domingo, 25 de marzo de 2018

PLATÓN: Alma y República


Platón, 
olvidándose de que había descubierto el alma, 
se empeñó en construir una ciudad. 
Este error nos prueba 
que la ilusión es más fuerte 
que la verdad que descubrimos. 
(Antonio Tovar)




viernes, 16 de marzo de 2018

EL PELUQUERO DEL KIM JON-UN (Antonio Envid)




Por qué, se preguntaba angustiado, por qué, él. De los miles de peluqueros que habría en la República tenía que haber sido él, precisamente él, el elegido. Es cierto que había movido amigos, influencias, a su tío, tercer portero de palacio, para conseguir el puesto; el sueldo era bueno y el cargo, de gran importancia. Cuántas veces nos arrepentimos de lo conseguido, y del esfuerzo empleado. Que era uno de los mejores peluqueros del país, no se podía dudar, licenciado en artes capilares, premio fin de carrera, héroe del trabajo, en fin, todas las distinciones que cabía aspirar. Pero, podrían haberlo rechazado, ¡qué caramba!, otros habrá con iguales méritos. El rictus de angustia de su cara se distendió un momento cuando recordó del día que le comunicaron la designación de peluquero titular del Gran Líder, el Presidente Eterno de la República, el Gran Camarada. Su madre sacrificó un pollo a los dioses y luego lo comieron con arroz. Todos los vecinos pasaron a cumplimentarlo, hasta su viejo maestro, que siempre había dicho que era una estupidez gastar tiempo en su educación, que aprendiera un oficio, y ahora se preguntaba qué cualidades extraordinarias pudieran haber visto en semejante zoquete. Estos placenteros pensamientos, sin embargo, se disiparon pronto, para volver a su anterior estado de angustia.
Todos los días, a las nueve en punto, era introducido en la estancia del Gran Camarada para realizar su servicio, y era la una del mediodía y allí estaba olvidado de todos, aguardando a que lo llamaran, acompañado de los útiles de su profesión: el estuche con tijeras, cepillos y peines; el arconcito de los afeites, perfumes, abrillantadores, fijapelos, acondicionadores, reforzantes, champús; las toallitas; en fin, todo el arsenal que su complicado arte requería para lograr el resultado perfecto al que siempre aspiraba. Allí, roído por la preocupación, esperaba a ser requerido, sin que en toda la mañana nadie le hubiera prestado atención alguna.
Ya se sabe, se dijo, cuando se espera se desespera, y la imaginación vuela a las zonas más recónditas del pensamiento, a las más oscuras tinieblas de la mente. Se veía acusado de crimen de estado, arrestado y, tras juicio sumarísimo, ejecutado de manera atroz. Dicen que el Gran Guía, el Presidente Eterno de la República, era totalmente riguroso en cuanto a los principios de la revolución; a su propio tío, sin ir más lejos, aseguran que, por un quítame allá una coma en una discusión sobre Marx, lo ejecutó disparándole un misil trasatlántico. El mundo estaba lleno de cuchicheos y bulos sin confirmar. Desde algún tiempo desaparecía gente y se rumoreaba que servían de banco de órganos; cuando algún jerarca necesitaba un hígado, por ejemplo, se elegía al detenido que presentaba mejor color y, a partir de entonces, quien paseaba con un envidiable color en la cara era el jerarca. Pero todo esto, se dijo para calmarse, son infundios que hacen correr contrarrevolucionarios pagados por el capitalismo podrido y corrupto, saboteadores del sistema, como le tiene dicho hasta la saciedad el secretario de la sección de camaradas peluqueros del partido.
El tiempo pasaba lentamente, mientras que sus pensamientos corrían veloces. El día anterior, cuando rapaba los parietales del Gran Guía, para conseguir el singular modelo de corte de pelo que había diseñado el propio líder, elogiado por todos por su original arte, recibió una reprimenda porque las líneas de rapado quedaban demasiado bajas. Eso podía ser tomado como una desviación propia del corrupto capitalismo. Esas gentes no saben apreciar el delicado efecto estético de unos parietales rasurados a media altura y tapan sus orejas con horribles mechones. El menor desvío ideológico era castigado con dureza, como debe ser, para mantener la pureza de la revolución. Por cosas así estaba más de uno y más de dos, sacando hierro de las entrañas de las montañas del norte. Estas reflexiones le provocaban un sudor frío, mientras el brillante amarillo-manzana de su tez, envidia de muchos, se tornaba cerúleo y cenizoso.
El Gran Líder estará conferenciando con el jefe de los países capitalistas, el de Estados Unidos. La paz mundial en sus manos. Estarán intercambiándose misiles y ojivas atómicas. Se decía para sosegarse. Pero era impensable que el gran guía se pusiera a conferenciar por teléfono con su oponente sin antes haberse entregado una hora larga a sus expertas manos. Cómo podían conversar ambos líderes con sus cerebros embotados por una capa pilosa, seborreica e hirsuta, la del suyo, pajiza y casposa, la del americano. Inconcebible, porque así como a su amado guía había que lavarle el cabello, domeñarlo hacia atrás con energía y arte, usando un fuerte fijador, su pelo era recio como crin de caballo, y rasurarle los parietales, de modo que solo así su intelecto se sentía ligero y diáfano, al americano lo trataban de modo análogo, no le cabía duda, ese pelo amarillento pajizo, resultado de reiterados tintes, esa honda sobre la frente para tapar unas pronunciadas entradas, requerían otra hora larga diaria de un consumado profesional, a él no podían engañarle, era del oficio. Si hubiera leído, cosa totalmente improbable, porque solo había pasado sus ojos sobre la cartilla del perfecto peluquero proletario, aquello de  Schopenhauer, cabello largo, inteligencia corta, habría pensado que así iban las cosas por occidente, escuchando semejante memeces. Un cerebro privilegiado solo puede funcionar cubierto y resguardado por un pelo bien cuidado.
Agonizaba la tarde cuando, por fin, fue llevado a presencia del Gran Guía. Las piernas no le sostenían y un sudor frío recorría su espalda. El Gran Líder lo recibió con una palmada en la espalda. –Admire, mi buen camarada, admire, el nuevo diseño de corte de pelo que he ideado, asesorado por este selecto equipo de arquitectos y escultores. Nos ha exigido todo un día de trabajo, hasta me he olvidado de usted, pero merece la pena ¿no es cierto?. A partir de mañana será obligatorio para todos los mandos del Partido hasta el tercer nivel.  



Antonio Envid

martes, 6 de marzo de 2018

EL MONSTRUO VERDE DE LOS OSCARS Y "EL OTRO LADO" DE JUAN SERRANO. Para hacérnoslo mirar (Servando Gotor)




Editorial Tirano Banderas. Murcia, 2018

Un fantasma verde recorre Occidente...

Resulta que mientras se celebraban los Oscars (Oscars contra Trump -cada cual con su dinero hace lo que quiere-), andaba yo disfrutando con el final de este gran libro, aprovechando que por aquí, por Zaragoza, el cinco de marzo es fiesta.
Ni me acordaba que estaban con los Oscars, pero aunque me hubiera acordado por supuesto que jamás lo hubiera cambiado por mi libro de Juan Serrano. Lectura que luego me deja, como siempre que acabas un buen libro, con un vacío muy lleno (que diría Woody Allen) .
Como el libro es una reflexión sobre la muerte, también es cierto que uno se queda como muy así, con la mirada perdida y pensante, sobre todo cuando amanece.
Ya, cuando desayuno, veo las noticias y la película más premiada es "La forma del agua". Busco alguna imagen, y me digo, vaya, vi parte del tráiler hace unos días y esta sí que tiene muy pero que muy buena pinta. 
Bien... ¡Pues no! Va a ser que tampoco, porque enseguida sale por ahí un ser verde y monstruoso que la caga (o un ET, a fin de cuentas se dirige a la generación de los etés, ahora crecidita, que no madura). Ya no me interesa. Prejuicio, por supuesto. Uno está ya más que harto de que el pueblo se alimente  mentalmente solo de circo, de ese circo que con el pan que nos da el poder económico y estatal (migajas más bien) visualiza perfectamente el ocaso de nuestra civilización por las mismas razones que cayó Roma.
Aún así, no me resisto a ver el tráiler. Lo busco en la web oficial y…  ¡Oh!, la preciosidad de la fotografía y atrezo  se complementan con una banda original impresionante: entre otros temas, La Javanaise, una inolvidable canción que Serge Gainsbourg  compuso en 1963 (o sea, antes de su "Je t'aime moi non plus" con Jane Birkin) para Juliette Greco. La maravillosa versión de la película es la de la canadiense Madalaine Pairoux (hija espiritual de Leonard Cohen), y pude escucharla en directo en Vitoria en julio del 2009 (por cierto, con una caja de cerveza Estrella Damm por toda percusión, que para lo bueno se necesita muy poco). Canción y versión de estudio para la película, con un tono y unos violines de inicio, perfecta.
Y, claro, después de tanto dinero invertido, tantos efectos, tan buenos y preciados profesionales y tanta star, lo primero que piensa uno es si  para vender una película hace falta siempre un monstruo verde o similar. La respuesta es tan triste y segura como inmediata: sí. Sí, porque para vender siempre hacen falta cosas de estas. Hoy, como en la Roma Imperial las masas siguen almientándose de pan y circo.  Conclusión: no tenemos remedio (ojo, y hablo sin haber visto la película, y dudo que la vea porque dudo que la aguante, y a ciertas edades uno ya no está para perder mucho el tiempo).
A lo que voy es al libro, al que acabo de leer. Que es justo lo contrario a las películas de éxito, y que se acerca más a la caja de cerveza del batería de la Peyroux en Vitoria porque exhala la misma magia. La película no sé si lo será o no, pero el libro sí: es arte, creación, reflexión seria y profunda, no producto. Está en las antípodas de los Óscars y en las antípodas de la narrativa  lúdica que hoy se vende, y que -encima- dudo mucho que se lea siquiera. (¡Ay amigo decía aquel, se escribe tanto y tan malo, y además, se lee tan poco…!).  La novela lleva por título "El otro lado", y el autor es mi muy querido y admirado Juan Serrano, un filósofo-pensador-poeta outsider, murciano de Yecla y residente en Molina de Segura, al que ya tuve el honor de editarle en 2013 "Esta sombra no es mía", una recopilación de más de un centenar de jugosos y líricos cuentos, a cual mejor.
La novela, porque de una novela se trata, es una profunda reflexión sobre la muerte y, por tanto, sobre la vida, porque solo la vida  concibe la muerte. Eusebio Berruezo trabaja como contable de una conservera de frutas, está casado con una enfermera (Marina) y tienen dos hijos.  Su suegra, enferma (la Carmen), se agrava, la acogen en casa y será él quien se hará cargo de su cuidado personal.  Josema, un librero primo de Marina, admirador de Rilke, le cuenta a Eusebio la historia de dos enamorados, uno de ellos enfermo de muerte. El otro, mientras hace unas anotaciones en una libreta, comprueba que, conforme escribe, su compañero mejora: La tinta regeneradora de su cálamo, trascendiendo la palabra escrita, se introduce por las venas del agonizante con la misma fuerza que un motor bombea los artilugios de una máquina, con la soltura de un fuelle sobre el rescoldo de un fuego apagado.  
Después, Josema le da a Eusebio un Libro de Actas en blanco: "Ahí tienes, Eusebio, por si te vale".
Medio en broma, medio en serio, Eusebio, además de reforzar su ya buena relación con la Carmen, acaba escribiendo, reflexionando y examinando las reacciones de su suegra en su fatal camino hacia la muerte.
Todo ello da lugar, como he dicho, a interesantes reflexiones del propio Eusebio, enriquecidas con las que constantemente aporta Josema y las referencias abundantes de este a las Elegías de Dunio de Rilke.  Pero como todo ello gira en torno a la Carmen, es ella quien acaba siendo la verdadera protagonista de la novela, esa mujer moribunda que afronta el final de sus días como ha afrontado su dura y difícil vida: sacando a los suyos adelante, con sacrificio, fuerza, serenidad, trabajo y optimismo. Una mujer en un ambiente histórico y social tan hostil que (como tantas mujeres de la Guerra y la postguerra) siempre vivió con la obsesión de dar de comer a sus hijos. Obsesión que se cuela hasta en sus sueños, tan reales que cuando sueña que hace arroz con leche sus manos huelen a canela.  Esto es, en suma, "El otro lado": la dura y hermosa, historia de una abnegada mujer, narrada desde una perspectiva real, intelectual y lírica.
De entrada, solo para iniciarse en el universo poético de Rilke y, en concreto, de sus célebres Elegías; y, por tanto, aprender a saborearlas y disfrutarlas, solo por eso merecería ya la pena leer esta interesante novela. Pero es que,  Rilke al margen,  la prosa lírica, sagaz, profunda, social, actual y divertida de Juan Serrano, constituye una maravillosa obra literaria, después de cuya lectura el lector ya nunca será el mismo. Y es esto, el que una obra nos cambié,  lo que confiere a esa obra la dignidad artística. 
Dudo que el espectador sea otro después de ver las películas premiadas del Hollywood actual. Y lo dudo porque adolecen del artificio de todo producto industrial, porque carecen de la verdad que caracteriza a toda obra de arte.  "El otro lado", sale de dentro, de ese rico interior de Juan Serrano. Un autor todo él verdad y duda, y a cuya sólida formación personal se une una innata inteligencia y una mirada al mundo profunda y escrutadora. 
Si nos esforzáramos más en disfrutar de otra manera, si en vez de buscar inútilmente una falsa felicidad en lo meramente lúdico (el circo), en tanto monstruo verde que recorre Occidente, y nos conformáramos con conocernos más y mejor a nosotros mismos profundizando y disfrutando en lo verdaderamente humano (lo único importante), estoy seguro que habría menos maltratos, menos muertes y menos desaparecidos. Pero el monstruo verde sigue asolando a Occidente.



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