domingo, 14 de enero de 2018

LA ESPADA DE DAMOCLES (Cicerón advierte a Puchi: no hay vuelta atrás)

"La espada de Damocles", de Richard Westall, 1812
(Ackland Museum, Chapel Hill, North Carolina, U.S.A.)

"A él no le quedaba ni siquiera la posibilidad de regresar al camino de la justicia"

En una ocasión en que uno de sus aduladores, Damocles, le mencionaba [a Dionisio, tirano de Siracusa] en una conversación sus riquezas, su poder, la grandeza de sus dominios, la abundancia de sus posesiones, la magnificencia de sus moradas regias, y le decía que no había existido nunca nadie más feliz que él, entonces le respondió:
-¿Quieres tú, Damocles, puesto que te agrada tanto esta vida, gustarla tú mismo y probar mi fortuna?
Habiendo respondido él que lo deseaba, ordenó que lo pusieran en un lecho de oro, cubierto con un tapiz muy bellamente tejido, recamado con motivos artísticos magníficos, e hizo que le prepararan varias mesas con vajillas de plata y oro cincelado. Luego mandó que situaran junto a su mesa esclavos escogidos de extraordinaria belleza, dispuestos a servirle diligentemente al advertir la menor señal suya. Había allí perfumes y coronas, se quemaban sustancias aromáticas, las mesas estaban repletas de las viandas más exquisitas. Damocles se creía un hombre afortunado. En medio de todo este aparato, Dionisio hizo descender del techo una espada resplandeciente, que estaba sujeta por una crin de caballo, de manera que pendiese sobre el cuello de este hombre feliz. A consecuencia de ello, él no miraba a los bellos sirvientes, ni a la platería artística, ni extendía su mano sobre la mesa; las coronas mismas le resbalaban ya de su cabeza y acabó por suplicar al tirano que le permitiera irse, porque ya no quería ser feliz. ¿No te parece que Dionisio ha demostrado con claridad suficiente que no puede haber felicidad para el hombre que se halla amenazado siempre por algún terror?
A él no le quedaba ni siquiera la posibilidad de regresar al camino de la justicia, de restituir a los ciudadanos su libertad y sus derechos.

Tusculanas, V
Cicerón
Traducción: A. Medina González
(Editorial Gredos, 2005)

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