domingo, 4 de diciembre de 2011

URDANGAIRÍN, UN DUQUE EN BUSCA DE FAMILIA (Armando Bulla)

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La Reina María Cristina, su hija, futura Isabel II
y el duque de Riansares


A él sí, a quién no parece cuadrarles es a los de la Agencia Tributaria, ni al Juez que investiga el asunto de Palma Arena. Todo el mundo se hacía cruces de cómo había aprovechado el Excmo. Sr. Duque de Palma, Iñaki Undangarin…

-¿El señor duque de Palma no debiera llamarse Igancio, o, Ignasi?

-Los duques se llaman como quieren, sobre todo si son vascos.

-¡Ah! Bueno.

…venía diciendo que el rendimiento que le había sacado al MBA que hizo el chico, por lo bien que le iban los negocios, admiraba a todos, incluso a su suegro, pero, resulta, que quizá su habilidad no provenía de sus dotes de emprendedor, sino de saber explotar su parentesco con el Rey, ya que el manejo de sus empresas no respondía, precisamente, a la aplicación de sanas políticas de administración.

-¿Y el Rey, qué dice a todo esto?

-El Rey calla, pero no otorga

-Claro, él solo otorga títulos.

-El rey debe de estar repasando la biografía de la madre de su tatarabuela, la Reina María Cristina, la esposa de Fernando VII ¿sabe usted?

-No, cuente, cuente.

Resulta que el Rey felón dejó viuda a su esposa María Cristina cuando ésta tenía veintisiete años y, claro, la italiana pensó que no era cuestión de permanecer viuda inconsolable durante el resto de su vida, de modo que encontró consuelo pronto, casándose en secreto con un apuesto militar don Agustín Fernando Muñoz. Entonces no había estudios de MBA, pero el tal Agustín resultó un lince en los negocios. Era la época de las concesiones ferroviarias y Agustín se alío, nada menos, que con Rothschild, también emergía entonces en España la especulación inmobiliaria. Total, que entre unas cosas y otras, el Agustín, duque de Riansares, título que le concedió su hijastra la Reina Isabel, levantó una gran fortuna, pero ante el escándalo de tan irregulares negocios, Isabel II no tuvo más remedio que sacar del país a su madre y padrastro. Fue un exilio dorado en Francia, pues Napoleón III los recibió con los brazos abiertos y don Agustín obtuvo un título de duque y la Legión de Honor. Algunos madrileños lo llamaban el Duque de la Bragueta, ya que sus méritos para obtener el ducado no fueron otros que llenar el vacío del lecho real, pero en honor a la verdad hay que reconocer que lo hizo eficazmente, pues hizo concebir a la antigua Reina nada menos que ocho hijos, y todos quedaron bien colocados.



Armando Bulla


1 comentario:

  1. Qué mala suerte tienen estas chicas con los maridos ¿verdad?
    Aunque éste también podía engrosar la nobleza de la bragueta, porque creo que tienen cuatro hijos y tres varones ¿no es así? Habrá que colocarlos a todos
    el Felipe solo tiene hembras y está sin modificar la Constitución ¡qué contrariedad!

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