Si alguien perteneciente a la civilización moderna europea se propone indagar alguna cuestión que concierne a la historia universal, es lógico e inevitable que trate de considerar el asunto de este modo: ¿qué serie de circunstancias ha determinado que sólo sea en Occidente donde hayan surgido ciertos sorprendentes hechos culturales (ésta es, por lo menos, la impresión que nos producen con frecuencia), los cuales parecen señalar un rumbo evolutivo de validez y alcance universal?
Es únicamente en los países occidentales donde existe “ciencia” en aquella etapa de su desarrollo aceptada como “válida”. También en otros lugares, como: India, China, Babilonia, Egipto, ha existido el conocimiento empírico, el examen acerca de los problemas del mundo y de la vida, filosofía de visos racionalistas y hasta teológicos (aunque la creación de una teología sistemática haya sido obra del cristianismo, bajo el influjo del espíritu helénico; en el Islam y en alguna que otra secta india únicamente se hallan atisbos), conocimientos y observaciones tan hondos como agudos. Mas, la astronomía babilónica, igual que cualquier otra, requería de la fundamentación matemática, la cual les fue dada por los helenos, siendo precisamente lo más sorprendente ante el avance logrado por la astrología, en especial entre los babilonios. A la geometría le hizo falta la “demostración” racional, herencia también del espíritu helénico, creador de la mecánica y la física. Las ciencias naturales de la India estaban desprovistas de experiencia racional (debida al Renacimiento, salvando alguno que otro efímero indicio de la antigüedad) y del laboratorio moderno. Por esta razón, la medicina (tan evolucionada en la India, en las cuestiones empírico técnicas), no contó con ninguna base biológica ni bioquímica en particular. De las civilizaciones occidentales ninguna ha tenido conocimiento acerca de la química racional. La historiografía china, que logró gran incremento, careció del pragma tucididiano. En la India hubo precursores de Maquiavelo; sin embargo, la teoría asiática del Estado se encuentra falta de una sistematización similar a la aristotélica y de toda clase de conceptos racionales. Fuera de Occidente no hay una ciencia jurídica racional, no obstante todos los resquicios que puedan encontrarse en la India (Escuela de Mimamsa), a pesar de todas las amplias codificaciones y de todos los libros jurídicos, indios o no, pues no había la posibilidad de recurrir a esquemas y categorías estrictamente jurídicas del Derecho romano, así como de todo el Derecho occidental nutrido por él. Aparte de Occidente, en otro lugar no se conoce nada semejante al Derecho canónico.
Con el arte acontece lo mismo. Posiblemente, el oído musical estuvo desarrollado con mucha más delicadeza en otros pueblos que en la actualidad. Como quiera que sea, no era menos preciso que el nuestro. La polifonía era conocida de todos los pueblos, así como no les eran extraños los distintos compases e instrumentación, igual que los intervalos tónicos racionales; sin embargo, tan solo en Occidente ha existido la música armónica racional, esto es: contrapunto, armonía; asimismo, la composición musical basada en los tres tritonos y la tercera armónica; además, la cromática y la armonía nuestras (conocidas, en verdad, racionalmente desde el Renacimiento, como factores de la armonización); y la orquesta actual con su correspondiente cuarteto de cuerdas como núcleo, la organización del conjunto de instrumentos de viento, el bajo básico, el pentagrama (que facilita la composición y ejecución de las obras musicales modernas y sostiene su duración a través del tiempo), las sonatas, sinfonías y óperas (no obstante que siempre ha existido música de programa y que la totalidad de los músicos han utilizado, como medio de expresión musical, tanto el matizado como la alteración de tonos y la cromática) y, como medios de ejecución, los actuales instrumentos primordiales, esto es: el órgano, el piano y los violines.
En cuanto al arco en ojiva, éste fue ideado en la antigüedad, en Asia, como motivo decorativo; parece ser, también, que en Oriente no ignoraban la bóveda esquifada. Mas, fuera de Occidente, no se tenía idea de la utilización racional de la bóveda gótica, para valerse de ella al distribuir y abovedar espacios erigidos libremente y, en especial, como principio constructivo de colosales obras y como base de un estilo que, de hecho, fue aplicado tanto a la escultura como a la pintura creativa propia de la Edad Media. Claro está que tampoco existe (pese a que el Oriente facilitó los fundamentos técnicos) esa solución a la problemática de las cúpulas y esa especie de “clásica” racionalización del arte en general (debida al uso de la perspectiva y la luz en la pintura), cuya creación pertenece al Renacimiento. En China se produjo el arte tipográfico; pero, sólo a Occidente le es dado ser la cuna de una literatura impresa, destinada a la prensa y las revistas. En China y en el Islam se han fundado escuelas superiores de todo linaje, inclusive con la máxima similitud a las universidades y academias. Por lo que respecta al cultivo sistematizado y racional de las especialidades científicas, la enseñanza del “especialista” como factor destacado en la cultura, sólo el Occidente los ha forjado. Asimismo, el funcionario especializado, piedra angular del Estado y de la economía moderna en Europa, es producto occidental, en tanto que en otra parte a este funcionario especializado no se le ha dado nunca tanta importancia para el orden social. Es evidente que el “funcionario”, inclusive el de referencia, es un producto muy antiguo en las más diversas culturas. Pero, ningún país en época alguna se ha visto, de modo tan inexorable, sentenciado como Occidente a recluir todos los básicos supuestos de orden político, económico y técnico en las hormas angostas de una organización de funcionarios especializados, ya sea estatales, técnicos comerciales y, en especial, jurídicos, como titulares de las más trascendentales acciones de la vida social.
De igual modo ha sido muy amplia la organización estamentaria de las corporaciones políticas y sociales; pero, única-mente Europa ha sabido del Estado estamentario: rex et reg-num, con el significado occidental. Y, claro está, tan solo el Occidente ha establecido parlamentos con “representantes del pueblo”, elegidos con periodicidad, demagogos y líderes que gobiernan en calidad de ministros responsables ante dicho parlamento, si bien es natural que en todo el mundo ha habido “partidos” en el sentido de organizaciones ambiciosas de con-quista o con la pretensión de ejercer influjo en el poder. El Occidente es, también, el único que ha conocido el “Estado” como organización política, en base a una “constitución” establecida, a un Derecho estatuido y con una administración a cargo de funcionarios especializados, conducida por reglas racionales positivas: las “leyes”. Todo esto, fuera de Occidente, se ha conocido de modo rudimentario, carente siempre en este fundamental acoplamiento de los decisivos elementos que le son peculiares.
(De la Introducción a
La ética protestante y el espíritu del capitalismo
de Max Weber)

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