domingo, 12 de abril de 2020

VIERNES DE PASIÓN DURANTE LA EPIDEMIA (Antonio Envid)



sgs


Paseaba Cristo su mirada por las calles vacías
Padre, aleja de mí este cáliz

Y el sol acudió a su cita en esa mañana de abril
y bañó las calles y plazas desiertas
Las gentes con el ánimo encogido, tras las ventanas
contemplaban un horizonte de tristeza

Padre, aleja de mí este cáliz

Quebrada la oración, rota la saeta
Gavillas de manos implorantes
Perdona a tu pueblo, Señor,
Tú que no existes

Padre, aleja de mí este cáliz

En los hospitales se libra la Pasión
Jeringuillas como clavos, sudarios como vendas
Silencios. Solo el goteo del dolor se atreve a taladrar
el espeso muro del silencio

Padre, aleja de mí este cáliz

Pero en el valle florecían los manzanos
en una locura de rosicleres,
aunque nadie contemplara su belleza
En esta dulce mañana de abril

Padre, aleja de mí este cáliz



sábado, 11 de abril de 2020

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ESPLÍN. 50 TEXTOS CONTRA LAS UMBRÍAS TARDES DE CONFINAMIENTO (Servando Gotor)

"ESPLÍN. 50 textos contra las umbrías tardes de confinamiento", recoge una excelente selección de prosas, prosas poéticas y poemas de Servando Gotor, presididos por una reflexión sobre el ser humano y su interior, no exenta en muchos casos de cierto humor negro que, en general, lejos de deprimir al lector consigue entretenerlo no solo con su propia lectura sino, sobre todo, con el poso de grandes interrogantes que casi todos sus contenidos provocan. Algo que siempre es de agradecer en tiempos tan difíciles como los que vivimos. Complemento ideal de estas prosas, nos lo proporciona también el ensayo del mismo autor "¿Crisis? Nunca pasa nada", también editado por lecturas-hispanicas.com en enero de 2013.


SERVANDO GOTOR es abogado y escritor. En su ya amplia obra literaria ha tratado todos los géneros, desde la poesía y el drama hasta el ensayo literario, filosófico y de ayuda. Su primera novela, "El amor y las moiras" estuvo en la selección finalista del Premio Planeta (1995) y del Azorín (1997). Como editor, tanto de autores clásicos como contemporáneos, lleva firmados más de setenta títulos.

lecturas-hispanicas.com

jueves, 9 de abril de 2020

ESPLÍN. 50 TEXTOS CONTRA LAS UMBRÍAS TARDES DE CONFINAMIENTO (Servando Gotor)



Monumento a los emigrantes (L. Sanguino, 1973 Nueva York)
Foto: sgs




Ya nadie se acordará


A las víctimas de guerras y pandemias
―que todo es uno―,
y a sus hijos.

Y, luego, cuando las lluvias
Hayan arrastrado los últimos restos de sangre
Del soldado muerto,
La mañana seguirá a la noche y la noche al día
Los niños saldrán de la escuela gritando y saltando
Y muchachos y muchachas se buscarán
Y buscarán ansiosos las sombras de la tarde.
Y ya nadie se acordará de que un día
No muy lejano
Hubo hombres que volvieron a matarse
Para que todo permaneciera igual
Y así seguirá el desgaste de la nueva paz
Germinando la semilla de una próxima
De otra inútil guerra.


(Servando Gotor, marzo, 2020)


miércoles, 8 de abril de 2020

FALLECIÓ EL EMINENTE CIENTÍFICO CHARLES W. SANDERS, CÉLEBRE AUTOR DE 'MAN IN WALK' (Servando Gotor)


Es lo mismo que cuando uno camina: se alza el punto de gravedad, se le empuja hacia adelante y se le deja caer; pero basta un cambio pequeño, un leve temor o simplemente admiración ante aquel dejarse-caer-en-el-futuro, y uno ya no puede sostenerse más en pie. Es mejor no pensar en ello.

El hombre sin atributos, I.2,34

(R. Musil, 1930)


MEZALOCHA.- El ponderado profesor Charles W. Sanders (1898, Cambridge, Massachussets – 2009, Mezalocha, España) falleció ayer en su casa de Mezalocha por muerte natural, dada su avanzadísima edad. Charles W. Sanders, cuya compleja figura y pensamiento de extraordinaria riqueza y profundidad son todavía poco conocidos en España, dedicó gran parte de su dilatada carrera al estudio e investigación de los movimientos deambulatorios del ser humano. La mayor parte del resultado de su vastas investigaciones quedaron recogidas en los treinta volúmenes que componen su desconocida obra Man in walk (Braga, Portugal 1950). En septiembre de 1938, cuando apenas contaba cuarenta años de edad consiguió una beca de investigación en el United Coast and Goedetic Survey de los Estados Unidos, labor que se dilataría durante treinta años en que, a volumen por curso, consiguió desarrollar y concluir sus extensos trabajos sobre la deambulación humana. En enero del año 1968 abandonó el United Coast como consecuencia de ser expulsado a raíz de la resolución recaída en un expediente que se le incoó acusado de mantener relaciones lésbicas con una joven estudiante de 16 años, Norma Rorty, sin el consentimiento de la amante de esta, la eminente profesora Hilary Houser, instructora por lo demás del referido expediente disciplinario. El Consejo Rector del United Coast, parece ser que aprovechó la tesitura para apartarlo del centro porque llevaba más de veinte años pervirtiendo a los estudiantes y escandalizando al claustro con las exhibiciones impúdicas que acostumbraba a realizar tanto en las aulas como en las salas de profesores.

En todo caso la aportación de Charles W. Sanders a la comunidad científica queda reflejada en la reseñada obra 'Man in wolk', que constituye toda ella el intento de lograr una aproximación a la definición del deambular humano, llegando en la última página del volumen XXX a la siguiente propuesta:

La deambulación del ser humano puede describirse como aquel acto reiterado, voluntario o involuntario, mediante el cual el hombre, en su condición de bípedo, consigue desplazarse venciendo el cuerpo normalmente hacia el frente y evitando su desplome mediante el avance más o menos rápido de una de las dos extremidades inferiores.

En definitiva, Sanders, sostuvo que el andar del ser humano viene a ser un constante dejarse caer, normalmente hacia el frente, evitando el desplome en el último segundo, al adelantar uno de los dos pies hacia adelante. Esto, lógicamente, cuando nos referimos a la deambulación normal, es decir, la que se realiza hacia el frente. El resto de desplazamientos, marcha atrás o laterales, merecen consideración aparte.

Dicha fórmula fue muy discutida en los ambientes académicos provocando fervientes polémicas, lo que obligó al doctor Charles W. Sanders a dedicar el resto de su vida a la defensa de sus formulaciones, empeño que ejecutó con profundo ardor y maestría. Y en ese contexto es famosa la intervención que tuvo en el Grand Tehatre Circo de Berlín en el otoño de 1974 contra la tesis del doctor John T. Perelman de la Universidad de Yale, que –allí presente- decía echar en falta en la definición propuesta por Sanders toda referencia al movimiento de flexión, siquiera sea leve, realizado por la pierna de apoyo; movimiento –argüía el oponente– decisivo para la dinámica del avance. Es lo que denominó: el mínimo efecto de muelle o lanzadera. Para demostrar la refutación, Perelman, se puso en pie y realizó in situ ante los insignes asistentes varias demostraciones de las que se infería con absoluta claridad –siempre según Perelman–la necesidad de una mínima flexión de la pierna de apoyo para el éxito del avance, y lo llevó a cabo con tal pasión que por cinco veces se dejó caer contra la tarima al intentar avanzar eludiendo la flexión. ¿Lo ven ustedes?, dijo Perelman con la nariz aplastada y un enorme moratón en la frente, ¿lo ven? Sin el efecto de muelle o lanzadera resulta imposible avanzar y el cuerpo se desploma. Muy indignado, Sanders, se levantó y demostró que no era necesario movimiento de flexión alguno antes de producirse el desplazamiento, ni siquiera en lo que él denominaba paso inicial desplazatorio ni en los sucesivos. Mantuvo, no sin cierta sorna, que en su condición de bípedo al ser humano le basta lo que señalaba su definición: vencer el cuerpo hacia el frente o, lo que es lo mismo –matizó-: una mera inclinación hacia el vacío. Representó varios ejemplos, y se hizo acreedor, también, de varios aplausos y contusiones.

La polémica, en todo caso, estaba servida. La división de la comunidad científica a partir de tan ardua disputa era también un hecho. Sanders y Perelman continuaron enfrentados hasta el momento mismo de la muerte del segundo, acaecida en 1982. Pero ya desde 1979 ambos habían tenido que continuar sus disputas públicas sin poder mostrar los ejemplos tan gráficos de la primera al acabar ambos en silla de ruedas a consecuencia precisamente de dichas demostraciones. Con su muerte, la escuela de Perelman se vino abajo y, definitivamente, Charles W. Sanders, al frente de la suya, cada vez más sólida, logró imponer su definición, hoy día universalmente aceptada si bien con algunos matices, nunca rectificaciones, en los que parte de la comunidad científica quiere ver, al menos, una influencia del legado de Perelman. En particular los que concretan que la inclinación o vencimiento del cuerpo más que hacia un frente debe hacerse extensiva hacia cualquier espacio que rodea al ser humano, incluída la cenital o vertical en su doble modalidad de picado (descendente) o contrapicado (ascendente), siendo la inclinación más común, eso sí, la frontal.

Ahora, muchos discípulos de Sanders realizan periplos académicos por los foros científicos de mayor prestigio mundial mostrando la deambulación frontal, la deambulación marcha atrás , la deambulación vertical y las diversas modalidades de deambulación lateral. Estas últimas son las que más agradece el gran público que, cada día con mayor fervor, abarrota los teatros en que se representan.

Guste o no guste, debe reconocerse que la formulación de Charles W. Sanders es, en definitiva, la que ha acabado por imponerse y no sólo en los medios científicos, ya que el público en general la tiene asumida y por eso no es extraño hoy día, en cualquier parque norteamericano, ver a los niños imitando los movimientos y caídas que hicieron famoso a Charles W. Sanders e, incluso, al propio John T. Perelman.

En todo caso, hoy, la comunidad científica y la opinión pública en general, desconociendo que ya R. Musil se había adelantado a W. Sanders en su obra inacabada 'El hombre sin atributos' (1933), está profundamente conmovida por la desaparición de Charles W. Sanders y hondamente estupefacta porque la muerte le sorprendiera en la simpática población zaragozana de Mezalocha. Qué hacía allí no se sabe muy bien, aunque todo apunta a que tras su retiro en Sevilla (España) con su joven y hermosa esposa Lucía W., de los W. de Massachusetts, harto de que todo el mundo hiciera chistes sosos (“anda, Lucía”, se ve que le decían), no encontró mejor lugar donde esconderse que en esa pequeña y pacífica localidad aragonesa donde, se dice, Charles W. Sanders, habría cambiado totalmente su famosa tesis en el último momento, alertado por los vecinos del bamboleo de glúteos que producía su joven esposa al andar en el que, hasta entonces, no había reparado. Y mejor así porque también se dice que ello apresuró su muerte. Pero eso es algo que no está escrito y, por tanto, jamás rebasará los límites del mero bulo. Mas para bulo imponente el de Lucía quien, afincada en una hermosa isla en las Antillas desde hace unas semanas en que abandonó a su muribundo esposo, sostiene ardientes y erectos cenáculos sobre el dulce pero sincopado andar de los caribes pretextando seguir los pasos de su malogrado esposo, sólo que con un movimiento de glúteos, según el imponente bulo, hasta ahora inexistente. Descanse en paz.

de ESPLÍN
50 textos contra 
las umbrías tardes de confinamiento


sábado, 4 de abril de 2020

BRUTO Y JULIO CÉSAR. SOCIEDAD E INDIVIDUO (Antonio Envid)



BRUTO. Altes Museum. Berlín (Fotografía: sgs)

Tal como Descartes, “me encontraba por entonces en Alemania donde me había embarcado en una guerra que aún no han terminado… retenido por el comienzo del invierno y no encontrando conversación alguna que me distrajese, permanecía todo el día encerrado solo junto a una estufa”; pues algo así me ocurre, retenido a principios de la primavera por una guerra contra un invisible enemigo, un virus que campea invencible por todo el país, encerrado en mi cuarto, sin encontrar conversación que me distraiga, también yo, como el filósofo francés, me entrego a mis pensamientos. Pero no teniendo el talento de Descartes para crear otro “método”, y no siendo filósofo para elaborar profundas teorías, y dado que mis pensamientos no siempre son agradables, me dedico a lo que los franceses llaman flâner, o sea que dejo deambular mis pensamientos por territorios ajenos a mi realidad.
Hoy me apetece hablar del Julio César de Shakespeare. No del césar romano, sino precisamente del César personaje. Las reflexiones de un mero espectador que una vez disfrutó de su representación.
Ante todo, hay que destacar que la tragedia de Shakespeare sigue siendo una obra moderna sin haber perdido ni un ápice de interés a pesar de los más de cuatro siglos que carga a sus espaldas. La discusión entre la libertad y la tiranía están en el candelero, nunca mejor dicho, tanto ahora como entonces.
Curiosamente, esto ya lo señalaron los críticos casi desde el principio, Julio César no es el protagonista de la obra. Aunque su presencia planea constantemente sobre la representación, creo que son tres breves escenas en las que sale, el verdadero protagonista es Bruto, con sus contradicciones y sus dudas; muy shakesperiano, por cierto.
Shakespeare sigue libremente el texto de Plutarco, pero yo no veo en el viejo escritor romano la exaltación de la libertad contra la tiranía, que encuentro en la obra del inglés. Plutarco afirma que en un primer momento el populacho huyó de la escena del crimen y se refugió en sus casas, y que al día siguiente escuchó a Bruto y los demás conjurados sin mostrar ni aprobación ni reprobación por el crimen, y con posterioridad, con ocasión de las exequias de César, el pueblo se amotinó contra los conjurados. Creo que el mito, convertido hoy en paradigma, de que Bruto y sus cómplices, perpetrando su tiranicidio, se convertían en adalides de la libertad del individuo, sufriendo martirio por ello, ha sido una creación del afamado dramaturgo.
Es cierto que la obra es sutil y juega con la ambigüedad. No se sabe si la derrota y posterior suicidio de los conjurados es un acto de expiación del pecado cometido o una consecuencia del desarrollo de los acontecimientos. La ciudadanía, en favor de la cual pretendidamente se ha cometido el tiranicidio, en un principio tanto aclama a Bruto en su discurso como a Marco Antonio por su elocuente discurso defendiendo al césar asesinado; luego el pueblo permanece ausente de la obra. Pero tengamos en cuenta que la tragedia se estrena bajo el reinado de la reina Isabel I, que era de armas tomar, Marlowe murió acuchillado en oscuras circunstancias, una riña con elementos del espionaje real, y la obra podía entenderse como una incitación al regicidio. El padre de la reina, Eduardo VIII, había dominado a la levantisca nobleza inglesa, incluso había eliminado la influencia del papado, consagrándose como cabeza de la Iglesia anglicana. La hija continuó esta política con mano de hierro, pero los nobles y pueblo católico conspiraban para volver a la vieja religión. Shakespeare debía nadar y guardar la ropa, pero gracias a su creación César quedará como el abolidor de la franqueza y libertad del ciudadano romano durante la república y el tirano que trajo el absolutismo del imperio, y Bruto, Casio y Lépido como los mártires de la democracia, quienes querían devolver al pueblo las libertades republicanas.
Quien esté algo versado sobre la verdadera historia me reprochará que los hechos no fueron así, que el pueblo estaba muy satisfecho con el cesarismo de Julio César, que había devuelto la paz y la prosperidad al imperio, y por eso no prestaron apoyo a los conjurados, que fueron derrotados y muertos. De acuerdo, pero yo cuento lo que he visto en la representación teatral, incluso acepto que otros espectadores saquen conclusiones distintas a las mías.
A pesar del control que la corona ejercería sobre algo tan popular como era el teatro en aquel tiempo, todas las obras de Shakespeare de asunto histórico tratan de regicidios, usurpaciones, intrigas palaciegas. Incluso Hamlet, que es mera ficción, trata de eso. La vulnerabilidad de la corona debía de respirarse en el ambiente.
Al hilo de lo que nos cuenta Plutarco, también hoy el concepto de libertad individual está en decadencia. Nada más hay que mirar como languidecen las democracias occidentales, la crisis política permanente de Italia, la extraña combinación que sustenta el poder en España, un partido tradicionalmente de izquierda moderada, el PSOE, coaligado con un partido de izquierda radical con dejes ácratas, PODEMOS, y sustentado por partidos separatistas poco respetuosos con el Estado y la Constitución, las derivas populistas de gran parte de los países europeos, un régimen dictatorial en Rusia, y el sucesivo descuelgue de la democracia material de algunos países sudamericanos, dejando para el final esa extraña dictadura, marxista en lo político y una mezcla de economía dirigida y capitalismo salvaje en lo económico, que es China.
José Antonio Marina analizaba en un artículo aparecido en El Mundo (22.11.2019) el aprecio actual por la libertad individual, para concluir que la población parece preferir una modesta prosperidad material a la libertad; es muy apetecible un sistema paternalista, que decidan arriba si me cubren mis necesidades a un nivel aceptable, y el sistema no es muy ineficiente. El conocido filósofo basa su apreciación en tres bases:
La tecnología actual, y especialmente la Red, que considera que es un gigantesco modificador (modelador, diría yo) de conductas.
En segundo lugar, la crisis de la democracia liberal, que confunde el liberalismo económico con el liberalismo intelectual, que incluso vería con buenos ojos una dictadura política con un sistema económico liberal, citando el pensamiento de Xavier Sala, “la falta de libertad política no es mala para el crecimiento económico. La democracia es un bien de lujo.” Añado, el paradigma de esta tendencia sería la llamada escuela de Chicago. No hay que olvidar la influencia de Milton Friedman, padre de la escuela, en las políticas económicas de la dictadura de Pinochet en Chile.
La tercera pata para Marina, sería el modelo chino, que según este pensador se ha alejado de Marx y se ha acercado a Confucio y piensa que la obsesión por la libertad ha sido una equivocación de la sociedad occidental, que propugna una cierta prosperidad, pero con la armonía, la unidad y la comunidad compartida como valores fundamentales.
Yo soy muy pesimista en cuanto a que ese modelo que surge en Grecia y que ha impregnado desde entonces todo el devenir de la cultura europea, creando un mundo de individuos libres donde el hombre es la medida de todo, pueda resistir a la bomba de la masificación del planeta. Se impondrá la sociedad sobre el individuo. Se salvará la especie y sucumbirá la persona.



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