miércoles, 9 de mayo de 2012

LA NOVIA DE LA MUERTE (Narciso de Alfonso)


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Maryna lo tiene claro, es tan fuerte que, tal vez, hasta tiene que defenderse de sí misma. Pasa por la ventanita del merodeo desfilando como una avezadísima –y hermosa- legionaria, los pasos largos y el andar veloz, sin envaramientos: no es un mecanismo, una máquina entrenada, sino una mujer humana que es fuerte y está viva y tiene el valor de mostrarlo a los demás.
 
Como en un desfile militar, vuelve la cabeza buscando los ojos, la mirada del superior, al que Maryna le viene a decir que está dispuesta a acompañarle al peligro, a la muerte, pero que le va a exigir más de lo que, seguramente, imagina: en más de un sentido es ella la que va a establecer los objetivos mínimos, que son, claro, alcanzar el máximo: sólo habrá pacto si el objetivo va del máximo hacia arriba, hacia lo superior a lo máximo. En ningún otro caso habrá pacto para Maryna, y si ella rompe el pacto por debilidad o insuficiencia de su jefe, pues más le valdría a su jefe atarse una piedra de molino al cuello y arrojarse al mar, que es el castigo bíblico por escandalizar a esta pequeñuela, sí.
 
Es uno de los modos de averiguar que esta hermosa mujer puede mostrarse más encantadora que el ácido clorhídrico, ay.
 
 
Narciso de Alfonso
del blog El merodeador
 
 
 

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