponer que el taxi –y tal vez el taxista- tiene unos deseos semejantes a los del barco ebrio: que los pieles rojas utilicen como blanco de tiro a los pasajeros, clavándolos desnudos en postes de colores.

El taxista, sentado en su carricoche fúnebre, echa en falta los caballos de la carroza que nunca tuvo y con los que, a veces, todavía sueña: cuatro caballos cuatro, del color de los caballos del Apocalipsis: blanco, rojo, negro y pálido –no bayo, ni palomino, ni cuarto de milla-. 

El taxista es, naturalmente, un hombre humano, mortal, dos veces sapiens, es decir, como todos los demás pero en taxista, lo que significa vivir la vida como si importara o como si no importara, depende. Quizá, por la tremenda cantidad de sedentarismo al que su actividad le obliga, es un hombre que ha dejado que se oxide todo el hierro que hay en él, y se ha ido quedando duro, masivo, como un matadero al amanecer o como si estuviera siempre escuchando un sermón sobre la muerte.


Narciso de Alfonso
El Merodeador, IV


lunes, 18 de noviembre de 2013

ALMÍBAR DE CHANCACA (Servando Gotor)




(Norah.
Los sueños de Norah.
Norah sueña mucho y luego interpreta sus propios sueños y a veces se realizan y se nos ponen los pelos de punta.
Norah tiene fuego en sus labios rojos.
Norah esconde en su sonrisa ecos de espuma del Orinoco, porque Norah nació a la orilla del Orinoco, claro.
Pero Norah no sabe nada del Orinoco porque se crió en las reposadas corrientes de una princesa raptada. 

Norah: síntesis de magia y enciclopedias.

Norah soñaba a menudo que estaba embarazada hasta que Esmeralda White, una santera americana de origen cubano, negra prieta, gruesa y remolona, le dijo que pusiera bajo su almohada tres rosas blancas.
Y desde entonces Norah fríe en sueños croquetas de atún sin parar y luego se despierta cansada y empachada.
Pero en sus sueños ya no está embarazada.
Gracias a las tres rosas blancas bajo la almohada, en sus sueños ya no está embarazada.
Norah soñó de niña con un príncipe azul, pero hubo de conformarse con Trebor.
No era su príncipe pero insistía tanto, tanto, tanto...


Y una noche de verano, en oscuras calles, la besó.

No era lo que ella había soñado, no.
Pero aquel beso le supo a almíbar de chancaca)


Servando Gotor

domingo, 17 de noviembre de 2013

"NIEBLA", NOVELA NO APTA PARA EL VERANO (Juan Serrano)




Desde el momento en que Augusto Pérez, en los mismos comienzos de Niebla, dice no hay nada más elegante que un paraguas cerrado, me reafirmo en mis desavenencias con don Miguel de Unamuno. Para mi, un paraguas abierto es mucho más bello y vistoso que una sombrilla plegada.
El que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja. Leí esta nivola en pleno verano, tiempo de giras y desplazamientos. Mi grado de concentración en aquellos días de asueto estival no era por tanto el más propicio para sacar todo el jugo literario, trágico y existencial que don Miguel en este libro tal vez vertiera. Y así, cual picaflor impaciente, ajeno a las profundidades filosóficas de la vida, me dejé llevar más de la trama que como comedia de enredos Niebla me sugería.
Y mientras leía la niebla de la vida rezuma un dulce aburrimiento, el sol de la playa, el agua refrescante, el ocio y la brisa del mar aletargaban mi ánimo y me conducían tras los pasos de cualquier muchacha que delante de mis ojos pasara. Y entonces, ¡sí!, no disentía en nada del profesor cuando decía: Todas las mujeres no son sino remedos de la una, de la única, de mi dulce Eugenia.
Y cuando de nuevo el filósofo bilbaíno cual hábil práctico, entre escollos y marejadas de amores y celos, volvía a la carga con sus pensamientos de trascendente trashumancia: nos movemos en dos direcciones: del pasado al mañana y del hoy al ayer, yo me levantaba al momento de la tumbona y me servía otra paloma de anís. Y de nuevo me sumergía, frente a la isla del puerto de Mazarrón, donde yo a la sazón pasaba unos días de descanso, en la placidez de la monotonía, esa acaramelada eternidad sin porvenir ni deseo, que se parece lo más a la muerte.Lo más liberador del arte es que le hace a uno olvidar que existe.
A don Miguel y a Augusto, con tanto bebercio fresco y aquellos calores del verano, yo a los dos confundía. Y de nuevo volvía malhumorado el protagonista preguntándome: ¿pero el otro no es el novio de Eugenia? Y al instante él mismo se contestaba poético, colérico, mefistofélico, cual Rimbaud desde Abisinia: ¡el otro soy yo! Y disfrutaba de ver a Unamuno, un señor tan serio, barbudo y excéntrico, hasta las cejas enamorado en la persona del joven Augusto. Y me alegraba ver al señorito Pérez, tan madrero, encorsetado e impermeable a los sentidos, convertido también al amor: Esa mujer me ha vuelto ciego al darme la vista. La producción literaria de un autor suele compensar lo que en la vida le falta. Un escritor triste y reservado escribirá en claves de humor. Y así es como el autor logra su equilibrio emocional, escapando, gracias a su imaginación, de su yo insociable y misántropo.
Si en lugar de haber leído Niebla en plena canícula de agosto, lo hubiese hecho desde el balcón de este otoño abstemio, estación de sombras y grises, lluvias y vientos, tal vez su lectura hubiese alimentado esos deseos de eternidad por los cuales me desvivo, sobre todo ahora, cuando veo que los días de luz se acortan y las noches alargan mis miedos. Y al igual que Augusto, yo también escaparía de las páginas del libro de mi vida para decirle al demiurgo de mis fantasías que no deje morir mis sueños. Y así no acabar reconociendo como Unamuno mi mortalidad cantada:
Yo soñé luego que me moría, y en el momento mismo que soñaba dar el último respiro me desperté con cierta opresión en el pecho.


Juan Serrano
de su blog: Blao
12 noviembre, 2012





sábado, 16 de noviembre de 2013

ERA YA DE MADRUGADA Y QUISE VER SI ELLA DORMÍA SOLA (Propercio, en la versión de Mariano Berdusán)


(A finales de octubre hizo dos años del fallecimiento de nuestro amigo, don Mariano Berdusán. Desde aquí, como siempre, nuestra admiración y cariño)


ELEGÍA 29.B: Era ya de madrugada y quise ver si ella dormía sola

(Propercio quiere vigilar y controlar a Cintia y ésta le reprende ofendida).

Era ya de madrugada y quise ver si ella
dormía sola: y Cintia estaba sola en el lecho.
Me quedé sobrecogido: nunca ella me había parecido
tan hermosa, ni cuando se vistió con túnica púrpura
y fue, después, a contar sus sueños a la casta Vesta,
por si a mí o a ella pudieran hacernos daño.
Tal me pareció verla recién salida del sueño.
¡Ah, cuánto vale por sí misma una espléndida belleza!

“¿Qué haces tú aquí, dice, tempranero indagador de tu amiga?
¿Piensas acaso que mis costumbres son semejantes a las tuyas?
No soy yo así de fácil: me basta con haber conocido a uno solo,
seas tú o sea otro, si alguno puede ser más fiel.
En mi ordenado lecho no aparece rastro alguno,
ni señales de deseo por haber dormido dos en él.
Mira cómo de todo mi cuerpo no emana olor alguno
que te haga pensar que haya cometido adulterio. ”
Dijo y, rechazando con su mano derecha los besos que le ofrecía,
saltó del lecho apoyando sus pies en las sueltas sandalias.

Así, por haber querido proteger tan casto amor, fui yo rechazado.
Desde entonces no ha habido para mí una noche feliz.



Propercio. 
(Versión de Mariano Berdusán Cabellos)







viernes, 15 de noviembre de 2013

LA ÉTICA EMPRESARIAL (Mercedes)


sgs

Hay quien dice que la ética empresarial está desapareciendo, y es que cada vez más nos sorprendemos por nuevos casos de corrupción, de vulneración de los derechos humanos o de daños al medio ambiente. A pesar de todo esto, no debemos engañarnos, pues los empresarios han buscado siempre lo mismo: maximizar beneficios, obtener mayor rentabilidad. Es triste, pero el ser humano es codicioso hasta el extremo. El problema ahora es que es la sociedad quien ha cambiado. Demandamos todo lo que no teníamos en el pasado, hemos trabajado para progresar y queremos ver los resultados de tantos años de sacrificios. 
Allá por el siglo XIX, durante la I Revolución Industrial, no importaban aspectos relacionados con los derechos humanos, ni siquiera éstos existían. Los niños trabajaban durante largas jornadas laborales, los obreros no tenían derecho de huelga, ni de sindicarse, ni posibilidad de negociación colectiva con el empresario; seguía existiendo la esclavitud, la marginación estaba al orden del día, y, por supuesto, el medio ambiente era entonces lo menos importante. Sí estaba presente, como hoy en día, la corrupción y el desarrollo de nuevas tecnologías, pues ambos eran aspectos que favorecían al empresario.
Como ya he dicho, la sociedad avanza y adquiere una mayor calidad de vida, y como consecuencia, empieza a preocuparse de lo que le rodea, intenta hacer que su nivel de vida sea mayor en todos los sentidos. Ya los primeros movimientos obreros pedían cosas para nosotros básicas, como una jornada laboral de ocho horas, un salario mínimo, unas buenas condiciones para el trabajador… Con el pasar del tiempo se conseguiría excluir a los niños del trabajo. Más tarde, con la incorporación de la mujer en el mundo laboral nacería la petición de igualdad, algo por lo que aún hoy se sigue luchando.
Finalmente llegamos a nuestro tiempo, donde se acaba de incorporar una nueva materia a la ética empresarial: el Medio Ambiente. Ahora las tiendas te dan bolsas de papel, los políticos se ponen verdes y todas las empresas (unas más y otras menos) te dicen lo maravillosamente bien que se portan con el medio ambiente.
Para regular cuestiones relacionadas con el tema que nos ocupa, las Naciones Unidas, mediante el Pacto Mundial, establecen diez principios básicos mínimos que las empresas deberían cumplir. Son: apoyar y respetar la protección de los derechos humanos, asegurarse de no ser cómplices en la vulneración de los derechos humanos, apoyar la libertad de afiliación y el derecho a la negociación colectiva, apoyar la eliminación de toda forma de trabajo forzoso o realizado bajo coacción, apoyar la erradicación del trabajo infantil, apoyar la abolición de las prácticas de discriminación, favorecer al medio ambiente, fomentar las iniciativas que promuevan una mayor responsabilidad ambiental, favorecer el desarrollo y la difusión de las tecnologías respetuosas con el medio ambiente, trabajar contra la corrupción en todas sus formas, incluidas extorsión y soborno.
A pesar de todo esto, ésta es sólo una cara de la moneda, por el otro lado nos encontramos con el Tercer Mundo, con todo lo que para nosotros no queremos (y que no repetiré una vez más). Así, vemos cómo en estos paraísos empresariales residen grandes y prestigiosas multinacionales y, lo peor de todo, es que nosotros, los que tenemos el poder, somos conscientes de lo que sucede y no hacemos nada, seguimos consumiendo y seguimos favoreciendo a esta multinacional y seguimos dándole cuerda a la corrompida economía, “porque ése ya no es nuestro problema”.


Mercedes



miércoles, 13 de noviembre de 2013

LAS FORMAS Y CONCEPTOS DE LA VIDA (Ángel Ferrer)


AFS


Las formas y conceptos
de la vida, en la vida
no tienen nombre
en una primera vez

Son afluentes
que recorren
espacio yermo
la primera vez

Desembocan en lo hondo
hasta que se es río
y se ve
y se siente
por primera vez

¿Quién soy yo para poner tantos nombres
si no conozco los nombres?

Sé qué es el cuchillo
¿por qué he sentido su filo?
sé qué es la sangre
¿por qué he visto la mía?
sé qué es el aire
¿por qué me ha faltado?

Sé que no es la vida
porque no he vivido aquí
sé qué no es la vida
porque siempre he estado allí


Ángel Ferrer


martes, 12 de noviembre de 2013

MERODEANDO A... Los jugadores judíos de Nueva York



sgs

El fotógrafo de los más tormentosos juegos de azar nos ha dejado abierta la ventanilla de las apuestas frente a estos jugadores judíos de Nueva York, que más bien necesitan un poco de glamour, que es eso que sucede cuando se descorcha una botella de cava y sale un chorro inmediato de espuma dorada y de burbujas absolutas. Pero quién, pero quién no necesita un poco de glamour o incluso empezar una nueva vida, aunque sea exactamente la misma pero con la cocina, entrando, a la derecha y un motor de ocho cilindros en uve. 
Más emocionante que el juego que no vemos es verlos mantener un equilibrio que parece imposible, de mesita muy escasa que derrota hacia la izquierda y de caja de plástico reventona y sin corsé. Y, sobre todo: en el mismísimo centro de tanta inestabilidad en desequilibrio, los jugadores judíos de Nueva York se mantienen concentrados como si estrenaran un par de orejas, están sosegados como si les doliera la sangre, sumisos de manos como dos obispos tristes que acabasen de llegar desde muy lejos a jugar y a bendecir, en ese orden exacto y devoto, con los paneles en alto, su minuto horizontal y sus hornillos.
El jugador al que vemos de frente frontal, expuesto a la galería y recio como un paquebote, es el que tiene el aspecto de ganador, mientras que el otro es más bien un mindundi al que ni siquiera le interesa ni le gusta el juego, y que se ha dejado caer, caminito de jerez, solamente para que el gordo de Minnesota lo gane –y, a ser posible, deprisita-.
Luego, más tarde, otro día, otro año, recordarán estas partidas, ‘vivir es construir futuros recuerdos’ –dijo el poeta, y tal vez hablen de Lester, que es el espectador menudo que, por entonces, ya habrá entregado el alma, lo que todavía aumentará más el valor de estas partidas en la memoria de los jugadores judíos de Nueva York. 
Están aprovechando el placer auxiliar de ser ellos mismos; relajados como si no llevaran sujetador o se lo hubieran desabrochado para jugar más sueltos de tetas. Casi a la distancia de una partida de mus, parecen unos seres transitorios, casuales como vietnamitas, a la sombra de unos barrotes oscuros como los de los balcones o las jaulas, quizá para no escaparse de sí mismos, o para no volar.



Narciso de Alfonso
El Merodeador, IV


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Hola, ante el incremento de spam en los comentarios, cosa que habréis notado con gran molestia quienes recibís en vuestro correo las entradas del blog, acabo de protegerlo instalando un captcha (la verdad es que no sabía que se llamaba así a este sistema que nos protege de spams activados informáticamente de modo automático, por terceros desaprensivos).

Si os resulta demasiado molesto, decírmelo y, dependiendo de la opinión mayoritaria, los retiraré o no. Hombre, yo creo que siempre es mejor a que haya una censura previa de los comentarios.

Un abrazo a todos.


sgs

lunes, 11 de noviembre de 2013

EL EXTRAÑO CASO DEL COLCHONERO (Antonio Envid)


sgs

¿Se han sentido alguna vez como una caca arrastrada por el arroyo hacia una inevitable alcantarilla? Yo he podido comprobar esa sensación. El día comenzó mal, no funcionaban ni la luz ni el agua caliente y hube ducharme con agua fría y ni siquiera pude calentar café. El autobús vino con el acostumbrado retraso y llegue al trabajo después del jefe. Esos pequeños desastres suelen preceder a las grandes tragedias, son como los sueños premonitorios de la mujer de César. No tenemos todo el día, me dice, apúrese que hacemos inventario. Inventario, por qué inventario hoy; hoy precisamente que juegan el Atlético y el Barsa. Cuando hay inventario se termina a las tantas. Como a mi jefe no le gusta el fútbol -¿qué puede esperarse de un tío así?- qué le importa la hora en que acabemos. Tirano, peor que tirano, porque hasta a Franco le gustaba el fútbol. Pagándome un mísero jornal se hace dueño de una parte importante de mi vida. Yo había quedado con Toño y Juan para ver el partido juntos en casa. Toño y Juan comparten conmigo el apartamento, ya saben, para ahorrar gastos, pero cada uno va a su bola, lo único que nos une es que somos del Atlético, colchoneros los tres, por eso son tan importantes estos encuentros, es lo que nos mantiene unidos, nuestro credo. Anda, explícale al animal de mi jefe, que carece de toda humanidad, lo importante que es esta reunión, que llevamos toda la semana esperándola, que incluso me juego la convivencia con mis compis. En fin, harto de subir y bajar cajas, de hacer recuentos, de haber comido un bocadillo y una cerveza en un descanso de veinte minutos (con cargo a la empresa, ha recalcado el dictador) termina la jornada. Aun puedo ver el segundo tiempo, me digo. Salgo a la calle y la ley de Murphy se cumple inexorable: por mal que esté una situación, siempre es susceptible de empeorar. Llueve, llueve aquí, donde jamás cae una gota, pues hoy a chorrear de buena gana. Ni un taxi, todos viendo el partido, claro. El autobús viene con considerable retraso, debe haber cogido un atajo por Tumbuctú. Cuando logro llegar a casa, cansado como un galeote, calado y sucio como una fregona, y con una cara de gilipuertas que haría reír a un buzón de correos, abro y ¡sorpresa!, allí estoy yo repantingado en el sofá, acompañado de Toño y Juan, rodeados de latas de cerveza y paquetes de ganchitos vacíos, comentando las jugadas, fresco como un capullo, tomando la enésima cerveza, como un señor, ¡vamos!. Me habría cogido por el cuello y me habría estrangulado, me habría pegado dos patadas en el culo, yo aquí como un pachá, mientras mi body pasando el día más arrastrado de mi vida. Me entró la neura y arremetí contra todo lo que encontraba al paso, muebles, televisión, y Toño y Juan, porque salieron por piernas, que si no, allí perecen. Me han diagnosticado un episodio alucinatorio producido por el estrés, pero yo estoy con un parapsicólogo que afirma que es el caso de bilocación más reciente y mejor documentado que ha visto; ya tengo varias propuestas para ir a la tele. 


Antonio Envid


domingo, 10 de noviembre de 2013

NUNCA MÁS SE LE VIO EL PELO (Juan Serrano)



El humo de las chimeneas de las fábricas ensombrece mis ojos. Azulada es un pueblo intransitable, tapón múltiple, todo hierve y se amontona, las calles abarrotadas emborronan lo que busco. La situación del pueblo es un inclinado cuadro cartesiano de innumerables entradas y salidas en cuesta arriba. Callejones y travesías entrecruzadas forman un laberinto que me impiden dar con el niño que dejé aquí hace cincuenta años. 

Azulada parece una ciudad en plena reconstrucción tras el arrasamiento de una guerra. Todos corren al mismo tiempo, a la misma hora, con el mismo empeño, tras la misma presa, parecen evacuados trashumantes huyendo de cualquier plaga medieval. Miro las baldosas en forma de pastillas de chocolate. Estas losetas que piso son las mismas que de pequeño aporreaba con una caña camino de la escuela. 

Las casas del pueblo todas están en constante remodelación. Levanto la vista y quiero retener la antigua casa que una excavadora destruye con avidez.. Quedan ya pocas casas de antigua hechura. Casi todas son de nueva construcción. Allá donde sólo habían postigos por donde salían carros cargados de avíos y desesperanzas, mulas perezosas y mal alimentadas al campo de sus faenas, hoy son comercios y cocheras: un bazar, una tienda de informática, una agencia inmobiliaria, un pequeño chiringuito todo a cien, un aparcamiento de dos plantas, hasta un salón de fisioterapia. Nada ya de las fachadas de cal blanca y azul con sus zócalos grises. 

Miro al cielo y me pregunto, si tal vez, este cielo, surcado por aires tan rápidos y frescos, es el mismo que de pequeño viera.

A mí madre también le hace daño echar la vista atrás, le duele recordar el camino andado, sufre volver sobre los recuerdos perdidos. Cuando alguien ha amado mucho a quien ha muerto, olvida para no seguir sufriendo su ausencia. Para madre el futuro es su muerte como para mi el pasado. Se esfumaron nuestros besos, las delicias del roce, las canciones y las risas. Atrás quedó su juventud de canciones entre vendimias y recogidas de aceitunas. Ya nunca volverán los olores a levadura de la artesa, cubierta con aquella manta de colores sobre la masa masajeada. Madre no quiere regresar al cuarto hondo, a la habitación trasera, a la covacha, no quiere remover sus heridas: las enfermedades de sus hijos, la falta de víveres para terminar la semana, la vergüenza de soportar que su hija tenga que servir en casa de señoritos altivos. 

En la caja vacía de puros donde padre guarda las perras no hay suficiente para pagar al señor, el prestamista que nos adelantó el dinero para comprar la casa. Madre no aguanta que mi hermano cuente ahora historias de antes: 

¡Para ya de decir tontunas, te inventas la mitad de las cosas, no sabes sino decir mentiras!

Más me creo lo que dice mi hermano, que lo que madre quiere olvidar. Mi hermano habla ahora de dos árboles que teníamos en el corral bajo cuya sombra jugábamos a la lima. Con adiestrado golpe lanzado desde el aire, hincábamos la navaja en el cuadrado del otro, y según como quedara el sentido de la hoja clavada en tierra, así marcábamos en esa dirección una recta, que arrebataba al contrario una buena porción de su territorio. 

Y mientras mi hermano cuenta y cuenta anécdotas de cuando éramos pequeños, yo no me acuerdo de nada. Nada guardo de mi infancia, nada de lo que de niño pudiera pertenecerme: ni un juguete, una pelota, un patín... Lo que más me duele ya no es no guardar nada de entonces, sino no conservar el sentimiento de felicidad que me pudieron reportar aquellos entretenimientos. Es triste nacer mayor, como un pájaro que sale del huevo con las uñas largas, como el vino sin calor, agua seca, azúcar salada, árbol sin tierra. No recuerdo las caricias de mi madre en noche de altas fiebres. Y tengo que inventarme sus canciones a mis sueños de miedo. Recrear el olor de su seno a leche, la ternura de sus dedos acariciando los pelos de mi cabeza, su mano caliente sobre mi mano helada.

Escucho a mi hermano por ver si sus palabras pudieran devolverme mi niño olvidado. Es duro perder a un padre cuando uno es pequeño, pero más duro es perder el pequeño que todos llevamos dentro. Busco a ese niño por toda Azulada, y no lo encuentro. Esta tierra me aprieta. Mi hermano de pequeño me desposeyó ganándome al juego de la lima, comiéndome el terreno. Tal vez no fuese mi hermano, que fuera el hijo de Doña Pilar Redondo, aquel que me abrió la cabeza de una pedrada cuando jugábamos detrás del viejo teatro del Concha Segura. Por esa brecha salió espantada mi tierna infancia, como niño despavorido que toca el timbre de una casa y sale corriendo y nunca más se le vio el pelo.


Juan Serrano
de su blog: Blao
30 octubre, 2013


sábado, 9 de noviembre de 2013

viernes, 8 de noviembre de 2013

SOMOS ESCLAVOS (Mercedes)


MARK GERTLER: Merry-Go-Round (1916)
(sgs)

Las personas nacemos como si fuésemos un papel en blanco, o mejor, una pasta moldeable, como la plastilina, pero una plastilina de los chinos, que cuanto más la retuerces más se va desgastando y endureciendo, hasta que llega un momento en el que ya no hay marcha atrás, la plastilina ya no cambia de forma, puedes intentar limar las esquinitas que tiene pero la única solución es dar por perdida la figurita de plastilina y dejarla en el estante hasta que se rompa y la puedas tirar a la papelera sin remordimientos.
Conclusión: ¿A quién no le ha influenciado la educación y los padres que ha tenido que aguantar? Nos creemos muy libres e independientes, pero sólo somos fruto de las circunstancias con las que hemos convivido en nuestra infancia. La cuestión es: ¿podremos en algún momento liberarnos y descubrir nuestra verdadera personalidad? En mi opinión no. 
¡Qué poca confianza en el género humano!


Mercedes



jueves, 7 de noviembre de 2013



En el fondo del sistema finito existe un planeta reinante
habitado por prisioneros errantes que cabalgan funestos augurios
por mares y tierras cóncavos como ojos de agujas
y cubiertos de fuegos como carnes vivas.

Arrastra encadenado a su órbita un satélite craneal
resistiendo los huracanes de acero
mientras mantiene viva toda su masa informe y fértil
e invoca al afilado cometa redentor de la muerte.

Un rosario de falsas plañideras lo circunda como anillo celeste
girando sin descanso
protegiéndolo en oración de sesiones infinitas
anhelando que caigan los disfraces y luzcan como amazonas vírgenes y fértiles.

Cuando llegue el invocado arcángel redentor del frío,
rasgará la piel de pétrea apariencia
que comenzará a latir
evacuando toda la libertad retenida.

Las argollas caerán,
los inertes y escondidos caminarán hacia el sol
se olvidarán violencia y vacío
todo el sistema recuperará su natural armonía.



Vladimira de Zembla


miércoles, 6 de noviembre de 2013

"EN PROCESO": EXPOSICIÓN DE FABIOLA ARES MASCARAY EN EL CENTRO PENITENCIARIO DE ZUERA


Fabiola, ayer, en la presentación de si exposición
(Fotografía: J.L.H.B.)


Ayer se inauguró en el Centro Penitenciario de Zuera "En proceso", la exposición de Fabiola, amiga y colaboradora del blog, tanto con sus aportaciones plásticas como con sus narraciones y poemas en prosa. Tuvimos ocasión de ver sus pinturas, demostrándose una vez más que hay que ver un cuadro de verdad para admirarlo y disfrutarlo en toda su dimensión. Tras la presentación y palabras de bienvenida de rigor, se suscitó un interesante coloquio entre la pintora y un grupo de internos, que nos descubrió nuevas perspectivas y secretos en sus óleos impresionistas, sus magníficas acuarelas y sus imaginativos contrastes de estilos a la búsqueda del mejor de sus lenguajes. Esperamos con fervor una nueva muestra abierta esta vez a todo el público.  No por nada, sino porque el público -a veces- se lo merece. 

Chapeau y enhorabuena, Fabiola.



Fabiola Ares Mascaray (Zaragoza, 1988) es licenciada en Derecho y ADE por la Universidad de Zaragoza (2006 - 2012) y ya desde la niñez viene mostrando unas dotes artísticas excepcionales, tanto como poeta, narradora, pintora o cantautora.
Su obra, en los más variados soportes, denota ―de un lado― una imaginación lírica desbordante e irónica y mordaz en ocasiones; y ―de otro― una mirada atenta a cuanto le rodea: desde lo más nimio a lo más inmenso. Es la mirada inquieta del talento artístico, que todo lo disecciona y todo lo analiza y fagocita. Inquietud que le ha llevado no sólo a recorrer y observar el mundo y la sociedad, viajando y residiendo, literalmente, de extremo a extremo del orbe; sino también a profundizar en los pilares que sustentan esa sociedad, de ahí también su opción universitaria.

En el contexto de dicha formación académica, su visita al Centro Penitenciario de Zuera, hace ahora algo más de un año, sirvió para tomar contacto por vez primera con este otro mundo, y asimilarla como una nueva experiencia en su ya importante acervo personal y artístico, enriqueciendo su pluma, voz y paleta, siempre inmersas en un mágico, personal y misterioso proceso de búsqueda, propio de todo verdadero artista. 

Y de este trayecto da puntual razón "EN PROCESO", donde nos vamos a encontrar, desde un paisaje urbano toscano propio, real e ideal a un tiempo y que resume en parte la experiencia italiana de nuestra pintora, hasta la escena callejera de una pareja enamorada al pie de una escalera, pasando por la reproducción/recreación, nunca inocente, de pinturas ya consagradas o por esa mujer azul de "Aisberg", hermosa como si ya no hubiese mares en el planeta, única obra de un pintor contemporáneo del centenar escogido por el Narciso de Alfonso para su divagación literario-pictórica: "Merodeando el desnudo femenino" (2013).

(Del tríptico de la exposición)




lunes, 4 de noviembre de 2013

EL TURISTA QUE SE RETRASÓ (Antonio Envid)



El viajero no había conocido el tiempo más glorioso de aquel hotel en la Via Reggia, cuando los De Sica, Sinatra, Cary Grant o la Loren lo frecuentaban, pero sí llegó a vivir su epílogo, aquellos años en los que, quizá, sus huéspedes ya no eran rutilantes astros del firmamento de la fama, pero sí un público adinerado y selecto, mientras todavía flotaba en su ambiente el aroma y el encanto de aquellos seres amados por los dioses; cuando él recompensaba con una generosa propina el gesto y las palabras cómplices del camarero: “los señores van a ocupar la misma habitación en la que pasaron una noche la Callas y Onasis”. Sin embargo, al contemplar los sillones del vestíbulo con el cuero, no solo desgastado, sino incluso cuarteado, las hermosas mesas de caoba rayadas y con desperfectos, las escayolas arruinadas, las otrora espléndidas arañas, hoy mancas de algún brazo, iluminadas con escasas bujías, las pinturas desconchadas y los maceteros huérfanos de las plantas y flores de antaño, estuvo a punto de volver al taxi que lo aguardaba con el equipaje y ordenar que lo llevara a más acogedor alojamiento.
En la recepción un empleado de aspecto aburrido y de avanzada edad –tal vez simplemente envejecido- a su demanda contestó displicente: “cuando termine de registrarle le ayudaré con las maletas”. Echó en falta la fila de mozos que antiguamente, en perfecta formación, aguardaban atentos la orden del recepcionista. No tuvo más remedio que cargar con una de las maletas mientras el empleado llevaba el resto. “¿Es ésta la habitación que deseaba? Es una de las mejores y tiene vistas a la bahía”. La habitación era la misma, pero totalmente arruinada, el papel de la pared se descolgaba a trozos y el mobiliario parecía haber sido pasto de alguna calamidad. Maldijo la crueldad del tiempo; como es incapaz de preservar aquellos lugares sagrados para nosotros, sitios donde hemos sido felices, degradándolos, sin que podamos hacer nada por salvarlos, devastándolos, sin que nadie se duela de su desvalimiento. La nostalgia, esa enfermedad del alma causada por la impotencia, lo invadió. Llamó a la recepción solicitando una botella de güisqui para poder pasar la noche. No hay dolor tan grande como el que se siente en la desgracia al recordar tiempos felices.


Antonio Envid


domingo, 3 de noviembre de 2013

LA INSPIRACIÓN SE EXPANDE (Ángel Ferrer)


sgs

La inspiración se expande
devolviendo espejos cóncavos

convexos
cada rasgo
una risa

un llanto
y en la sala yo
y somos muchos



Ángel Ferrer


sábado, 2 de noviembre de 2013

EL DON DE LA UBICUIDAD (Juan Serrano)



Las hojas de los árboles habían dejado de moverse. El cielo, completamente azul. La ciudad parecía un estanque de hielo en verano. La calle estaba desierta. Las aceras, todavía mojadas. Los barrenderos, hacía poco, que habían terminado su trabajo. Con ser la hora de entrar los niños al colegio, no vi a ninguna madre arrastrando a su hijo camino de la escuela. Tan quieto estaba el aire, que todo parecía una fotografía.
Me quedé sobrecogido nada más ver tus pies calzados con mis propias sandalias. Precisamente en aquella época pasaba por un momento de simplicidad tal, que todo, o casi todo lo que precisaba para vivir, lo hacía con mis propias manos. Como te digo, las sandalias que yo calzaba en aquellas fechas, eran irrepetibles. Yo mismo compré el cuero en la tienda de aquel peletero. Con las herramientas de marroquinería que me prestó mi amigo Alfonso, yo mismo emblandecí, corté y cosí las tiras de las sandalias, que productivamente años me duraron. Las sandalias que por aquel entonces yo llevaba, nadie, ¡nadie!, a no ser que fuesen las mías, podía calzarlas. Al verte aquella mañana con mis sandalias puestas, me llené de asombro y una corriente de consonancia me religó a ti de manera unívoca. Un doble y contradictorio sentimiento ambiguo estranguló por un momento mi respiración: descanso por dar al fin con la persona de mis cuernos, y tristeza, al traerme tu presencia el recuerdo de mi desgracia.
No me dio tiempo a entendérmelas contigo, ni a que me sacaras de dudas. Cuando quise hacerlo, ya habías desaparecido. Me ocurrió lo que al niño que juega en la ribera de un río. Un poco más arriba del curso del arroyo, este mismo niño ha tirado al agua un trozo de corcho, la pequeña corteza de árbol, en la que su abuelo le ha ahuecado, tallado, el diminuto barco de sus sueños. El niño corre veloz por ver, si un poco más abajo, adelantándose al rápido fluir del barquito, pudiera ahora recibir con vítores su llegada. Todo ha sido inútil, cuando el niño, agotado tras una larga carrera, se asoma a la orilla, ve como su ilusión navega, lejos ya, entre las curvas del boscaje del arroyo. 
Que nos crucemos en la calle a personas llevando nuestra misma camisa, no es de extrañar. Hasta la sudación, una cosa tan original por su especificidad como es el olor personal, ya es ahogado por el invento de los desodorantes. Nos cruzamos con personas que visten, se peinan, se pintan y se calzan igual que nosotros, llevan nuestro propio gusto, el mismo perfume, el mismo paraguas. Yo aquella mañana me di de bruces con quien conmigo compartía mi amor por la misma mujer.
Al verte aquella mañana con mis sandalias, una corriente de consonancia me religó a ti de manera unívoca. Quise demostrarme en aquel momento el don de la ubicuidad. Pero no me dio tiempo a preguntarte:
Por favor me podría usted dejar ver un momento. No le parece demasiada coincidencia que tengamos el mismo gusto por el calzado. 
Al llegar a casa, lo primero fue preguntar a mi mujer por mis sandalias de cuero.
No te acuerdas que las tiré a la basura, estaban para el arrastre. ¡Mira que te cuesta trabajo desprenderte de las cosas! Tan obsesionadamente te apegas a ella, que luego no hay quien te haga quitártelas de encima. 
Mi mujer continuó luego hablándome de algo que casi no me acuerdo, de fetichismo, de que si yo subjetizaba de tal manera mis prendas de vestir que las personalizaba hasta el punto de confundirme con ellas. Yo, en ese momento, de tan confundido, no tenía ganas ganas de dicutir. A mi mujer, por supuesto, nada le dije de mi encuentro contigo, y mucho menos de que te había visto con mis propias sandalias. Tal fue su divagada defensa de ocultar lo que para mí era vital, que desistí de ampliarle los detalles de nuestro simbólico encuentro. 
A partir de ahí, lo que empezó a preocuparme, no fue la mirada esquiva de mi mujer ante ciertas alusiones mías relacionadas con nuestra más honda intimidad conyugal, sino mis olvidos consentidos. Pero de lo que sí estaba completamente convencido es, de que las sandalias que tú llevabas aquel día eran las mías, las que yo curtí con mis propias manos. Como aquellas, imposible que hubiesen otras. A no ser que tu y yo fuésemos la misma persona.
Después de verte andando con ellas, de verte como casi con mis propios pies te distanciabas delante de mí, sin hacerme ni puñetero caso, acudió a mi cabeza, (¡tan desmemoriada para otras cosas!), las palabras textuales que se me habían quedado, tras leer aquella novela de Novairge: 
Si ves un hombre caminando con tus propios zapatos, piensa que tal vez los haya cogido equivocadamente de debajo de la cama donde duerme tu mujer.

Juan Serrano
de su blog: Blao
15 octubre, 2013




viernes, 1 de noviembre de 2013

MERODEANDO A.... Muchacha aposentada en lo duro y gris (Narciso de Alfonso)


sgs

El fotógrafo cruel del rosa al amarillo, nos ha dejado abierta una ventana en la que, siendo un poco exigentes, no se ve –cabalmente- nada, pero quizá nos convenga quedarnos cerca de la muchacha que está en un descanso de canguro, con las piernas de saltar recogidas mientras ella mira, posiblemente, al mar o a las últimas amapolas o al horizonte detenido o a ese otro horizonte portátil que llevamos dentro, que desplegamos si hace falta y que viene a ser una línea confusa, seca y sin campanas, en la que se acaba el pensamiento y empieza la corriente incolora de la conciencia o la imagen mental que tenemos de la vida en bruto, en grueso, en gordo, en tonto o –incluso- ese límite largo en el que empezaríamos a pensar, de verdad, si alguna vez lo alcanzáramos, pero, como el mismo horizonte, es inalcanzable. 

La muchacha, que puede ser muy hermosa, o menos hermosa, lleva una camisa del color del coral, y tal vez se ha venido a ver a papá mar directamente desde el amor o desde la escuela, porque arrastra recelos largos y pegajosos y verdes como las algas tupidas, o porque se siente llena de círculos viciosos, o porque tiene muchas neuronas heridas o enfermas. 

Como una vampiresa eficaz, ha chupado todos los colores de la foto para cumplir el eslogan que dice que la vida es en color, pero la realidad es en blanco y negro –como unas cuantas hormigas en la nieve-. La muchacha está natural, bonita, recién ordeñada, con un rulo de menos –quizá para hacernos hablar-, tragándose todos los colores del mundo como cuando cae la tarde y deja descolorido el paisaje, los rebaños y el pueblo. 

Tal vez así, abandonada, está haciendo vida y recuerdos, montada en la bicicleta de sí misma y dando pedales al corazón, que es muy memorioso para las cosas pequeñas y para los divinos detalles, como un costurero con hilos de muchos colores y muchos botones sólo para desabrochar, que son más bonitos y eróticos. 



Narciso de Alfonso
El Merodeador, IV


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