domingo, 30 de mayo de 2021

RETRATO DE LOS ESPAÑOLES DE LA GUERRA CIVIL, POR UN BRITÁNICO QUE ESTUVO EN LAS TRINCHERAS: GEORGE ORWELL


Tengo recuerdos muy desagradables de España, pero muy pocos malos recuerdos de los españoles. Sólo en dos ocasiones estuve seriamente indignado con un español, y cuando miro hacia atrás, creo que en ambas fui yo el equivocado. No hay duda de que poseen una generosidad, una especie de nobleza, que no pertenece realmente al siglo XX. Es lo que me hace pensar que en España hasta el fascismo puede asumir una forma comparativamente tibia y soportable. Pocos españoles poseen la maldita eficiencia que requiere un Estado totalitario moderno. Unas pocas noches antes había tenido un extraño ejemplo de esto, cuando la policía registró el cuarto de mi esposa. Tal registro fue ciertamente de sumo interés, y me hubiera gustado presenciarlo, aunque quizá fue mejor que eso no ocurriera, pues probablemente no habría podido controlarme. La policía llevó a cabo el registro según el típico estilo de la GPU o de la Gestapo. Poco antes de la madrugada se oyeron unos golpes en la puerta, seis hombres entraron, encendieron la luz y de inmediato se repartieron por la habitación, según un plan evidentemente prefijado. Luego registraron todo con increíble escrupulosidad. Golpearon las paredes, levantaron los felpudos, examinaron el suelo, tantearon las cortinas, miraron debajo de la bañera y del radiador; vaciaron los cajones y maletas y palparon y miraron al trasluz cuanta ropa encontraron. Se llevaron nuestros libros y todos los papeles, hasta los que había en el cesto. Entraron en un éxtasis de sospecha al descubrir que poseíamos una traducción francesa de Mein Kampf de Hitler. Si ése hubiera sido el único libro, nuestro destino habría estado sellado. Evidentemente pensaban que sólo un fascista lee Mein Kampf. Un instante después encontraron una copia del panfleto de Stalin Maneras de eliminar trotskistas y otros traidores, que los calmó un tanto. En un cajón había unos cuantos paquetes de papel de liar cigarrillos. Los hicieron pedazos y examinaron cada papel por separado, para ver si contenían algún mensaje escrito. La tarea les llevó unas dos horas. Sin embargo, durante todo ese tiempo, en ningún momento registraron la cama. Mi esposa permaneció acostada y podría haber ocultado una docena de metralletas debajo del colchón y toda una biblioteca de documentos trotskistas debajo de la almohada. Los policías no hicieron movimiento alguno por tocar la cama y ni siquiera miraron debajo de ella. No puedo creer que éste sea un rasgo habitual en la rutina de la GPU. Debemos recordar que la policía estaba casi por completo bajo control comunista, y que probablemente esos hombres fueran miembros del Partido Comunista. Pero también eran españoles, y echar a una mujer de la cama era demasiado para ellos. Esta parte del registro fue silenciosamente pasada por alto, con lo cual toda la búsqueda careció de sentido.». 

(G. Orwell: 
Homenaje a Cataluña, -1938-; capt. 12; 
El País. 
Madrid, 2003, 
pp.105-106).


lunes, 24 de mayo de 2021

LA ESPAÑA ENSIMISMADA (Antonio Envid)

 


Imagen: ctxt contexto y acción


Los artículos que publicaba en su tiempo Julio Camba tenían la apariencia de ligereza y frivolidad, pero sólo la apariencia, pues la corrosiva ironía gallega del autor los dotaba de peligrosas cargas de profundidad. En uno de ellos* el periodista relata cómo estando cenando con unos amigos en un café de la Puerta del Sol se ausentó, asegurando que volvía al poco rato. Ese rato se dilató durante siete años, durante los cuales el periodista estuvo rondando por varias capitales europeas. Al volver, entró de nuevo en el café y halló a sus amigos en la misma mesa y con la misma conversación que mantenían cuando él había marchado. Las mismas ideas, las mismas caras. El camarero le sirve una paella y alguien observa que es la misma del día anterior, al periodista le parece que es la misma de hace siete años. Nada había cambiado en España mientras Europa vivía acelerados cambios.

El celebrado periodista podría haber hecho el mismo experimento en junio del 2016 cuando en aquellas elecciones generales el PP ganó los comicios, pero se encontró con la feroz oposición del resto de la Cámara. Volvería hoy y se encontraría con la misma paella de entonces. Durante estos cinco años España ha vivido ensimismada en las ensoñaciones independentistas de algunos catalanes, sumida en eternas discusiones ideológicas de izquierdas y derechas, sufriendo el tremendo azote de una pandemia, mientras gentes de variadas pelambres y procedencias se hacían con las múltiples poltronas y sillones que ofrece la política de este país. Nada se ha hecho en cinco años, al menos, nada a derechas. El mundo gira velozmente mientras tanto.



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(*) Artículo de Julio Camba

sábado, 22 de mayo de 2021

PLACAS SOLARES ¿NOVEDOSO INVENTO?

 


PARA CAPTAR LA ENERGÍA DEL SOL

El secretario de la Institución Smith-soniana de Sun Luis, doctor C.G. Abbott aparece a la izquierda de un aparato que ha inventado para utilizar el 15 por 100 de la energía solar que incide sobre un espejo parabólico de 72 pies cuadrados de superficie y capaz de desarrollar una potencia de un caballo. Este nuevo motor solar ha sido construido por el inventor y sus ayudantes Mr. Clark y Mr. Filmen a quienes se ve a la derecha, en la presente fotografía. (Foto Vidal)

Blanco y Negro06/01/1936


NADA NUEVO:

En la Galería de los Uffizi, de Florencia, tenemos esta pintura de Giulio Parigi, que nos representa ya el incendio de una nave utilizando un espejo usorio de Arquímedes (s. III a.Cr.), cuyos inventos siempre llevaron de cráneo a sus enemigos.   




jueves, 20 de mayo de 2021

¡TODAVÍA EL 98! (Manuel Azaña)


Pinchando sobre la imagen se accede
al número completo de la revista, en PDF


Opina el señor Maeztu que ahora triunfan en España las ideas de la generación del 98. ¿Las ideas? No lo entendemos. La posición de aquellos hombres (de aquellos, porque han cambiado bastante), era esencialmente crítica. Si algo significan en grupo (la obra personal los ha diferenciado, jerarquizándolos como es justo) débese a que intentaron derruir los valores morales predominantes en la vida de España. En el fondo, no demolieron nada, porque dejaron de pensaren más de la mitad de las cosas necesarias. Poetas y escritores, la rareza de su crisis juvenil depende de una coincidencia de fechas: al conflicto de la vocación—que es eterno —se  juntaron el desconsuelo, el desengaño ante la derrota; incorporaron momentáneamente a su vida sentimental lo que  se ha llamado «problema de España». Desde entonces corre por válida la especie de que el ser español es una excusa de la impotencia. Fernando Osorio y Antonio Azorin son dos tipos de ratés que echan la culpa a la raza. A los principiantes de la generación del 98, el tema de la decadencia nacional les sirvió de cebo para su lirismo. Y una ligera excursión por las literaturas contiguas a la nuestra probaría tal vez que su caso fué mucho menos «nacional» de lo que ellos pensaron; que navegaban con la corriente de egolatría y antipatriotismo desencadenada en otros climas. Sea como quiera, la generación del.98 sólo ha derruido lo que acertó a sustituir. Era insoportable plantearse treinta mil problemas previos sobre el valor de la obra que estaba por realizar. El fracaso es para considerado en la vejez, cuando ya nada tiene remedio y se ha corrido el albur del acierto o del yerro. Pero entrar en la vida como creían entrar aquellos hombres del 98, desconsolados, y contemplarla sin la magnífica altanería propia de la juventud, no puede ser más que una enfermedad pasajera, una crisis del crecimiento. La generación del 98 se liberó, es lo normal, aplicándose a trabajar en el menester a que su vocación la destinaba. Innovó, trans formó los valores literarios. Esa es su obra. Todo lo demás está lo mismo que ella se lo encontró. Su posición crítica, que no tenía mucha consistencia, no ha prosperado. <Qué cosas, de las que hacían rechinar los dientes a los jóvenes iconoclastas del 98 no se mantienen todavía en pie, y más robustas si cabe que hace treinta años? En el orden político, lo equivalente a la obra de la generación literaria del 98, está por empezar.
El único de aquel grupo que, saliéndose de las letras puras, se ha planteado un problema radical (no el de ser español o no serlo, ni el de cómo se ha de ser español, sino el de ser o no ser HOMBRE), es Unamuno. Es demasiada confusión incluir a Costa (por echar mano de un profeta político), sin otro discernimiento, en el grupo de la generación del 98. Hay una rúbrica que los une aparentemente: la protesta. Pero las afinidades profundas de Costa con el decadentismo, la anarquía y la crítica antiespañolista son nulas. Costa, más que un innovador, era un moralizador de la política. El pensamiento era en él poco importante. Poseía un tradicionalismo de fondo, una «creencia» en ciertas instituciones míticas, que se aproximan a las ideas de Maura y de Vázquez de Mella mucho más de lo que a primera vista puede parecer. A Costa no le querían porque era republicano; pero eso prueba que las clasificaciones del momento no sirven para pasado mañana. La «revolución desde arriba» (una frase puesta en circulación por Maura), no significa, por sí misma, nada. Depende de quien sea el que esté arriba, y también de los caminos por donde haya llegado. Ateniéndonos al sentido costista, esa revolución significa que el Estado funcione bien; pero da por resuelto el problema del Estado; más aún: acepta el Estado en su forma actual, en el momento de inaugurarse la revolución. Es muy poco revolucionario. A Costa le faltó comprender por qué un pueblo puede sublevarse, en ciertos momentos, para cambiar la Constitución, y no se subleva para que le construyan pantanos. Todo Costa es, seguramente, realizable el día menos pensado, sin que desaparezca ninguna de nuestras aspiraciones actuales. Por añadidura, era jurista. Su tragedia es la de un hombre que quisiera dejar de ser conservador, y no puede. Caso muy español. Entre su historicismo, su política de «calzón corto», su despotismo providencial y restaurador, y el análisis, la introspección y la egolatría de los del 98 hay  un mundo de distancia.

Manuel Azaña
España, núm. 123 
20/10/1923 - pp. 1-2



sábado, 1 de mayo de 2021

"GENTES CON UNA SED PRODIGIOSA" ("LA INVENCIÓN DE LA TABERNA", DE A. ENVID)

Temas como este son ampliamente tratados por Antonio Envid en su obra “La invención de la taberna “ publicada por Lecturas Hispánicas, que acaba de editar una versión totalmente revisada y actualizada.




GENTES CON UNA SED PRODIGIOSA

Rabelais tuvo la fortuna de nacer y criarse en Chinon, el jardín de la Turena a la que a su vez llaman el jardín de Francia, regada por el Loira, a la sombra del castillo que ocupó Carlos VII, ese timorato rey que tuvo que ser defendido por una doncella a la que no supo, o no se atrevió, defender después, dejando que fuera asada por los ingleses.
Tierra fértil, de huertos y viñas, productora de buenos caldos, suaves y aromáticos, que se obtienen de sus cabernet franc. Tierra de sabrosa cocina casera, esa que se obtiene con amor y calma. No ha de extrañar que con esos principios Rebelais demostrara siempre una gran afición a la buena mesa y los buenos vinos, al menos a través de su Pantaguel, hasta el punto de quedar como calificativo de un gran banquete el adjetivo pantagruélico.
Fue médico, pero salvo que atendiera a sus pacientes en la taberna, que es el mundo que demuestra conocer bien, no sabemos de dónde sacaría el tiempo para ejercer su oficio. Las tabernas del viejo París, La Pomme de Pin, Le Castel, la Madelaine, La Mule…, que ya contemplaron las andanzas del mal hombre y buen poeta Villon, entre tragos y comilonas serían sus escenarios cotidianos. Panurgo, el compañero de Pantagruel tiene como oráculo a una botella a la que consulta sus problemas y la que, como todos los oráculos, le contesta con palabras misteriosas: “trinc”. Panurgo deduce que el consejo dado por su mágica botella es “bebed”, no en vano trink es beber en alemán. Gargantúa al nacer, como primer grito, exclama “!A beber, a beber! Eran gentes con una sed prodigiosa e insaciable.
¿Puede sentirse nostalgia de tiempos no vividos? Yo creo que sí. Yo siento nostalgia de aquellos jocundos tiempos del barroco francés, en los que se gozaba de los placeres de la vida, carnales y no carnales, todos. Aquellos en que los poetas de “La Pleyade” decían sus versos en las tabernas parisinas, y Ronsard incitaba a gozar de las rosas de la juventud antes de que el tiempo las marchitara mientras daba unas palmadas en las nalgas de la camarera de la Taberna del Sabot, que inmortalizaría dedicándole poemas bajo el nombre de Cassandre.
Mientras, por las tierras nuestras, una enlutada corte deambulaba por los salones de un rey triste y taciturno, y en la calle el pueblo, temeroso de la ley de Dios, se disciplinaba, y pícaros y valentones buscaban la vida por figones y bodengoncillos de puntapié(*), mientras los hidalgos vergonzantes extendían unas migas por su barba cuando salían a la calle para fingir ante los vecinos que habían comido.


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(*) Puestecillos de comida y bebida ambulantes, que al carecer de licencia, se desmontaban de un puntapié ante la presencia de los alguaciles.

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