martes, 15 de mayo de 2012

NADIE ENCENDÍA LAS LÁMPARAS (Juan Serrano)


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Ese escribir al parecer onírico y desubicado de Felisberto Hernández en que tanto el tiempo como lo que cuenta, es lo que no llego a entender, ni donde, ni como lo construye y enmarca. Y la realidad que desentraña y "extraña" a golpes de metáforas fetichistas con mirada calidoscópica de estrábico voyeur de realidades límbicas se confunde con las sombras que el uruguayo eleva también a categoría de esencias. Y lo que parece confuso no es tal, sino que responde a la misma fenomenología poliédrica de las cosas, así como al dominio de la estructura narrativa que emplea, en las que los objetos y los sentimientos, los recuerdos y el presente se hilvanan en un bello tejido literario.

Y al igual que Cortázar en La noche boca arriba reduce a un mismo entramado un sueño y un accidente de bicicleta, el autor de Nadie encendía las lámparas nos introduce en esa sala antigua y casi a oscuras, el cuarto de atrás de nuestra casa, a decir Ana María Matute, del que uno sale sin saber si ha entrado, o si lo que ha visto es verdad o mentira.

Yo no sé de donde se sacaría Felisberto el título, pero por lo expectral del relato, me parece acertado. Y me pregunto si lo que acontece afuera a la luz del día, es lo mismo que lo que sucede dentro, en la intimidad de cada uno. "Y yo pasaba los ojos por ella como si viera una planta que hubiera crecido contra el muro de una casa abandonada." Y así confundo las palomas, la inocencia de la estatua de la plaza con el bello busto de la joven recostada contra la pared de la estancia, la placa de hielo de la pila de lavar y mi malhumor por la congelación del salario mínimo. Y ese no saber si lo que a uno le sucede dentro o fuera..., tal vez dé lo mismo, pues todo lo que ocurre, sucede dentro de nosotros.

"A mí me costaba sacar las palabras del cuerpo como de un instrumento de fuelles rotos." Y no son las palabras escritas de Felisberto la que me hablan en esta mañana de fríos y pies helados, sino que su sentir me llega, no por el titiritar de las voces congeladas, sino por el halo y el abrigo que transmiten y crean.




"Tengo que hacerle un encargo. Pero no me dijo nada". Escribir no es juntar palabras, sino hacer que de ellas brote el misterio, aunque éste nos sorprenda sin decirnos nada.
Juan Serrano
(En el blog Blao
29 diciembre 2011)

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