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sábado, 15 de agosto de 2020

UNA ESCENA UNIVERSAL EN EL IMAGINARIO OCCIDENTAL (Servando Gotor)

 Foto: Heraldo de Aragón

La escena es una de tantas que se producen en todas las épocas, y especialmente en esta que nos toca vivir. Una imagen humana y universal. Sin embargo, el fotógrafo, en el encuadre y la perspectiva, que eso sí que lo añade él, tiene en mente (consciente o inconscientemente) toda la imaginería occidental sobre la piedad y el dolor. Las concretas representaciones de la Piedad en todas sus variaciones por supuesto que también están ahí, pero quizá fue El Greco quien, en un ejercicio de soberbia intertextualidad (que mucho bruto confunde con plagio) supo concentrarlas en esa su gran obra de arte de la estructura, composición, perspectiva y encuadre, que es El entierro del Conde de Orgaz.
Por lo demás, esta sublime imagen silenciosa, vale más que todos los aplausos del mundo como agradecimiento a estos sanitarios y voluntarios, que tanto han hecho y siguen haciendo por todos en estos terribles tiempos. 
Vaya aquí, especialmente, mi más sincero reconocimiento a todos ellos, personificado, en mi caso, en el voluntario de la derecha, Andrés, de cuya amistad me honro y beneficio hace ya bastantes años.


sábado, 7 de julio de 2018

INMENSIONISMO (una obra de Narciso de Alfonso). No responda ahora, hágalo después de la eternidad


Inmensionismo
(Narciso de Alfonso)

Mi querido amigo Pepe Arnau me envía este cuadro/retrato, y me dice que sale de la paleta de Narciso... ¿Narciso... pintor?  Sí, Narciso, artista. Con mayúsculas, como siempre. "Es un genio en lo que se pone", me dice Pepe. 

Se me van los ojos detrás de esa mirada, detrás de esos colores, detrás de esa boca, de ese pelo ceniciento, de esos rasgos exagerados... Y he tenido que leer con atención lo que me dice Pepe, para reparar en que el retrato no es de ahora: debe de tener ya unos cuantos años. Callado se lo tenía.

Me encanta. El sujeto centra la mirada... en algo. Pero termina de con-centrarse. Aparece envuelto en colores difusos,  con luz, casi resplandor. Resplandores. Difuminados, sí, borrosos. Pero colores. Mucho color. Tampoco demasiado... A veces el color siempre parece poco. La expresión, de angustia... creo. Lo que ve no parece gustarle, y sus labios susurran algo acorde con la sorpresa y la angustia. Más que susurrar, parece gritar hacia dentro. Inspirando, no expirando.

¿Qué coño mira? O mejor, ¿qué coño ve? Porque mirar miras a algo concreto. Otra cosa es lo que realmente ves... más real que nada: lo real principal... Lo real esencial... para uno. Para cada cual.  

¿Cómo se titula, si es que tiene título? ¿Quién es, si es que es alguien concreto? ¿Y qué coño ve...?  Acaso... una aparición? Un demonio...? Una mujer hermosa...?

No, no... Que nadie me responda ahora a esta última pregunta. Háganlo después de la eternidad... Que siendo el retrato brutal (en todos los sentidos y acepciones) lo mejor del cuadro no está en el cuadro. Lo mejor es precisamente eso: no saber ni qué mira ni qué ve...!).

Lo siento... Sin  permiso, ni al autor ni al mensajero... Lo voy a colgar en esta abandonada barricada.

Y lo voy a titular así: Inmensionismo. A fin de cuentas, Narciso es un inmensionista.

Servando Gotor

jueves, 20 de febrero de 2014

SORDA SOLEDAD (Juan Serrano)


Sorda soledad






Me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio - sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad - mis amigos continuaron- y yo me quedé atrás - temblando de ansiedad - sentí un grito interminable que atravesaba la naturaleza. (Diario de E. Munch. Enero 1892)
Su carácter, un tanto agrio y estúpido. Herencia tal vez de su abuelo paterno que enviudó pronto. Es el cumpleaños de Mariana. Sus compañeros de trabajo han venido a felicitarla, y de paso se quedan a cenar en casa. Eusebio aguanta la velada, más por las artes amatorias de Mariana, que por su actitud hospitalaria. Como consorte, el hombre mantiene el tipo lo mejor que puede. Si del abuelo paterno, Eusebio heredó su mal genio, del materno heredó la sordera. De ahí su hosquedad y retraimiento. Le cansa la algarabía. De tanto tensar las antenas de su escasa audición, resentido anda, más que el resto de los invitados a la mesa de palabras borrachas, palabras con vino y carne a la brasa, palabras borrosas que con el ruido se le enredan en el silencio de sus entendederas, se le atascan las palabras como bolo ceruminoso en el galillo de su paladar acústico. Y es que para Eusebio, el silencio y el ruido son sinónimos.

Es muy duro para el pájaro tener alas, volar como el pensamiento, y sentir que el aire desaparece de sus orejas resecas. Es muy duro para el pez descuartizarse a coletazos contra las rocas alquitranadas en una playa ensordecedora de olas que chillan al compás estridente de gaviotas con disentería en el pico. Es muy duro para un sordo estar en medio de una reunión babélica, velada de voces opacas, y no entender ni papa, ser un muerto, anfitrión o convidado, poste sin hilos, un muermo, un tronco entumecido. Y encima tener que comportarse como cortés y atento diapasón de piedra.

Si al menos, Eusebio fuese una maceta, un florero, algo adornaría, y hasta ocuparía un lugar privilegiado en este festín de acúfenos meniéricos. Pero estar sordo en medio de este bullicioso brindis, es ser un orinal debajo de la cama, menos que un fantasma. El fantasma al menos espanta. El sordo no sólo está callado, sino que intimida y calla a todos los que le rodean. Su mudez amordaza las bocas ajenas. Eusebio se siente incómodo. Al menos, no en igualdad de condiciones.

Los compañeros, esta noche, parecen haber comido lenguas de cotorra. Es difícil para los amigos de Mariana compartir palabra alguna con Eusebio. El sordo no oye, pero los amigos, oyendo, tienen que tragarse las palabras insípidas de un sordo, siempre ausente, fuera de contexto. Una ventaja tiene Eusebio sobre el resto: es más cauto, sensible y perceptivo al mundo de la imagen. Y se entretiene, ajeno a la tertulia, poniendo a cada uno de los comensales la cara de un pez que más parecido tenga con su ademán o ridículo comportamiento: besugo, bacalao, ostra, boquerón..., y así hasta llegar a diez clases distintas de pescado, el total de los amigos de Mariana que completan la cena. Aunque Eusebio pasa ya de esa manida idea compensatoria y humillante de que los discapacitados son más hábiles en otras áreas y tareas. Por más que queramos enaltecer a la sordera, sólo existe lo que se oye, lo que se percibe. El aire es vida, y susurra; el fuego alienta y crepita; el agua mana y canta. Las pisadas de las sombras son rastros vacío en la penumbra, sordos ecos que asustan e intimidan. Más miedo sentimos de lo que no vemos ni oímos, que de aquello que con su realidad tangente nos asusta y hiere. Por eso, Eusebio es desconfiado, temeroso y receloso. Y las inteligibles voces de la sobremesa son pánico para sus fatigados tímpanos. Incomprensibilidad inaudita. El griterío de los compañeros de Mariana le causa pasmo y terror.

Al niño, la noche callada le da miedo. El fantasma más odiado para el niño es el silencio que le quema con agua hirviendo los ojos. En cambio, el silencio es la única persona que acompaña y entiende a Eusebio. El canto de la madre, su voz, ahuyenta el silencio acosador y estrepitoso, su música desvanece sombras, conjura dragones y demonios. A Eusebio las voces de los amigos de Mariana son duendes que a mordiscos le rebanan el cerebro. Para un niño sordo, no hay nanas que valgan. Para un niño sordo, no hay sones ni flautas. La voz es una caricia que canta el alma. El silencio es un desprecio, una insolencia, una pistola disparada. El silencio es la muerte para el niño. Por el contrario, el silencio es el verbo interlocutor de Eusebio, ventrílocuas estrellas para sus ojos cargados de sueños. 

Son ya más de las dos de la madrugada. El manto oscuro de la noche parlante y dicharachera es una daga en su atragantada garganta. La paciencia tiene un límite. La velada se alarga. Los chistes, las canciones, las risas elevan el tono. Eusebio está cansado. La planta de su cuerpo mustio, ya ni siquiera es visible para Mariana. Cerrados tiene los oídos. Y Eusebio como autodefensa se hace, además, el ciego. Entornado tiene sus párpados.

Y ahora, sí oye como los amigos le dicen a Mariana:

Pobrecito, tu marido de tanto aburrirse, se quedó dormido.


de su blog: Blao
5 de febrero, 2014


sábado, 9 de noviembre de 2013

miércoles, 6 de noviembre de 2013

"EN PROCESO": EXPOSICIÓN DE FABIOLA ARES MASCARAY EN EL CENTRO PENITENCIARIO DE ZUERA


Fabiola, ayer, en la presentación de si exposición
(Fotografía: J.L.H.B.)


Ayer se inauguró en el Centro Penitenciario de Zuera "En proceso", la exposición de Fabiola, amiga y colaboradora del blog, tanto con sus aportaciones plásticas como con sus narraciones y poemas en prosa. Tuvimos ocasión de ver sus pinturas, demostrándose una vez más que hay que ver un cuadro de verdad para admirarlo y disfrutarlo en toda su dimensión. Tras la presentación y palabras de bienvenida de rigor, se suscitó un interesante coloquio entre la pintora y un grupo de internos, que nos descubrió nuevas perspectivas y secretos en sus óleos impresionistas, sus magníficas acuarelas y sus imaginativos contrastes de estilos a la búsqueda del mejor de sus lenguajes. Esperamos con fervor una nueva muestra abierta esta vez a todo el público.  No por nada, sino porque el público -a veces- se lo merece. 

Chapeau y enhorabuena, Fabiola.



Fabiola Ares Mascaray (Zaragoza, 1988) es licenciada en Derecho y ADE por la Universidad de Zaragoza (2006 - 2012) y ya desde la niñez viene mostrando unas dotes artísticas excepcionales, tanto como poeta, narradora, pintora o cantautora.
Su obra, en los más variados soportes, denota ―de un lado― una imaginación lírica desbordante e irónica y mordaz en ocasiones; y ―de otro― una mirada atenta a cuanto le rodea: desde lo más nimio a lo más inmenso. Es la mirada inquieta del talento artístico, que todo lo disecciona y todo lo analiza y fagocita. Inquietud que le ha llevado no sólo a recorrer y observar el mundo y la sociedad, viajando y residiendo, literalmente, de extremo a extremo del orbe; sino también a profundizar en los pilares que sustentan esa sociedad, de ahí también su opción universitaria.

En el contexto de dicha formación académica, su visita al Centro Penitenciario de Zuera, hace ahora algo más de un año, sirvió para tomar contacto por vez primera con este otro mundo, y asimilarla como una nueva experiencia en su ya importante acervo personal y artístico, enriqueciendo su pluma, voz y paleta, siempre inmersas en un mágico, personal y misterioso proceso de búsqueda, propio de todo verdadero artista. 

Y de este trayecto da puntual razón "EN PROCESO", donde nos vamos a encontrar, desde un paisaje urbano toscano propio, real e ideal a un tiempo y que resume en parte la experiencia italiana de nuestra pintora, hasta la escena callejera de una pareja enamorada al pie de una escalera, pasando por la reproducción/recreación, nunca inocente, de pinturas ya consagradas o por esa mujer azul de "Aisberg", hermosa como si ya no hubiese mares en el planeta, única obra de un pintor contemporáneo del centenar escogido por el Narciso de Alfonso para su divagación literario-pictórica: "Merodeando el desnudo femenino" (2013).

(Del tríptico de la exposición)




viernes, 9 de agosto de 2013

BUSTO AL ÓLEO (Juan Serrano)




"Lo amó en sus tres estados:
Lo amó muerto.
Lo amó vivo.
Lo amó resucitado.
Magdalena, la santa amante de Jesús"
(Anónimo s.XVII)

Ya en otra ocasión, que ahora muy bien no recuerdo, había tenido yo esa misma sensación; me parece que fue el día en que mi madre me ayudó a salir de su vientre.
Aquella tarde no tenía nada que hacer. Se me ocurrió visitar el Museo de la ciudad. Me detuve en una de las salas donde a la sazón un pintor de fama exponía sus mejores obras. Recuerdo que la colección se llamaba El busto al óleo. Su autor: un manierista, de colores oscuros y fríos. La mayoría de sus cuadros eran rostros de muchachas salidos de su imaginación artificiosa; más parecían retratos de señoritas bobaliconas en posición un tanto ridícula y teatrera. Ante ellas la admiración retórica del artista se arrastraba como cocodrilo que pierde un huevo entre las escamas de su entrepierna. Y este incidente de mi agenda no programada en un día robado al determinismo, fue el inicio de una relación amorosa que me llevó a las ingles apinceladas de Carolo, un pintor napolitano de la primera mitad del siglo XVII.
Ahora, igual que que cuando mi madre me dio a luz, pero de manera distinta, un hombre, desde la distancia de su virilidad ansiosa, me manipula como una muñeca, un tótem, su objeto. Y siento en mi carne las agujas clavadas que obligan a comportarme conforme a las predicciones vuduístas de alguien o de algo ajeno a mi libre decisión. 
Lo que viví durante los casi cuatro siglos que estuve con este pintor cuyo nombre ya he borrado de mi árbol genealógico, no fue fruto del espontáneo devenir de los acontecimientos. Nunca pretendí escabullirme de la horma con la que el destino tan fervorosamente me calza y me mima como asidua expendedora y clienta del placer y el infortunio. Mi ilusión como núbil adolescente ha sido siempre amar y ser amada de manera libre por un hombre que me quiera de igual modo. Nunca a contracorriente. Y mucho menos casarme de por vida con quien dentro de treinta y tres años será tan solo una descarnada calavera en el Gólgota de mis amores rotos . Siempre blanco vivo quise ser de las flechas caprichosas de un amor siempre por resucitar. A lo largo de mi secular coyunda tiempo tuve para darme cuenta que en cualquier contrato carnal yo nunca fui parte, más bien desgraciada contrapartida siempre sin compensación alguna.
El determinante de nuestra ruptura fue casual. Pasó lo mismo cuando nos conocimos por vez primera en el Museo de Capodimonte. Las cosas importantes suelen suceder de manera inesperada, por sorpresa. Ocurrió un día de san Valentín. Un catorce de febrero, tal día como hoy. Salimos a celebrar nuestro día de enamorados a una trattoria de la bahía de Nápoles, frente al Vesubio. La cena y el chianti superiore se prestaban a confidencias íntimas. Yo colgada de sus saurios ojos en celo le pregunté al pintor:
Querido, ¿y qué es lo que viste en mi para, nada más aparecer aquella tarde por tu exposición -El Busto al Óleo-, me pidieras que nos casáramos? 
Y fue sincero Infantino al decirme:
Vi en ti, Magdalena, la mujer de mi cuadro perfecto. Su mismo mirar lánguido en tus ojos de encanto. El cabello desordenado de la muchacha pintada era tu pelirroja melena protectora de mis salidas y llantos. Te vi saltar de la tela de mis pinceles al corazón de mi encuentro. Fuiste el grial que tanto tiempo llevaba pintando sin éxito.
Y como ninguna mujer quiere ser ninguneada frente a la mujer que anima inerte los colores impasibles de un cuadro, tu estúpida sinceridad me llevó a romper para siempre contigo en aquel momento.



Juan Serrano
de su blog Blao
14 febrero, 2012


domingo, 21 de julio de 2013

MASA Y CORBATA. Bárcenas en la pintura social de Nood (Truhán)



SIN TÍTULO (4)
Nood

Me gustaría que esto fuera el comienzo de una serie de comentarios sobre la obra de Nood, artista no por famoso profundamente desconocido. De hecho, estas pinturas son sólo una muestra más de los insondables misterios que su proteica personalidad encierra.

Y cuando digo que me gustaría, no me refiero a que la idea pueda truncarse por su sequía creadora sino, al contrario, porque mi imaginación no alcance la conveniente altura. Pero es que esta primera pintura, ya a simple vista, ha movido todas mis enfermas neuronas y me ha arrastrado al teclado para escupir inmediatamente lo que a simple vista me provoca.

Y -como diría Borges- tengo para mí, que esta obra habla de Bárcenas.  

Lo juro. 

Sí, es verdad que en estos tiempos todos andamos obsesionados con él, pero Nood no vive en España, no vive el día a día de aquí, en el que nos levantamos, desyunamos, trabajamos y nos acostamos (y para esto ya hace falta masoquismo) con Bárcenas.

La pregunta es cómo ha podido calar, allá por las tierras de Nood, el asunto Bárcenas hasta tal punto.  Pero enseguida nos llega la respuesta: igual que Shakespeare o la Biblia impregnan la mentalidad occidental sin haber leído uno ni otra, de la misma forma, la trama Bárcenas, llega hoy a cualquier occidental con raíces en España, siga o no nuestros telediarios.  Es así, lo impregna todo: la oficina, el gimnasio, la biblioteca, el aula... todo.

Y ahora no me digan que estoy loco o cuando menos obsesionado por el tema Bárcenas, por llegar a verlo también en esta pintura.

Para empezar, decir que no estamos ante una obra abstracta como a primera vista podría parecer.  No: el cuadro nos muestra figuras perfectamente representadas, si bien, desde un lenguaje naif.  En este sentido, sí, el artista quiere jugar con nosotros, lo admito.  Pero no engaña.

¿Y dónde está Bárcenas?  En la corbata, por supuesto.  

Porque la figura roja es una corbata (¿o también eso se me va a discutir?).  Bárcenas, es verdad, sufre de la ordinariez del nuevo rico, y digo nuevo rico porque aunque ya lo fuera hace años, no lo era tanto como hasta hace poco. Su levita color camello con cuello oscuro lo dice todo de él.  Y aunque hasta en la foto de la ficha policial sale con expresión soberbia (si le cogieran de cuerpo entero afloraría una nueva peineta), no es tan chulo como aparenta.  Esconde una falta de seguridad tal, que podrá prescindir del taxi a la puerta de su casa, de la gabardina y hasta de la levita color camello.  Pero de la corbata  ¡nunca!

La corbata va a acabar por erigirse, de verdad, en símbolo de aquellos inseguros incapaces de presentarse ante la sociedad como son.  De hecho Bárcenas, en su última declaración ante el juez Ruz, que venía de prisión (Bárcenas, no Ruz), pues, claro,  el hombre iba sin corbata.  Y ¿qué hizo? Pedir permiso al magistrado para calzarse una.  Yo no declaro sin ella.  Así de claro.

Lo que ya escapa a cualquier interpretación de nuestra pintura es el color de la corbata: ¡¡ROJA, OIGA!!...

¿Qué nos habrá querido decir el artista, al elegir de su egregia paleta, semejante color?  No hagan cábalas, ni siquiera busquen el gualda por el forro, no. Es roja sencillamente por la maldita horterez  de Bárcenas.  Nada más.

¿Y el fondo del cuadro? No, tampoco hay abstracción en él: es el mar inmenso con bruma entremezclada.  Ese ignoto oceáno que a Bárcenas le toca atravesar, con inicio sabido pero destino incierto.  Esa bruma, esa niebla mental de la que extraer lógicas arquitecturas que le permitan descansar algún día: concluir, si es que tiene fin, esta nueva y laberíntica singladura.

En todo caso, la corbata de Bárcenas navega segura hacia el juez Ruz.  ¿No lo ven? Pues está muy claro.

¿ Y... las bolitas que le siguen como los niños al flautista de Hamelin?  Bárcenas amenazó con tocar la flauta y la está tocando.  Y ahora todos (los implicados) le siguen como arrastrados hacia Ruz.  Todos: desde el pez chico al pez gordo, como brotes de olivo.  Los mismos que le seguían como masa idiota admirados por sus doradas corbatas, por la llave de la caja y por los sobres, forzosamente han de seguirle también ahora, ¿qué se pensaban?.  Y sus nombres se adivinan en cada una de esas bolitas ya sólo por su tamaño.

Impresionante esta primera reflexión de Nood, este análisis certero de una realidad que, aunque geográficamente lejana, mentalmente le toca, más bien le fustiga, igual que a cada uno de nosotros, españolitos de a pie: el artista sabe lo que va a pasar y nos muestra la crudeza no en abstracto sino con elocuentes símbolos.


Truhán
desdemibarricada



domingo, 23 de junio de 2013

ENTRE CLAVELINAS Y ROMEROS (Juan Serrano)




Tuve un amigo pintor (y aún lo tengo). Hace ahora ocho años que murió. Y aún hoy lo veo entre clavellinas y romeros, abrazado a su afán, la hedonía de la huerta. Y quiso expresar su esperanza jamás perdida: la primavera, la reverberación del color, su parusía, la epifanía de la luz y el agua.

Un día me enseñó uno de sus cuadros, para él, uno de sus preferidos por su simbolismo y carisma. Un viejo labrador acarrea con tesón un gran cubo de agua. A mi me pareció una pintura absurda.Y así se lo hice saber. ¿No creerás que el pobre hombre consiga sacar adelante ese árbol endeble y seco plantado en medio del pedregal que has pintado? Yo le hablaba a mi amigo de la ridiculez del viejo ignorante que, aún a sabiendas de lo inhóspito del terreno, regaba cada día un árbol sin futuro. Y fue entonces, cuando mi amigo, escandalizado de mi corta visión y torpeza, me dijo: sólo cabe esperar.

Y hoy en su recuerdo, para que nuestra amistad no muera, por encima de nuestros cuerpos consumados, consumidos, me digo lo que unos días antes de morir él mismo escribiera:

La memoria es la facultad más grande, la parte de alma que conecta con los sentimientos, la que abraza el pasado y lo convierte en un elemento vivo.


Juan Serrano
de su blog: Blao
19 marzo 2013

sábado, 15 de junio de 2013

HOY GRATIS EN AMAZON: "MERODEANDO EL DESNUDO FEMENINO" de Narciso de Alfonso

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Hoy gratis en amazon

Con la excusa de de cien obras maestras del desnudo femenino en la pintura, Lecturas hispánicas te invita a pasar cien maravillosos y entretenidos momentos literarios. Y la literatura, la buena literatura de Narciso de Alfonso, es siempre divertida, como todo lo auténtico.
Entendemos, con Milan Kundera que si las personas son personas, bien tendrán que reírse.
Disfrútalo.


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en versión impresa.






LA NIETA DE TRINI, de Julio Romero de Torres

La nieta de Trini
Julio Romero de Torres, 1929 - Museo Julio Romero de Torres (Córdoba)

La nieta de la Trini lleva, en lo más alto de la cabeza, un florón de piel morena, del mismo color que la piel morena de la muchacha. Qué mirada más oscura, qué ceño más fruncido. Al fondo, entre luces, está Córdoba: lejana y sola: el Puente Romano y la Torre de la Calahorra. Lejana y sola.
Aquí, cercana y acompañada, la niña mira de negro, con extrañeza y sorpresa y sospecha y temor: como si no comprendiera, como si no acabara de entender esto de la vida, que ahora la hace tenderse con sus cueros al viento, en picada pelota y todo lo larguísima que es, a enseñar al mundo sus calahorras y su puentecillo romano.
La niña tiene el cutis amasado con aceituna y jazmín, claro, con un resplandor entre tetas del raso blanco en el que reposa y con un oscurecimiento entre muslos que no es del negro mantón de manila, sino que le viene de antes, de más lejos, de otro sitio: quizá de la noche y sus medias negras; quizá de la noche y su mariposa oscura; quizá de cuando en la noche se apagan los faroles y se encienden los grillos.
La nieta de la Trini no lleva zapatos color corinto, sino un collar redondo de corales rojos. No lleva medallones de marfil, sino unos pendientes de brillo y tintineo. Y en la mano derecha, ay, el metal de la navaja: la niña, en la lucha, muerde como el jabalí; la niña, en la lucha, da unos saltos jabonados de delfín.
La nieta de la Trini es hermosa como lo oscuro que no tiene nombre, que no se llama ojos ni pelo ni noche, es hermosa como lo oscuro que está solo, como lo oscuro que está detrás o dentro de los montes, como lo oscuro cuando descarga sus camiones de oscuridad en la oscuridad.



Narciso de Alfonso,
El Merodeador, II


martes, 4 de junio de 2013

LOS ÁNGELES DE GOYA (Antonio Envid)

  


A la ermita de San Antonio de la Florida hay que ir dando un paseo, bajar con recogimiento por la cuesta de San Vicente y con ánimo peregrino continuar por el Paseo de la Florida, preparándose para irrumpir en un espacio sagrado. No precisamente religioso, si por religioso entendemos un lugar donde se residencia el símbolo de un santo o de la propia divinidad, o si pensamos en la cualidad que se atribuye a la adoración popular hacia ese símbolo y que a menudo se despacha con un rezo de corrido para cumplir. No, no me refiero a ese sentimiento religioso, sino, precisamente, a la veneración o reverencia que nos inspira determinadas cosas o personas que las convierte en sagradas.

Lo que queda del cuerpo de nuestro más universal pintor, tan asendereado en vida como llevado y traído tras su muerte, descansa al fin en uno de las tumbas más hermosas que pueda haber. En la humilde ermita, rodeado de los hermosos frescos que el mismo pintó, sin sospechar que lo acompañarían en un largo tránsito, esperan la resurrección los restos de Goya.
Del variado mundo que en las paredes y bóveda de la ermita representó el pintor, yo, cuando puedo ir, que son pocas veces, me quedo embelesado contemplando los femeninos ángeles con que adornó las jambas y el ábside. Esas muchachas madrileñas con alas, que el pincel de Goya vistió con delicadas sedas de suaves colores, para gloria suya y nuestra, esas aladas jóvenes de gentil cuerpo e inocente mirada pero dotadas de una especial sensualidad, carnal y espiritual a la vez, femenina y divina, me suscitan un gran sentimiento de latría, pero también  un fuerte deseo de ser acariciado por tan celestiales manos, o sea, una sensación de voluptuosidad difícil de expresar.
He dicho lo que nos queda del cuerpo de Goya, un montón de huesos, por los varios traslados que ha sufrido, y aún esto mezclados con los de su consuegro, pero, como se sabe, su cabeza no está, ni se conoce donde pueda parar, de modo que el pobre Goya deambulará palpando las celestiales carnes de sus ángeles doncellas, sin poder oler sus fragantes cuerpos, ni mucho menos besar sus sensuales labios, ni percibir los dorados y plateados destellos de sus  sedas. Toda una tortura, bien mirado, para quien tanto veneró la belleza femenina 
Cada uno tendrá el cielo que se merece y el de Goya no puede ser otro que una celeste pradera de San Isidro concurrida por el pueblo madrileño representado en la bóveda de la ermita. Por ella paseará, recobrada su cabeza, requebrando a las bellas y alegres mozas y bromeando con los paisanos y, sobre todo, rodeado de una corte de garbosas ángeles-doncellas llenándolo de atenciones y mimos. Si es necesario me vestiré de chispero, aunque muestre desgarbada figura, sobornaré al portero, si es preciso, pero yo me tengo que colar en ese paraíso. Es la única eternidad que me parece deseable.


Antonio Envid 
  

sábado, 4 de mayo de 2013

EL MOLINO Y LA CRUZ (Antonio Envid)


Camino del calvario. Pieter Brueghel. Museo Kunsthistorisches, Viena


Para quien guste de la pintura y del cine, como es mi caso, tomará la película del director polaco Lech Majewski “El molino y la Cruz” como un regalo para la vista y para el espíritu. Basada en el conocido cuadro de Brueghel “El Viejo” que cuelga en uno de los museos de Viena “Camino del calvario”, el film es difícil de clasificar, porque no es una historia con base en el cuadro, ni tampoco un reportaje, ni una recreación histórica, y, sin embargo, es todo ello y algo más, un intento de introducirse en el cerebro del pintor para explicar su simbolismo, una reflexión sobre el dolor y el placer, el poder, la represión y la sumisión, el deseo de vivir por encima de tragedias y de males, en definitiva, sobre los parámetros básicos del alma humana.


Me informo de que el guion de la película está basado en un libro de Michael Francis Gibson con el mismo título que el film, donde este crítico de arte y escritor hace un minucioso y particular análisis del cuadro en el que Brueghel representó la pasión de Cristo trasladándola a la Holanda de su tiempo, momento en que la rebelión contra el Imperio español estallaba, con el ajusticiamiento del conde de Egmont y el almirante Philip de Montmorency, decapitados por orden de Felipe II. Los aproximadamente cien personajes que dicen que contiene el cuadro son campesinos holandeses que van al mercado y siguen con expectación el sacrificio, y según también se dice en el film, los soldados romanos han sido sustituidos por un contingente de tropas españolas. 

Alguno de los símbolos es obvio, el molino encaramado en el alto picacho, no hay que ser un experto en simbología para ver que es una representación cristológica, las propias aspas son cruciformes, además, que por la molienda del grano, su sacrificio, se obtiene la harina con que se elaborará el pan eucarístico. Pero el director va más allá cuando comienza a desmenuzar símbolos y, sobre todo, cuando va presentando personajes del cuadro y nos los muestra en su vida cotidiana.

Una curiosidad de la película es que parece defender la tesis protestante de la justificación por la fe, ese principio según el cual el sacrificio de Cristo fue suficiente para salvarnos, sin necesidad de obras, ni especiales sacramentos, teoría muy disolvente para el stablishment, ya que toda la estructura de Roma sobraba, lo cual para un director polaco, país donde el catolicismo está tan arraigado, no deja de sorprenderme. También, el que presente a los españoles como fuerza represora contra los inocentes campesinos protestantes (nunca los campesinos han sido inocentes) simbolizada por esos soldados de extrañas casacas rojas que Brueghel representó y que nunca he visto en otro sitio. No digo que algún cuerpo especial las vistiera, pero son muy poco adecuadas para la guerra, es más, ni siquiera parecen de su tiempo, desde luego los feroces lansquenetes iban muy distintamente uniformados y la moda eran los uniformes las ajustados, con mangas abullonadas y calzas acuchilladas. Ya está uno al cabo de la calle de tanta leyenda negra, los rebeldes eran tan crueles como los represores, cada uno cuando podía, claro está. 


Antonio Envid

viernes, 19 de abril de 2013

NO SONRÍE CON LOS LABIOS DE LA BOCA (Narciso de Alfonso)

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Desnudo (Vlaho Bukavac, 1910)



Hay una luz en algún lugar: puede que no sea mucha, pero viene y llega y hace el amanecer y, ya sin detenerse, hace la mañana. La belleza es difícil pero, de pronto, esta muchacha está ahí: deliciosa de fresca juventud, dulce y ferviente y encantadora. 

Al tiempo instantáneo de la eternidad le corresponde, ahora, el encuentro con esta muchacha desnuda de hilo blanco, recién resucitada, con su código de barras y su cara de padre y madre, que no sonríe con los labios de la boca. 

Tal vez todavía cabe, tendida, en su extensión femenina, en la longitud blanca de sus íntimos huesos directos e indirectos, en sus hermosas distancias. ‘Quiero saber si la noche ve abajo los cuerpos blancos de tela echados sobre la tierra’ ―dijo el poeta con precisión. 

Como sencillo merodeador, yo aprecio sus evidentes imanes positivos y su alto cutis inmediato; su grato peso de mujer humana y su temperatura de mamífera; sus escrituras sagradas y su portento. Y más: los mechones de pelo castaño atrapados bajo el brazo, que salen salvajes y despeinados como si fuesen el vello axilar de la doncella, tremendos como una melena loca, y que rompen la tibia y pálida armonía, que son un grieta afortunada por donde emerge la peluda irracionalidad y los estropajos interiores con los que quizá limpia a restregones sus astros obedientes y bonitos de muchacha bien. Pelos duros y enredados que son como las barbas de un molusco, dispositivos naturales para aferrarse y proteger sus dulces y larguísimas dependencias. 

Dije tremendo, dije grieta, dije peluda irracionalidad, dije casi, por no llorar –son palabras del poeta.


Narciso de Alfonso
El Merodeador, II


martes, 9 de abril de 2013

EXTRAÑOS COMPAÑEROS DE VIAJE (Antonio Envid)




Para consolar a los no invitados al banquete de la vida se les decía que la muerte todo lo iguala. Lo cierto es que la muerte consigue extraños compañeros en este último viaje. Quién iba a pensar que convocaría al mismo tiempo a tres personas tan distintas y tan desconocidas entre ellas como Margaret Tatcher, Sara Montiel y Pascual Blanco.

De la Tachter, que se ganó merecidamente el apelativo de “dama de hierro” y de la que se decía que estaba dotada de lo mejores testículos de todo el Reino Unido, nada tengo yo que añadir a los múltiples comentarios que aparecen en todos los medios de comunicación, salvo que después del tatcherismo a Inglaterra no la reconocía ni la madre que la parió (alguien dijo que lo mismo iba a ocurrir aquí y ya ven)

De Sara Montiel sí que quiero dejar constancia de que la Mancha y en concreto Campo de Montiel no serían tan universales sin Don Quijote y doña Sara. Me conmovió especialmente el saber que Sara, que buscaba horizontes más amplios para sus capacidades allende la mar, aprendió a leer y a escribir en Méjico de la mano de León Felipe, nada menos. Me imagino a don León parapetado tras sus gruesas gafas de pasta, guiando las lecturas de su atractiva alumna y echando de vez en cuando un ojo al imaginable balcón mostrando el delicioso y generoso escote de Sarita.

Si estas personas hubieran estado más cercanas a mí habría sentido su pérdida, pero, qué quieren, lo lamento nada más. Sin embargo la noticia de la muerte de Pascual Blanco me ha conmocionado. Pascual fue compañero mío de colegio, un surrealista colegio de posguerra arrancado de las páginas de un libro de Dickens, y nada hacía prever que ese muchacho tranquilo y algo solitario pudiera atesorar tanta sensibilidad y grnades dotes artísticas. Luego nuestras vidas tomaron vías muy distintas. Yo seguía su carrera artística de lejos, visitando sus exposiciones, ya que sus cuadros me transmitían una gran calma y una sensación de pureza y luz, hasta que hace algunos años nos reencontramos y charlamos alguna que otra vez tomando un café. Ya padecía una dolencia cardíaca y últimamente se quejaba de que no podía manejar las grandes planchas de grabado. En él siempre admiré su límpida mirada, a pesar de los avatares de la vida (su temprana y desconsolada viudez, sus esfuerzos para abrirse paso en la vida académica, su dolencia) mantenía la misma mirada de niño, tranquila y curiosa. Esa forma de mirar el mundo se transmitía a su pintura, luminosa y con una extraña cualidad de pureza primigenia. 


Antonio Envid


viernes, 5 de abril de 2013

LA MEJOR GUÍA DIGITAL DEL PRADO






Seguramente la mejor guía digital del Prado para el visitante neófito, en su primer contacto con el Museo. Un libro versátil que puedes utilizar como tal guía de mano en tu visita o tranquilamente en casa, como una lectura de introducción, amena y sistemática, a la mejor pinacoteca del mundo. 








El Museo (continente)


Isabel de Braganza, la joven esposa de Fernando VII,
señalando con su mano derecha el edificio diseñado
por Juan de Villanueva; y, con la izquierda, los planos del mismo,
que acabará siendo sede principal y definitiva del Museo del Prado
 (por Bernardo López Piquer. Sala 75, planta 0)



Sólo una breve referencia histórica. En palabas de José Manuel Pita Andrade, a Fernando VII, que fue mal hijo, mal esposo, mal padre, mal rey y mala persona, no debe regateársele el mérito de haber jugado un papel decisivo, no sólo en la fundación del Museo sino en la elección del edificio de Juan de Villanueva, concebido en su origen (1785) como peculiar sede de las Ciencias y tal vez de las artes asociadas a ellas. 

Y es cierto que Fernando VII, en el ambiente ilustrado europeo imperante (en Francia ya se había creado el entonces envidiado Louvre) fue el responsable de su creación en noviembre de 1819. Pero atendiendo a la personalidad, gustos y ambiente en que siempre vivió y se movió el deseado rey indeseado, no deja de ser cuando menos sospechosa esta loable iniciativa. De hecho, otras voces comienzan a vislumbrar en sus causas justo lo contrario: una decisión política basada precisamente en el desprecio del monarca por las pinturas reales en favor de una nueva decoración de sus palacios, "en la línea pequeñoburguesa —según Alfonso E. Pérez Sánchez— del modo francés, con papeles pintados, menudos cuadritos de género, colgaduras de París y otros elementos que nos constan constituían su gusto más inmediato" De modo que los grandes cuadros heredados de sus antepasados no eran para el rey sino "antiguallas por las cuales su esposa y ciertos cortesanos mostraban una inexplicable admiración" —reitera el mismo autor— queriendo quitárselos de en medio con la excusa de crear un museo que, más bien, sería en la mente del monarca, un almacén de aquellas pinturas que no quería en las paredes de las residencias reales. 

En definitiva, podría sostenerse que las verdaderas causas de la creación de nuestro museo hay que buscarlas más que en unas sinceras motivaciones del monarca en la situación de la época, su pésimo gusto y, sobre todo, en la verdadera iniciativa de su esposa Isabel de Braganza quien, con diversos cortesanos de su entorno, es la verdadera creadora del Prado. Y así parécelo reclamar ella misma en el retrato de López Piquer, que podemos admirar en la sala 75 (planta 0), donde vemos a la reina señalando con su mano derecha el edificio de Villanueva y con la izquierda los planos. 

En 2007 se lleva a cabo la principal ampliación del Museo del Prado, obra de Rafael Moneo, mediante una construcción anexa al de Villanueva que integra y recupera, además, el claustro del Monasterio los Jerónimos. Este proyecto —en los términos de la propia web oficial del Prado— forma parte de un programa continuado de expansión que prevé la incorporación al Prado de distintos edificios de su entorno como son el Casón y el Salón de Reinos, últimos vestigios del antiguo Palacio del Buen Retiro. El Museo del Prado —se insiste en la web— conforma así un Campus museístico original que refuerza extraordinariamente la rica oferta de uno de los distritos de arte y cultura más importantes del mundo como es el "Paseo del Arte" en la capital de España.


Mi guía del Prado,

miércoles, 20 de marzo de 2013

MERODEANDO A... Le modèle, de Righini (Narciso de Alfonso)

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Sigismud Righini – Le modèle


La modelo está cubriéndose los ojos, como quien no quiere que lo vean llorar. Tal vez habría que decir que se cubre o esconde las lágrimas, el agua salada que, cuando no se llora, quizá se acumule en pequeños lagos –así se lo planteó el poeta-. 

En cualquier caso, es señal de un dolor intenso: cuando no se puede hacer nada más, siempre se puede llorar, no de forma pasiva, sino como una decisión adulta ante la impotencia. 

La modelo tiene unos hombros angulosos y la oreja densa, gorda, gruesa, más bien desdibujada de rampas, pliegues, muescas y otros ingenios que tenemos en el pabellón, que además es de cartílago y vive hacia afuera, hacia el exterior, como un personaje público.

La piel de la modelo, que es amarillo tungsteno sucio allí donde habitualmente no le da el sol, se oscurece en los antebrazos y en el cuello. Tiene un pecho bonito, como un goterón que, resbalando, se ha detenido con una barriguita bien perfilada y exacta de volumen y con un pezón oscuro que apunta hacia adelante, tal vez a los picos más altos de los montes Urales. 

Bajando –o subiendo- por la columna vertebral, está la curvatura, la curva lumbar, que es la clave, el cruce entre los ejes que tiran hacia abajo y hacia adelante y los que empujan hacia arriba y hacia detrás: en este preciso punto se decide, se establece –o no- la elegancia de la deambulación y el porte esbelto y erguido: si esta curva de cruce lumbar y de lomo felino, se macla, las piernas pesan los kilos de todo el cuerpo general –arrastrándose aplastadas- y los hombros pesan los kilos de todo el cuerpo general –cayendo hacia adelante-. En suma: en el cruce lumbar, el peso se duplica y aplasta dos veces dos el cuerpo contra el suelo –con un efecto que se llama arrastrarse- o, mágicamente, el peso se autoanula y eleva dos veces dos el cuerpo hacia el cielo –con un efecto alado que se llama volar-. 



Narciso de Alfonso
El Merodeador, II





miércoles, 6 de marzo de 2013

MUJER AZUL (Juan Serrano)

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Fabiola A.M.


Te dije qué guapa estás con esa blusa azul ceñida que no llevas puesta.

Y al momento te vi desnuda de color oscuro y más tapada.

Ya no te volví a ver.

Desde entonces y sin descanso voy en busca de aquella mujer que guardó su azul para un mar de ojos más claros.







Juan Serrano
de su blog blao



lunes, 18 de febrero de 2013

CRISTÓBAL TORAL (Antonio Envid)

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Cristóbal Toral (Torre Alhaquime –Cádiz- 1940) dedica una parte importante de su obra a captar la provisionalidad de la vida. Es una metáfora de este pensamiento, que llega a ser obsesivo. Sus maletas omnipresentes, tanto en sus cuadros, en sus acuarelas, de perfecta ejecución, como en sus performances, así nos lo sugieren. Maletas cerradas, prestas para viajar o esperando a que el viajero se disponga a ordenar su contenido en una arribada más, rutinaria y provisional como todas. Maletas agrupadas de diversas clases y procedencias en un montón informe, quizá en una sala de estación, no conocemos si de llegada o de partida. Un tren solitario al que sube una pasajera, aunque, más bien, da la impresión de que la viajera es tragada por este ferroviario leviatán. No se sabemos porqué, pero no nos da la impresión de que se vaya a iniciar un viaje, sino, más bien, una introspección hacía una región misteriosa, al vientre del monstruo, quizá a la nada. Habitaciones, de hotel, de residencias, frías, inhumanas, donde una mujer, a menudo vulnerablemente desnuda, es la imagen de la nihilidad. Lugares de paso con maletas sin deshacer, algo provisional, un ligero reposo para continuar un viaje que se nos muestra infinito, sin principio ni fin, un anillo de Moebius. Objetos empaquetados, quizá a la expectativa de que su propietario tenga tiempo de desempaquetarlos, inspeccionarlos, darles utilidad o un orden; decisiones aplazadas para otro momento. Estos embalajes de objetos inexplorados, estas maletas arrumbadas con su ignorado contenido, pueden ser tanto estancias y apartados que aguardan ser explorados, como trasteros de la memoria donde se almacenan las vivencias olvidadas, pero muy bien podría tratarse de todo aquello que queda suspendido, todo lo que quisimos hacer y quedo inconcluso o no comenzado en espera de mejores tiempos. Sus cuadros, de un realismo admirable, transmiten, como digo, una sensación de que todo es provisional, como en los viajes, que todo se suspende y queda aplazado para un contingente regreso. A pesar de la corporeidad de los objetos representados uno tiene la impresión de que son inasibles, que todo es una realidad virtual que no permite su aprehensión.


Cristóbal Toral es uno de los pintores españoles contemporáneos más conocidos en el mundo, representa el realismo fantástico en nuestro país y posee la medalla de oro de la Bienal Internacional de Arte de Florencia y el Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo. En el Palacio de Sástago de Zaragoza, del 7 de febrero al 28 de abril.



Antonio Envid.


lunes, 11 de febrero de 2013

BYBLIS DE BOUGUEREAU (Narciso de Alfonso)

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Biblis 
(William Adolphe Bouguereau, 1884) 


Biblis es, sin duda, una real hembra, lo que significa más bien una hembra real: sus dimensiones y proporciones, su consistencia y densidad, hacen que sea equiparable a la realidad real, física: no se deja pasar desapercibida; está ahí, resistente o tozuda; no se puede traspasar –no es vaporosa o etérea-; y es una individua femenina que se hace valer en su calle, en su barrio y –por decirlo así- en el universo sideral entero: no es fácil, es difícil ignorar su presencia –y su ausencia-. 

El pintor la ha puesto en un espacio en el que hay mucho de exacto, hay precisión en las formas y en las luces. Con el rabo al aire, quizá esté descansando –o muriendo- encima del arroyo del que ella sola se ha hecho hermoso puente sin barandillas. Pálida y tetuda, parece vacía de sangre o de vida, exhausta y final. Se le marcan todas –literalmente todas- las protuberancias de su cuerpo físico, de los músculos trabajados y del esqueleto de huesos y dureza blanca. La superficie de los hombros bilaterales es una pura ondulación, como la cara interna del muslo que está bebiendo. 

Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino –dijo el poeta. Si Biblis se muere, no será necesario dejar el balcón abierto, pero no la conocerán las higueras ni las hormigas de su casa porque se habrá muerto para siempre. La historia de mitos y leyendas cuenta que esta hermosísima mujer se enamoró de su hermano gemelo y se empeñó en su amor; lo siguió por esos mundos de dios hasta que la aflicción la derribó y, no pudiendo parar de llorar, se hizo arroyo, tal vez el arroyo sobre el que ahora mismo la vemos, ay. 

Son tantas las vidas llenas de asuntos sin atractivo, sin riesgo, que se reducen a matar el tiempo en el apestoso bar de Mayer, donde comen a precio fijo, vidas deliberadamente malgastadas como desequilibrios apresurados, como columpios descompuestos, que uno admira a Biblis y su determinación, ese modo de llegar al final, al fondo, del todo.



Narciso de Alfonso
El Merodeador, II


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